El frío gélido, una vaharada a cada respiración, la nieve que tiñe de blanco el horizonte, la tierra yerma, la hierba que no crece, los osos que huyen al interior de las cuevas, las fumarolas de las chimeneas. El invierno llegó a la tierra como castigo. En la mitología nórdica, las heladas anunciaban el fin del mundo, en la griega, Bóreas (el dios del viento del norte y del invierno) aparecía al terminar el otoño. Lo hacía desde la región de Tracia, al norte del mar Egeo y barría el paisaje heleno con su respiración helada dejando un cuadro vacío, solitario, desolado.
Asimismo, se representó el invierno en las primeras etapas de la historia del arte. Más tarde, las paletas cromáticas fueron ampliándose, y a los blancos y tonos ocres de la naturaleza muerta les acompañaba algún que otro color vivo. Se comenzó a plasmar un invierno diferente, plagado de patinadores sobre hielo, luces incandescentes, hogueras construidas como puntos de encuentro y niños lanzándose por la ladera en trineo. Empieza un viaje invernal a través del arte.