Bajo las montañas del Pirineo corren no solo ríos de agua fría procedente de los glaciares sino también caliente, muy caliente, por encima de los 30 ºC. Los primeros pobladores de estas montañas ya lo sabían, se lo contaron a los romanos y estos, grandes aficionados a las termas, no dudaron en aprovechar aquellas fuentes naturales como caldarium (baños calientes). Aquellas balsas de aguas caldas empezaron a darse a conocer en el siglo XIX entre los primeros turistas de montaña. Ahora son centros balnearios con todo tipo de comodidades o han permanecido como sencillas balsas de piedra en las afueras de un pueblo o en medio del bosque. He aquí una selección.