Ya dijo Séneca que todos los hombres quieren ser felices, aunque parezca que en este distópico 2020 la felicidad haya dejado de tener importancia. Tal vez por eso mismo, como reacción a la extraña negrura que cubrió el horizonte de expectativas de todos con la llegada de la pandemia, en Dinamarca han decidido que ya era hora de sonreír un poco y han estrenado el Museo de la Felicidad (The Happiness Museum). No es extraño que hayan sido precisamente ellos, teniendo en cuenta que es el segundo país más feliz del mundo según el último ranking que la Organización de las Naciones Unidas elabora entre 156 países.
El museo abrió puertas este junio en el número 19 de la calle Admiralgade, en un bello edificio construido a finales del siglo XVIII, y está comisionado por el Instituto de Investigación de la Felicidad (HRI, en sus siglas en inglés ), un grupo de expertos que se centra en el bienestar, la felicidad y la calidad de vida, capitaneado por Meik Wiking.
"Nuestra esperanza es que los visitantes se vayan un poco más sabios, un poco más felices y un poco más motivados para hacer del mundo un lugar mejor" (Meik Wiking)
A Meik Wiking no le cuesta sonreír. Para comprobarlo basta realizar una sencilla búsqueda de su nombre en Google: el resultado es que toda la pantalla se llena de sonrisas. Al fin y al cabo, a Meik Wiking se le conoce como “el hombre más feliz del mundo”. Se licenció en Ciencias Políticas y trabajó para el Ministerio de Asuntos Exteriores de Dinamarca, pero a partir del 2012 se consagró a la felicidad. A la suya, y a la de todos. Ha publicado tres best sellers que se venden como rosquillas: Lykke. En busca de la gente más feliz del mundo, Hygge. La felicidad en las pequeñas cosas y El arte de crear recuerdos (los tres en Libros Cúpula)