Cada vez son más los viajeros que marcan con una “X” bien grande los cementerios que hay que visitar, como si más que un lugar para los muertos, lo fueran para los vivos. No es que anden buscando el toque macabro, sino que los cementerios tienen miles de historias que contar. Muestran como pocos lugares la idiosincracia más íntima de los destinos, pues hay pocas cosas tan reveladoras como la muerte. Hay muchas razones para visitarlos: puede ser la arquitectura, puede ser que en ellos haya algún famoso enterrado, o puede ser como en este caso, que sean los cementerios con las mejores vistas del mundo.