¿Ahora mismo se siente más amparado o desamparado?
Amparado. Cada vez más. ¿Dónde? Escribiendo, con ciertas amistades, en mi casa de Madrid, que es mi primer hogar, todo lo que pasa en estas habitaciones hay algo de amparo que siento más que hace unos años. Mi situación laboral o carrera artística está un poco más amparada.
¿Le cuesta o es natural para usted alternar la guitarra con el teclado del ordenador?
Cambiar los mecanismos de formalización de cualquier disciplina artística siempre es un trabajo. Yo estoy acostumbrado a cambiar. Trabajo con gente que se dedica a la danza contemporánea, al performance, al video arte, al cine, etc. Tengo una cierta facilidad, que no me viene dada de la naturaleza, sino de trabajarla día a día. Es verdad que, más allá de lo técnico, los intereses espirituales y conceptuales que puede haber en las diferentes disciplinas los toco de una manera u otra. Al fin y al cabo, lo más importante, es repensar, conocer o reconocer qué quieres contar y, a partir de ahí, los mecanismos se van aprendido poco a poco.
¿Cómo se siente más cómodo, tocando la guitarra o escribiendo?
Depende de lo que vaya a contar. Técnicamente tengo más recursos con la guitarra, aunque cada vez la toco menos, que escribiendo, que cada vez lo hago más. Precisamente por eso, como tengo menos recursos escribiendo lo hago más para aprender. Depende del contenido. Escribir, algunas veces, se convierte en un sufrimiento para mí, en el sentido de que no tengo tantas herramientas y traducir en palabras, según qué cosas, siempre es difícil. Traducir en sonidos según qué cosas, también es difícil. Todo depende de qué vaya a contar y qué proceso personal e íntimo conlleve. Para mí escribir sigue siendo una espacio de liberación y de reconocimiento personal. Tiene algo de labrar, de generar un surco. Como lo es grabar un disco, que además de generar un surco, es una especie de espejo de sombra. Una sombra de parte de tu personalidad de ese momento. Escribir también es verte reflejado. Te ayuda a ver tus pensamientos y a seguir cuestionándote, interrogándote, reconociéndote.

San Sebastián
"Hay dos ciudades que me encantan para fugarme: Valencia y San Sebastián. Las dos tienen playa y buena gastronomía".
Foto: iStock
¿Qué le resulta más solitario, escribir o cantar?
Escribir. Al hacerlo necesito más soledad. Cada vez entiendo más a mis amigos escritores, en las zonas en las que viven, el tiempo que desaparecen. Cantar es un acto menos solitario que escribir.
¿Qué ejercicios realiza para poder hacer los sonidos que hace en sus conciertos?
Siempre experimento en el escenario o en los procesos creativos. No tengo una rutina diaria de entrenamiento. Esa rutina, ese entrenamiento, tiene que ver más con la formación, con la lectura, con otras formas de experimentación más allá de la técnica. Los sonidos que hago dependen de estados físicos, mentales y espirituales. Esos sonidos, aunque tienen una parte técnica, parten de estar de una forma concreta. De colocar el cuerpo. Por eso, muchas veces, lo que hago está más cerca del mundo de la aleatoriedad, más que de la técnica. Si yo quiero hacer un ruido determinado nunca me sale igual porque depende de todos esos baremos, relieves e inexactitudes que he comentado y que a mí me interesan. Además, yo en casa no canto. Tengo un cartel que pone “Prohibido cantar”. Lo hago donde puedo encontrar estados de conciencia diferentes.
¿Cuánto de cansado acaba después de una de sus actuaciones?
Acabo cansado, pero con la experiencia que uno va acumulando el cuerpo lo asume. Hay veces que cruzas un límite y te cansas mucho más de lo que deberías, de lo que la agenda laboral te recomienda. Son riesgos que hay que tomar o que a mí me gustan tomar. Cuando se está en el escenario o en un espacio escénico son otras lógicas y leyes las que funcionan ahí.
Ahora mismo estoy buscando un espacio al que fugarme. Un retiro. Un lugar que esté cerca de la playa, aunque yo no sepa nadar.
¿Dónde experimenta más, en la música o en los libros?
En la música. Llevo más tiempo en ese mundo. Todos los principios, de cualquier artista, son conservadores. Yo siento que estoy empezando a escribir, soy un principiante. En un sentido formal soy un escritor clásico. No me he metido en la poesía experimental, por ejemplo.
Es un músico que venera el silencio. El silencio como escucha.
