Volvamos a la parte más geográfica de Llegaron de noche. Ante la imposibilidad de rodar en El Salvador, lo hicisteis en Colombia. ¿Te gustó trabajar en casa?
¡Mira qué fuerte! ¡La vida es que es muy loca! Imanol me ofrece esta película y al poco tiempo me sale una campaña publicitaria en Centroamérica. Y justo el spot se grababa en San Salvador. Me tomé ese viaje casi como un trabajo de campo, tuve la oportunidad de ir a la UCA, de hablar con mucha gente… Cuando estaba allí, yo pensaba: “cómo me recuerda la parte residencial a Cali”. También me encontré con una ciudad tocada y muy perjudicada por la guerra. Al cabo de dos años, me comunican que los interiores se ruedan en Pamplona y los exteriores en Cali. ¡No me lo podía creer! Ha sido maravilloso ir a mi casa a rodar esta historia que por fin vamos a poder compartir con el público.
¿Qué es lo que más añoras de tu Cali natal y de Colombia, en general?
La cercanía de la gente. El cariño, la amabilidad, hay algo muy amoroso, muy vitalista y muy curioso, porque somos un país que hemos tenido que vivir la violencia muy de cerca y el hecho de haber tenido la muerte tan cerca ha hecho que valoremos tanto la vida. Hay algo vitalista en los colombianos, de disfrute, del instante, del aquí y el ahora, que es muy poderoso y que yo valoro. Cuando llego allí, me siento muy viva. Hay algo de “vamos a exprimir el presente”. Eso se manifiesta muchísimo en nuestra manera de disfrutar la vida, la fiesta, el sexo… Hay como una pulsión vital que me gusta y con la que me identifico.
Si viajamos a tu país, ¿qué rincones merecen una visita?
¡Colombia está llena de rincones extraordinarios! Es una maravilla de la naturaleza. Así como ha habido una explosión de violencia, también es una explosión de vida. Es un país con una naturaleza impresionante, tenemos el Océano Pacífico y el Mar Caribe, es el único país de Sudamérica que tiene dos mares. ¡Esto es un regalo! Ahora me voy con El perdón al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá y estoy súper ilusionada, es uno de los festivales de teatro más importantes del mundo. Había hace tiempo un eslogan en Colombia que decía: “el mayor peligro en Colombia es quererse quedar”. La gente que llega no se quiere ir porque es demasiado hermosa. Es un país con una diversidad y una riqueza en naturaleza y en culturas que ojalá el mundo entero pueda disfrutar.
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Además de los viajes a los que obligan los rodajes, ¿cómo de grande es tu espíritu viajero?
¡Mi espíritu viajero es inmenso! Me fascina viajar. Todos los años me hago una lista de deseos que quiero cumplir, como todo el mundo, y algo que siempre pido es, mínimo, descubrir un país nuevo al año. Ya solo mi trabajo de actriz me permite mucha movilidad con las películas, las series, la gira de teatro este año… Es algo que me encanta también de mi profesión.
¿Qué tipo de destinos y experiencias buscas?
Depende. El año pasado, por ejemplo, estaba loca por conocer Copenhague, me fui cinco o seis días en verano y me encantó. En ese viaje, por ejemplo, me hice una ruta gastronómica, se come muy bien. Luego, como soy amante del diseño escandinavo de los años 50, me hice otra ruta por los anticuarios. No lo hago todo demasiado organizado, porque necesito también dar espacio a la improvisación, pero sí me gusta aprovechar al máximo lo que sé que me ofrece cada ciudad. Me encanta conocer ciudades, pero también el mar, encontrar paraísos perdidos. En Colombia hay una isla divina que se llama Providencia y, desafortunadamente, hace poco pasó un huracán y nos la devastó. Así como en España amo las Baleares: Formentera, Ibiza, Menorca… Pero también soy amante de la montaña. El cuerpo me pide pasar tiempo en la naturaleza.
