A pesar de un urbanismo de aspecto decadente, con edificios que languidecen y coches de los 40’s recorriendo sus calles, e incluso un Internet que brilla por su ausencia, la capital de Cuba enamora hasta la médula a la mayoría de sus visitantes. Es, sin duda, porque rezuma arte por cada esquina, y por su gente, que baila con cualquier compás y anima el mítico malecón de día o de noche.