Cada vez trato más de acercarme a la concepción del silencio. Ramón Andrés, amigo y escritor al que leo mucho, nos enseña que el silencio no es tanto una cuestión material, sino que es un estado de conciencia. Entonces intento acercarme a ese estado de conciencia mediante la música. Es una paradoja, siempre. También me puedo acercar a ese estado de conciencia comiendo, escuchando en la conversación, etc. Ahí hay un silencio que me interesa muchísimo.

Valencia
"Hace poco he hecho una pieza en Valencia sobre las fábricas y las discotecas, que hoy son las mismas salas. La fábrica como paisaje es algo que siempre me ha interesado mucho".
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¿Qué es más sencillo, tararear sus canciones o ser fan suyo?
Siempre es más sencillo el fanatismo. Es un camino mucho más corto el del fanatismo que el de la memoria y el de la escucha. Mis canciones son difíciles de tararear porque yo hago pocas canciones en el sentido convencional. Mucha gente me considera un traidor y otros una revelación. Hay un flujo constante de cambio de público. Cada vez menos, es verdad, pero como cada trabajo que hago es muy diferente del anterior el público tiende a cambiar. Siempre hay mucha controversia.
¿Indisciplinado o inquieto o excéntrico?
Inquieto, indisciplinado y excéntrico.
¿La muerte inspira más o da más miedo o al revés?
Como me da mucho miedo la muerte, aunque cada vez trato de que me dé menos, todo ese proceso, ese estado que me genera, me resulta inspirador. El miedo, que es una máxima en mi vida porque es algo que me atraviesa, para mí tiene un sentido terapéutico, por decirlo de alguna manera. Con las prácticas artísticas le puedo dar la vuelta a ese miedo y convertirlo en inspiración. Ahí es donde le encuentro sentido y le saco partido al miedo y a la muerte. De una u otra forma, todos mis trabajos están atravesados por esta cuestión.
El tañido de una campana me lleva a Navarra, a la ermita del pueblo de Arientza (Aretxabaleta), en el que hay una escuela de campaneros y en el que grabé mi último disco, 'La exclusión'.
¿El tañido de una campana adónde le lleva?
El tañido de una campana me lleva a Navarra, a la ermita del pueblo de Arientza (Aretxabaleta), en el que hay una escuela de campaneros y en el que grabé mi último disco, La exclusión. Durante el tiempo que estuve allí con mi equipo grabando experimentamos con los campaneros, experiencia que también me inspiró para escribir.
En su poemario menciona su condición de fugitivo, ¿adónde va, espiritualmente hablando, y a qué lugar, literalmente, le gusta fugarse o le gustaría poder hacerlo?
Ahora mismo estoy buscando un espacio al que fugarme. Un retiro. Un lugar que esté cerca de la playa, aunque yo no sepa nadar. Mis relaciones siempre tienen que ver con el amor y con el odio. Hay dos ciudades que me encantan para fugarme: Valencia y San Sebastián. Las dos tienen playa y buena gastronomía.

Madrid
"Vivo en el centro de Madrid y tengo la dicha, que también la busqué, de estar muy cerca de la triada que forman el Museo del Prado, el Thyssen y el Reina Sofía".
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Habla de fábricas desde el recuerdo de los sabores y olores, ¿cuándo viaja visita esas fábricas abandonadas que hoy son patrimonio industrial? Creo que ha actuado en Róterdam, ciudad neerlandesa donde hay una fábrica que hoy se visita como si fuera un monumento, Van Nelle, donde se producía café, té y tabaco. Un ejemplo de arquitectura moderna.
Yo soy fan de visitar fábricas en funcionamiento. Son las que suenan, las que tienen una historia viva, personas. Recuerdo haber visitado una cerca de Berlín. También he tenido la suerte de poder hacer algo en alguna fábrica. Mi padre durante mucho tiempo trabajó en una fábrica, Elche es una ciudad industrial. Constantemente busco fábricas para trabajar, en el sentido artístico, en Elche y, de momento, no ha sido posible dar con una en la que poder hacerlo. Hace poco he hecho una pieza en Valencia sobre las fábricas y las discotecas, que hoy son las mismas salas. La fábrica como paisaje es algo que siempre me ha interesado mucho.
¿Comer es viajar a través del estómago? ¿A qué sitios le ha llevado su estómago?
La gastronomía me gusta mucho. Viajo poco al mundo asiático, sin embargo, muchos de los restaurantes a los que voy son de aquella zona. La experimentación en la cocina asiática sigue siendo algo muy relevante. Cada vez soy más partidario de inspeccionar, desde Europa o desde los sitios a los que voy, que haya connotaciones de lo asiático. He encontrado pocos viajes gastronómicos por Europa que, por ejemplo, me puedan llevar a África. Creo que ese espacio, en unos años, será un lugar a experimentar.
