Georgia O’Keeffe (Sun Prairie, 1887-Santa Fe, 1986) quiso desde niña ser pintora y acabó siendo considerada «la madre del modernismo estadounidense». Creció en el ambiente rural de la granja que su familia tenía en el pueblo de Sun Prairie (Wisconsin) y muy pronto destacó en la escuela por sus dotes pictóricas. Apoyada por sus padres y maestros, al acabar el colegio empezó los estudios de arte, primero en el Art Institute of Chicago y luego en el de Nueva York, donde volvió a sobresalir entre otros principiantes. En 1908, con algo de reconocimiento, ganó su primer premio. Sin embargo, decidió apartarse de su faceta artística al no sentirse cómoda con las tendencias encorsetadas de la pintura de su época, así que los años posteriores trabajó como ilustradora y maestra de dibujo.
En 1912, un colega la animó a probar sus ideas alternativas a la imitación realista. En 1915 realizó una serie de pinturas abstractas, hoy consideradas de las más innovadores del arte estadounidense de aquel periodo. Su vida cambió cuando en 1918 viajó a Nueva York para pasar un año pintando, financiada por el entonces ya famoso fotógrafo Alfred Stieglitz. En aquellos años Nueva York bullía, en parte gracias a las iniciativas del grupo liderado por Stieglitz, artífice de la transformación del ambiente artístico en Estados Unidos. Se casaron en 1924, viviendo y trabajando juntos y siendo impulsores en las nuevas tendencias del arte neoyorquino. O’Keeffe creó aquellos años su rompedora serie de rascacielos, de una simpleza sorprendente y visualmente moderna.
Aunque compartía pasión con su marido por la fotografía (las colecciones de ambos en blanco y negro son hoy un clásico), O’Keeffe resaltó entre las pioneras de la pintura abstracta por su técnica y la elección de sus temas, por ejemplo primeros planos de flores que muchos decían representaban los genitales de las mujeres, aunque O'Keeffe siempre negó esa intención, no sin cierta ironía.