¿Tienes un mejor viaje de tu vida?
Mi mamá se ríe mucho, porque, cuando llego de un viaje, siempre le digo: “mamá, este ha sido el mejor viaje de mi vida”. Es difícil porque soy muy “gozetas”, como decimos en Colombia. Están Nueva York, París… Roma también me fascina y con Venecia he llegado a llorar, a emocionarme por su hermosura. Otra región que me enamoró fue la Costa Amalfitana, con sus pueblos coloridos. También lo recuerdo como uno de los viajes más hermosos de mi vida.
COORDENADAS VIAJERAS
Juana Acosta
Tocan nuestros cuatro puntos cardinales. Con Madrid como centro, ¿a dónde nos llevas si vamos al norte?
A París. Si Madrid es mi casa, París es mi segundo hogar. Hoy en día es donde vive mi pareja, una razón más por la que vengo tanto. Trabajo aquí mucho, también, y me encanta. Para 2023, tengo una película francesa. París es tal vez una de mis ciudades imprescindibles.
¿Qué destino eliges mirando al sur?
Hay que elegir algo de Colombia, que es mi tierra. Uno de mis lugares mágicos favoritos es la Sierra Nevada de Santa Marta. Hay algo ahí muy especial. Hay un pueblito que se llama Paloquino al que me gusta ir.
¿Y si vamos al este
Me quedo con Formentera. Tal vez es mi paraíso personal más especial. Primero, me recuerda muchísimo al Caribe. El agua, el ambiente… Tiene mucha magia y es una isla de verdad para descansar, desconectar, que me proporciona paz.
Toca el oeste…
Un lugar que me volvió loca fue el Mar de Cortés, el Golfo de California, que Cousteau llamó “el acuario del mundo”. Me parece fascinante.
¿Existe algún sitio al que siempre desees volver?
Nueva York. Habré ido unas 20 veces. Es una de las ciudades más estimulantes en las que he estado. Siempre que voy salgo con las pilas puestas. Es una de las capitales del arte en el mundo y me gusta ir, meterme en los museos, descubrirla, perderme… Así como París, otra de mis favoritas. Ahora estoy aquí y me levanto por la mañana, me pongo unas zapatillas y adonde los pies me lleven. Me veo alguna exposición, me meto en algún cafecito… Es una ciudad que me fascina y también me parece estimulante, hermosa, bellísima… Si a Nueva York he dio 20 veces, a París he venido como 80.
¿Qué no puede faltar en tu equipaje?
Un libro, unas zapatillas para caminar, bloqueador solar y una buena mochila para ir cómoda. Imprescindibles.
¿Gastas alguna manía viajera?
No, soy súper practica. De hecho, soy muy buena viajera, mis amigas se quedan siempre impactadas de lo bien que hago la maleta. En una pequeñita, me cabe de todo [risas]. No me agobio con el tema de los aviones ni con llegar demasiado pronto. Sé calcular bastante bien mis tiempos. Me gusta tanto viajar que lo tengo muy incorporado en mi vida. He tenido épocas de viajar tanto con las pelis y las series que, a veces, no podía ni desempacar la maleta. Era llegar, abrir, sacar, volver a meter otras cosas nuevas y arrancar para otro lugar.
Va la última pregunta, y no menos importante: ¿por qué viajas?
Por placer, por disfrute, por abrir mi cabeza, por expandir mi espíritu y mi alma, por crecer, por madurar. Me gusta mucho eso. Creo que viajar nos abre la cabeza y que es de las cosas más importantes que nos pueden pasar como seres humanos. Por eso a mi hija, desde muy chiquita, le he enseñado la importancia de viajar. Ella también lo goza muchísimo y siempre me ha acompañado a los rodajes. Tiene un papá argentino y una mamá colombiana y ha atravesado el charco muchísimas veces. Siento que todo eso ha hecho que sea una adolescente muy madura y sensata. Creo que viajar hace que tu mirada sea más empática, más amplia, más generosa.