Viajo poco al mundo asiático, sin embargo, muchos de los restaurantes a los que voy son de aquella zona.
¿Dónde se siente más cómodo cantando: en un escenario, en un museo o en un balcón?
Por una cuestión de comodidad un teatro sigue siendo la creación más cercana al rito que buscamos en un sentido espiritual. Un museo es un espacio muy especial, pero muchas veces, para el acto musical, tal y como estamos educados musicalmente, es difícil. Cuando actúo en un museo trato de cambiarlo, amoldarlo a mi propuesta, a mis intereses que me vienen del mundo de la performance a trabajar en el espacio junto al espacio y todas esas fórmulas arquitectónicas que tanto se han trabajado en las vanguardias.
Su fondo de escenario es un cuadro de Picasso, de Bacon…
Son artistas que conforman mi manera de ver el mundo. Todas las semanas hago un programa de Radio 3 (eXtrañas HeterodoXias) y hace poco lo hice en el Museo Thyssen, junto a la obra de Francis Bacon, que es una obra que yo he trabajado muchísimo. Es muy emocionante cantar al lado del Guernica y otras tantas pinturas que para mí significan tanto. Lo malo es que las condiciones no están pensadas para el sonido o no para el sonido que estamos acostumbrados a escuchar.
¿Su museo favorito?
En España tenemos un nivel de museos increíble. Vivo en el centro de Madrid y tengo la dicha, que también la busqué, de estar muy cerca de la triada que forman el Museo del Prado, el Thyssen y el Reina Sofía. Esta tarde, por ejemplo, iré a ver la exposición de René Magritte al Thyssen, lo que en este momento le convierten en el museo más maravilloso de todos. Pero pasado mañana iré al Reina Sofía a ver la exposición de Pedro G. Romero y se convertirá en el mejor museo de todos. Y qué voy a decir del Prado. Otro museo que me alucina es el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

Iglesia San Sebastián
"También las iglesias me inspiran, como la iglesia de San Sebastián de Madrid, que es muy curiosa".
Foto: iStock
¿Cuándo viaja tiene tiempo para ver museos y disfrutar de los restaurantes?
Para ver museos sí, para disfrutar de un restaurante menos porque requiere más tiempo. También depende de mi cansancio. A un restaurante en concreto, a los que te exigen una cierta dedicación y tiempo, no suelo ir si no tengo un día libre. No puedo comer al mediodía y actuar a la noche. Ir al museo de la ciudad de turno siempre es revelador.
¿En sus viajes qué fotografía?
Hago muchas fotos y las cuelgo en mi Instagram. De las últimas que recuerdo son unas fotos que tomé en la Staatsgalerie, en Stuttgart, de una serie de pinturas de Hans Holbein el Viejo. Pintor que descubrí a través de Umberto Eco y su Historia de la fealdad. Me interesaba mucho de sus cuadros cómo estaba vestido Jesucristo y la gente que lo maltrataba. Yo soy fan del gris, un color muy presente en esas pinturas que fotografíe y que tan reveladoras fueron para mí.
¿Dice más veces No o Sí?
Últimamente digo más sí, hace unos años decía más no. Yo vengo de unas ideas de las cuales siempre se ha dicho que el no es el acto más revolucionario de todos. Después he comprendido que decir sí, que tiene que ver con hablar de la empatía, de humanismo, de escuchar al prójimo, de abrir una puerta al prejuicio, creo que tiene mucho más valor. Esto es algo que he aprendido de mi gran amigo Adoni Aduriz, el cocinero de Mugaritz. Hay que decir no sé y sí. Más que ese no hermético de los movimientos sociales que ha muerto de soledad.
Un lugar oscuro que me inspire es cualquier tipo de after.
¿Adónde le han llevado sus errores?
Mis errores me llevan a las preguntas, a cuestionarme, a reconocerme como débil.
¿Un lugar oscuro y otro silencioso que le inspiren?
Cualquiera de los museos que he mencionado me sirve como lugar silencioso que me inspira. También las iglesias me inspiran, como la iglesia de San Sebastián de Madrid, que es muy curiosa. En mis viajes es posible que no vaya a un museo, pero a ver iglesias sí. Hace poco estuve en Zamora y pude visitar la iglesia de la Magdalena y me quedé fascinado.
Un lugar oscuro que me inspire es cualquier tipo de after. En Madrid hay varios y, sobre todo, clandestinos. Un after te lleva a nuevas realidades. Otro after clandestino que también me gusta es el de la playa. En Valencia lo he disfrutado mucho.
Siempre vuelve al mar, aunque no sepa nadar.
Voy donde esté el peligro.