Con el mundo por tablero y un par de dados como pasaporte es posible recorrer miles de kilómetros y descubrir nuevos lugares sin ni siquiera mover un pie del suelo. Y es que en cierto modo, los viajes son una especie de juego cuyo fin último -por lo general- es disfrutar del camino y guardar buenos recuerdos del momento.
Bajo esta reflexión se esconde un universo de juegos de mesa capaces de transportar al jugador a lugares y épocas remotas como los viajes de Marco Polo por Asia, descubrir Marrakech enfundándose en la chillaba de un comerciante árabe, conocer cada rincón de Carcassonne o recorrer de extremo a extremo los continentes a bordo de un tren a vapor. Las posibilidades son infinitas. ¿cuál será el próximo destino?