CUESTIONARIO EN MODO AVIÓN

Juana Acosta: "Colombia es una maravilla de la naturaleza"

La actriz colombiana, de gira teatral con El perdón, estrena la película Llegaron de noche.

Cuando se expresa, Juana Acosta (Cali, 1976) gasta una energía y una vitalidad rigurosamente contagiosas. Lo hace cuando habla de Lucía Barrera de Cerna, su personaje en Llegaron la noche. En la película y en la vida real, la única testigo del crimen de los jesuitas en El Salvador (Ignacio Ellacuría, entre ellos) que tuvo lugar a manos del ejército en la madrugada del 16 de noviembre de 1989 en la Universidad UCA de San Salvador. No es la versión que el Gobierno quiso contar, que culpó a la guerrilla de la brutal matanza. Por eso Imanol Uribe, su director, ha creado una historia que pone en valor el empeño de esta mujer por decir la verdad de lo que vio, a pesar del secuestro del FBI al que se vio sometida en su huida a Miami (Estados Unidos) para silenciar su verdad. Esa fuerza y vigor en la palabra la lleva también Juana Acosta hasta El perdón, su última aventura teatral junto a Chevi Muraday, su director y su compañero sobre el escenario, y también la más personal, porque nace de otro suceso real, en esta ocasión, propio: el asesinato de su padre.

Pero, cuando la actriz colombiana despega los pies de la ficción, sabe darse por completo al placer de viajar. Sin límites. Fascinada por Nueva York, ha visitado la ciudad de los rascacielos, calcula, 20 veces. Y ha convertido París –por cuyas calles pasea en el momento de esta entrevista– en su segundo hogar: hasta en 80 ocasiones ha pisado suelo parisino. Le encanta conocer nuevas ciudades, europeas o internacionales, pero también descubrir paraísos perdidos. Aunque, sobre todas las cosas, está el amor que siente por su país natal. Por su belleza infinita, su naturaleza y sus contrastes. También por su gente, que tanto celebra la vida. “Ojalá podamos disfrutar de la paz en Colombia para que el mundo entero pueda ir a conocerla, porque vale la pena”, desea.

 
Juana Acosta copy Rafa Gallart-bn

Foto: Rafa Gallart

La verdad es el faro que ilumina la oscuridad de Lucía. Su pureza e ingenuidad contrastan con la crueldad e injusticia de quienes la someten a terribles interrogatorios para cambiar su verdad. Pero ella aguanta, al precio que sea. ¿De dónde le nace la fuerza?

Ella es una mujer buena, de verdad, de una gran fortaleza enorme, con unos valores muy fuertes. Le nace también del inmenso agradecimiento que siente hacia los padres, hacia esos curas que la cuidaron mucho. Creo que nunca nadie la había tratado tan bien. En una de mis múltiples conversaciones con Lucía, con quien trabajé muy mano a mano, no solamente en California, donde fui a conocerla a su casa y a escuchar su testimonio y el de su marido, sino también durante el confinamiento, cuando hicimos múltiples lecturas del guion juntas, ella me dijo una cosa que me impactó mucho. Lucía a veces tenía que parar y se ponía a llorar. Todavía, 30 años después, está muy afectada. Es algo que aún no ha conseguido sanar, curar o calmar internamente en su vida. Yo le dije un día: “Lucía, a mí me cuesta mucho imaginar lo que a usted le pasó. Yo, lo más cercano que he vivido a ese presenciar una matanza tan atroz tiene que ver a lo mejor con el asesinato de mi papá”. Y ella me dijo: “yo no tuve papá y a esos curas los quería como si fueran mi papá”. La fuerza le nace de un sentimiento de agradecimiento muy profundo.

Efectivamente, el guion y la película han nacido a partir de los testimonios del padre Tojeira, provincial de los jesuitas en El Salvador cuando tuvo lugar el suceso, y de Lucía y su marido. ¿Cuánto te ha ayudado esta mujer de carne y hueso a construir el personaje?

La ayuda ha sido inmensa. Desde que Imanol me la ofreció hasta que rodamos la película, pasaron tres años. Es un trabajo que yo siento que se fue cocinando a fuego lento. A mí me gusta mucho cuando tengo tiempo para profundizar en los personajes, en la situación socio-política que atraviesan, es como que siento que, a medida que va pasando el tiempo, va calando más hondo en mí el material. Hay una mayor comprensión de lo que yo tengo que encarnar. Si no hubiera sido por los testimonios de Lucía, por las lecturas que tuve con ella y con su marido… El día en que vio por primera vez la película, dijo: “me siento muy identificada con Juana”. ¡Me pareció tan hermoso! Ya solo por eso ha valido la pena.

¿Este es quizás tu trabajo más comprometido como actriz, a todos los niveles posibles, hasta el momento?

