No hace falta ser un ferviente religioso para visitar el Rocío, aunque para quienes profesan la fe católica esto sea lo más parecido al Nirvana, pero con mucho más arte. Este pequeño pueblo de Huelva es un imán para los andaluces, sobre todo durante los fines de semana, atraídos por un estilo de vida relajado y cañas perfectamente tiradas al atardecer. En el Rocío no hay calles, hay pistas de arena, y tampoco hay ni un metro cuadrado de asfalto, así que los pocos coches que acceden hasta la aldea quedan relegados por caballos y carretas, el medio de transporte predilecto por los visitantes quienes, convertidos en auténticos jinetes, no se bajan del caballo ni para ir al bar.