En el mundo se las llama de muchas formas diferentes, rueda de la fortuna, rueda Ferris, rueda gigante, de la vida… Pero reciban el nombre que reciban, son fácilmente identificables: las norias de feria suelen ser grandes, redondas y giran, mezclando al hacerlo la diversión con un poco de vértigo. Ya el viajero británico Peter Mundy tuvo oportunidad de describir una especie de noria en Bulgaria durante uno de sus viajes por Europa y Asia en el s. XVII. Desde entonces, las norias han sido foco de atención allá donde se hayan instalado. Protagonistas de escenas memorables de películas -”Tú y yo ya no somos héroes. Ya no hay héroes en el mundo”, le dice Harry Lime a Holly Martins subidos en una noria, en El Tercer Hombre- y, también, de momentos románticos en la vida real, de recuerdos infantiles que jamás se olvidarán y de anocheceres espectaculares sobre las ciudades más importantes. No hay duda, las norias siempre son una buena excusa para hacer las maletas.