Puede llegar a ser uno de los más, porque he tenido la oportunidad de interpretar a mujeres muy fascinantes, pero Lucía es una de ellas, clarísimamente, y también uno de los personajes en los que yo más me he atrevido a salir de mi expresión habitual. Me he atrevido a despojarme absolutamente de la apariencia física, he hecho también un salto, creo, en relación a la composición de un personaje que camina diferente, que mira diferente…

Muy intensa ha sido también tu entrega de casi dos años para poner en pie El perdón, una apuesta teatral que surge de un instante: ese en el que, a la salida del colegio, suena el teléfono y te comunican que tu padre ha sido asesinado. Tienes 16 años y dejas de bailar. ¿Cómo ha resultado el proceso para crear en escena ese viaje interior hasta el perdón?

Ha sido una de las experiencias y procesos creativos más alucinantes, importantes, poderosos, no tengo casi ni palabras… Está siendo muy catártico, reparador, casi un salto cuántico a muchos niveles. Ahora estamos con la gira, también muy hermosa, porque yo tengo la sensación de que lo doy todo en el escenario, pero también recibo mucho del público. La gente sale conmocionada, impactada y agradecida. Estoy comprobando, una vez más, que el escenario y el teatro es un encuentro con el público muy poderoso.

París se ha convertido en el segundo hogar de la actriz.

Foto: Istock

En ese escenario, estás tú. No hay personaje. Pero tu drama personal trasciende y la función se convierte en algo universal…

El perdón es lo que hace que el espectáculo conecte con el público, porque no a toda la gente le han matado al papá, pero sí que todos hemos tenido que perdonar por una razón o por otra y, en esa medida, la función trasciende y no se queda solo en mi drama personal. También por eso hemos querido incluir poemas de mujeres poetas colombianas que hablan sobre la violencia y que creo que dotan al espectáculo de una poética que, además de la danza y de la hermosura de las imágenes que Xevi ha plasmado, hacen que la gente se pueda sentir identificada de una manera profunda.

Volvamos a la parte más geográfica de Llegaron de noche. Ante la imposibilidad de rodar en El Salvador, lo hicisteis en Colombia. ¿Te gustó trabajar en casa?

¡Mira qué fuerte! ¡La vida es que es muy loca! Imanol me ofrece esta película y al poco tiempo me sale una campaña publicitaria en Centroamérica. Y justo el spot se grababa en San Salvador. Me tomé ese viaje casi como un trabajo de campo, tuve la oportunidad de ir a la UCA, de hablar con mucha gente… Cuando estaba allí, yo pensaba: “cómo me recuerda la parte residencial a Cali”. También me encontré con una ciudad tocada y muy perjudicada por la guerra. Al cabo de dos años, me comunican que los interiores se ruedan en Pamplona y los exteriores en Cali. ¡No me lo podía creer! Ha sido maravilloso ir a mi casa a rodar esta historia que por fin vamos a poder compartir con el público.

¿Qué es lo que más añoras de tu Cali natal y de Colombia, en general?

La cercanía de la gente. El cariño, la amabilidad, hay algo muy amoroso, muy vitalista y muy curioso, porque somos un país que hemos tenido que vivir la violencia muy de cerca y el hecho de haber tenido la muerte tan cerca ha hecho que valoremos tanto la vida. Hay algo vitalista en los colombianos, de disfrute, del instante, del aquí y el ahora, que es muy poderoso y que yo valoro. Cuando llego allí, me siento muy viva. Hay algo de “vamos a exprimir el presente”. Eso se manifiesta muchísimo en nuestra manera de disfrutar la vida, la fiesta, el sexo… Hay como una pulsión vital que me gusta y con la que me identifico.

Si viajamos a tu país, ¿qué rincones merecen una visita?

¡Colombia está llena de rincones extraordinarios! Es una maravilla de la naturaleza. Así como ha habido una explosión de violencia, también es una explosión de vida. Es un país con una naturaleza impresionante, tenemos el Océano Pacífico y el Mar Caribe, es el único país de Sudamérica que tiene dos mares. ¡Esto es un regalo! Ahora me voy con El perdón al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá y estoy súper ilusionada, es uno de los festivales de teatro más importantes del mundo. Había hace tiempo un eslogan en Colombia que decía: “el mayor peligro en Colombia es quererse quedar”. La gente que llega no se quiere ir porque es demasiado hermosa. Es un país con una diversidad y una riqueza en naturaleza y en culturas que ojalá el mundo entero pueda disfrutar.

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Además de los viajes a los que obligan los rodajes, ¿cómo de grande es tu espíritu viajero?

¡Mi espíritu viajero es inmenso! Me fascina viajar. Todos los años me hago una lista de deseos que quiero cumplir, como todo el mundo, y algo que siempre pido es, mínimo, descubrir un país nuevo al año. Ya solo mi trabajo de actriz me permite mucha movilidad con las películas, las series, la gira de teatro este año… Es algo que me encanta también de mi profesión.

