
La emoción y la curiosidad humana suelen llevar al viajero también a querer tocar y acariciar los animales: "¿Será tan suave como parece el pelo del perezoso? ¿Es viscoso o duro el caparazón de una tortuga? Es tan tierno este canguro que dan ganas de abrazarle"… Sin embargo, en ese instante, no somos realmente conscientes de las consecuencias que pueden conllevar nuestros actos tanto a nivel del bienestar de la fauna y del ecosistema, como por lo que se refiere a la peligrosidad y al alto riesgo sanitario que existe.
CÓMO LA PRESENCIA DEL VIAJERO PUEDE AFECTAR AL Bienestar animal
Los animales salvajes no están acostumbrados al contacto con las personas, por lo que es imprescindible mantener siempre la distancia de seguridad. La presencia humana les puede incomodar, estresar, asustar e incluso llevar a provocar la muerte. Porque, aunque hay especies más sensibles que otras, cuando un animal se encuentra en una situación que no controla o entiende, el grado de estrés que sufre puede ser fatal. Ejemplos de ello es el caso del delfín que falleció en una playa de Argentina como consecuencia de turistas que querían hacerse un selfies.

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Por otro lado, la presencia y cercanía de los humanos puede provocar un cambio en el comportamiento de los animales afectando directamente a su vida social, su reproducción (tanto al apareamiento como a la cría), su búsqueda de comida (especialmente en el caso de los animales cazadores), su orientación y su migración.
Finalmente, existe la posibilidad de que los animales se acostumbren a la presencia humana, de manera que pierdan el miedo y quieran acercarse a las poblaciones urbanas. En estos casos, se suele generar un problema de convivencia que, desgraciadamente, acostumbra a solucionarse sacrificando al animal por el bien de la sociedad como la famosa morsa Freya de Oslo.
CÓMO EVITAR Posibles ataques
Los animales salvajes, incluso los que son mantenidos en cautividad y están acostumbrados a la presencia humana, no son animales domésticos, y por tanto mantienen sus instintos más básicos y naturales. Por ello, son impredecibles y potencialmente peligrosos, ya que ante cualquier situación en la que se sientan vulnerables o amenazados, pueden atacar.

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“Esto es especialmente cierto en el caso de los animales territoriales, que pueden sentir que se está invadiendo su espacio, o de las madres con huevos o crías, que son altamente protectoras y por tanto susceptibles de reaccionar de forma agresiva ante cualquier amenaza”, explica Míriam Martínez, veterinaria del Área de Animales Salvajes de FAADA.
Así pues, es imprescindible evitar todo contacto con los animales, también el visual, minimizar el ruido y ser especialmente cuidadoso en época de reproducción. Las personas que se acercan demasiado a la fauna salvaje se exponen a un posible ataque, que en el caso de ciertas especies puede resultar incluso mortal.
¿qué riesgo sanitario hay?
La consecuencia más desconocida del contacto directo con la fauna salvaje y, por tanto, la más subestimada, es el alto riesgo de transmisión de enfermedades que hay entre las personas y los animales. La llamada zoonosis. Se trata de enfermedades infecciosas transmisibles de manera natural entre los animales y las personas, que pueden estar provocadas por distintos patógenos (bacterias, hongos, virus o parásitos). Como la rabia, la salmonella, la tuberculosis, la tiña, la sarna, la psitacosis, el ébola…

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Dichas patologías constituyen un importante problema de salud pública en todo el mundo. Representan más del 60% de las enfermedades infecciosas conocidas, y el 75% de todas las infecciosas emergentes o recientemente identificadas.
El informe “10 enfermedades a tener en cuenta en el turismo postpandemia” elaborado por la Fundación iO y IATI Seguros, destaca el riesgo que representan algunas enfermedades zoonóticas para los turistas y apunta a que un 8% lo constituyen aquellas transmitidas por contacto directo con animales, como la rabia.
También hay que tener presente que las zoonosis son bidireccionales. Es decir que el ser humano también puede contagiar a la fauna salvaje. Tal y como demostró una investigación realizada por los Institutos Robert-Koch y Max Planck que evaluó los riesgos de transmisión de enfermedades entre humanos y simios habituados al turismo y la investigación, y encontró evidencias de transmisión de virus de humanos a simios salvajes. Unos datos muy alarmantes teniendo en cuenta que estamos hablando de una especie en peligro de extinción.

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¿Cómo hay que comportarse durante un avistamiento?
En cualquier tipo de encuentros, siempre va a haber un riesgo, pero este se multiplica cuando el viajero se aproxima a los animales sin tener en cuenta las recomendaciones básicas. Por ello es imprescindible tener en cuenta los siguientes consejos, recopilados en el proyecto Turismo Responsable con los Animales de FAADA:
- Mantener siempre la distancia de seguridad. Por ejemplo, en el Bosque Impenetrable de Bwindi la distancia mínima estipulada para avistamientos de gorilas es de 7 metros, mientras que la distancia convenida en el caso de las tortugas en Hawái es de 3.
- Evitar totalmente el contacto directo con los animales, incluso si son ellos los que se acercan.
- No provocar a los animales ni intentar atraer su atención de ninguna manera. Especialmente con comida.
- Evitar el contacto visual prolongado en el caso de algunas especies, ya que pueden interpretarlo como una amenaza.
- Minimizar el ruido para no asustar a los animales.
- Intentar ser previsibles, evitando por tanto hacer movimientos repentinos.
- Durante la época de reproducción, de muda o de cría, se requiere de un cuidado extra. Como evitar no colocarse entre dos animales o bloquear su trayectoria, especialmente si se trata de una madre y su cría.
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