¿Qué tipo de destinos y experiencias buscas?

Depende. El año pasado, por ejemplo, estaba loca por conocer Copenhague, me fui cinco o seis días en verano y me encantó. En ese viaje, por ejemplo, me hice una ruta gastronómica, se come muy bien. Luego, como soy amante del diseño escandinavo de los años 50, me hice otra ruta por los anticuarios. No lo hago todo demasiado organizado, porque necesito también dar espacio a la improvisación, pero sí me gusta aprovechar al máximo lo que sé que me ofrece cada ciudad. Me encanta conocer ciudades, pero también el mar, encontrar paraísos perdidos. En Colombia hay una isla divina que se llama Providencia y, desafortunadamente, hace poco pasó un huracán y nos la devastó. Así como en España amo las Baleares: Formentera, Ibiza, Menorca… Pero también soy amante de la montaña. El cuerpo me pide pasar tiempo en la naturaleza.

¿Tienes un mejor viaje de tu vida?

Mi mamá se ríe mucho, porque, cuando llego de un viaje, siempre le digo: “mamá, este ha sido el mejor viaje de mi vida”. Es difícil porque soy muy “gozetas”, como decimos en Colombia. Están Nueva York, París… Roma también me fascina y con Venecia he llegado a llorar, a emocionarme por su hermosura. Otra región que me enamoró fue la Costa Amalfitana, con sus pueblos coloridos. También lo recuerdo como uno de los viajes más hermosos de mi vida.

COORDENADAS VIAJERAS

Juana Acosta

  1. Tocan nuestros cuatro puntos cardinales. Con Madrid como centro, ¿a dónde nos llevas si vamos al norte?

    A París. Si Madrid es mi casa, París es mi segundo hogar. Hoy en día es donde vive mi pareja, una razón más por la que vengo tanto. Trabajo aquí mucho, también, y me encanta. Para 2023, tengo una película francesa. París es tal vez una de mis ciudades imprescindibles.

  2. ¿Qué destino eliges mirando al sur?

    Hay que elegir algo de Colombia, que es mi tierra. Uno de mis lugares mágicos favoritos es la Sierra Nevada de Santa Marta. Hay algo ahí muy especial. Hay un pueblito que se llama Paloquino al que me gusta ir.

  3. ¿Y si vamos al este

    Me quedo con Formentera. Tal vez es mi paraíso personal más especial. Primero, me recuerda muchísimo al Caribe. El agua, el ambiente… Tiene mucha magia y es una isla de verdad para descansar, desconectar, que me proporciona paz.

  4. Toca el oeste…

    Un lugar que me volvió loca fue el Mar de Cortés, el Golfo de California, que Cousteau llamó “el acuario del mundo”. Me parece fascinante.

¿Existe algún sitio al que siempre desees volver?

Nueva York. Habré ido unas 20 veces. Es una de las ciudades más estimulantes en las que he estado. Siempre que voy salgo con las pilas puestas. Es una de las capitales del arte en el mundo y me gusta ir, meterme en los museos, descubrirla, perderme… Así como París, otra de mis favoritas. Ahora estoy aquí y me levanto por la mañana, me pongo unas zapatillas y adonde los pies me lleven. Me veo alguna exposición, me meto en algún cafecito… Es una ciudad que me fascina y también me parece estimulante, hermosa, bellísima… Si a Nueva York he dio 20 veces, a París he venido como 80.

¿Qué no puede faltar en tu equipaje?

Un libro, unas zapatillas para caminar, bloqueador solar y una buena mochila para ir cómoda. Imprescindibles.

¿Gastas alguna manía viajera?

No, soy súper practica. De hecho, soy muy buena viajera, mis amigas se quedan siempre impactadas de lo bien que hago la maleta. En una pequeñita, me cabe de todo [risas]. No me agobio con el tema de los aviones ni con llegar demasiado pronto. Sé calcular bastante bien mis tiempos. Me gusta tanto viajar que lo tengo muy incorporado en mi vida. He tenido épocas de viajar tanto con las pelis y las series que, a veces, no podía ni desempacar la maleta. Era llegar, abrir, sacar, volver a meter otras cosas nuevas y arrancar para otro lugar.

Va la última pregunta, y no menos importante: ¿por qué viajas?

Por placer, por disfrute, por abrir mi cabeza, por expandir mi espíritu y mi alma, por crecer, por madurar. Me gusta mucho eso. Creo que viajar nos abre la cabeza y que es de las cosas más importantes que nos pueden pasar como seres humanos. Por eso a mi hija, desde muy chiquita, le he enseñado la importancia de viajar. Ella también lo goza muchísimo y siempre me ha acompañado a los rodajes. Tiene un papá argentino y una mamá colombiana y ha atravesado el charco muchísimas veces. Siento que todo eso ha hecho que sea una adolescente muy madura y sensata. Creo que viajar hace que tu mirada sea más empática, más amplia, más generosa.