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Del paisaje al cuadro: Sainte-Victoire vista por Cézanne

La icónica montaña de la Provenza fue una musa con muchas caras para el pintor francés.

Con este fascinante paisaje arranca un serial sobre las obras de arte y su contexto. Es decir, sobre aquellos lugares que inspiraron a los más grandes genios de la historia y que hoy se visitan con un óleo en la memoria. La primera parada es la montaña de Sainte-Victoire, un accidente geográfico que Cézanne pintó en varias ocasiones y que le supuso un verdadero impulso para indagar y profundizar en los nuevos lenguajes pictóricos. 

 

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Sainte Victoire

Foto: iStock

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El paisaje

De todos los pintores que quedaron seducidos por la Provenza francesa, Paul Cézanne (1839-1906) fue el que estudió con más intensidad las luces, formas y colores de sus paisajes. Aix-en-Provence, el lugar donde nació y falleció, es en la actualidad el punto de inicio de varias rutas que siguen la vida y obra de este posimpresionista. En esta bonita ciudad con calles, tiendas y mercados sobre los que flotan aromas a lavandas y otras flores, se puede seguir un itinerario señalizado centrado en el artista, que incluye las casas de su infancia y juventud, las plazas que frecuentaba o los cafés a los que acudía para hablar de arte con colegas de la época. 

El paseo suele extenderse fuera del centro de la ciudad, por ejemplo al Atelier des Lauves, fuera del centro de Aix-en Provence, pero conectado por línea de autobús. En este atelier, el visitante puede pasear por los jardines del que fuera su taller y residencia familiar, una casa de campo de dos plantas en la que se conserva su estudio en el piso superior, decorado con pinceles, caballetes y bodegones que reprodujo, todo iluminado por la luz que se filtra por un amplio ventanal.

El itinerario completo, en el que las pinturas de Cézanne cobran vida en muchos recodos, puede llegar a la casa familiar reproducida en el cuadro Maison de Jaz Bouffan (1885), donde Cézanne residió con sus hermanas hasta 1899, y desde la que solía recorrer los diversos senderos que bordean la cima de Sainte-Victoire, la montaña que fue su obsesión. 

Otra etapa imprescindible es la cabaña de las Canteras de Bibémus (1895), explotadas desde la época romana hasta finales del siglo XVIII, un paraje que también le enamoró, hasta el punto que adquirió una cabaña de piedra en la que guardaba telas y caballetes. Este rincón le inspiró hasta 11 óleos y 16 acuarelas. Para concluir este paseo por los escenarios reales de Cézanne, la ruta llega al pueblo de Gardanne –distante 15 km del inicio en Aix-en- Provence–, que el artista también inmortalizó en un óleo pintado en 1885, y donde vivió con Hortense Fiquet y el hijo de ambos. 
 

2048px-Montagne Sainte-Victoire - Paul Cézanne

Foto: Wikimedia Commons

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El cuadro

Hacia la década de 1880, Paul Cézanne regresó a su ciudad natal tras vivir unos años en París donde no se sentía del todo a gusto entre los impresionistas entonces en boga. Además, echaba mucho de menos los paisajes de luz mediterránea de su niñez y adolescencia. 

En esta etapa madura en Aix-en-Provence decidió convertir la naturaleza en arte. Fue un pintor obsesivo, ya fuera con bodegones, figuras o con los paisajes que le seducían. Pero sin duda su principal musa en el sur de Francia fue la montaña de Sainte-Victoire, que reprodujo de forma insistente como si se tratase de un monumento. Hasta 44 óleos y 43 acuarelas llegó a pintar de este macizo de 1001 metros que emerge al este de Aix-en Provence. 

La serie de pinturas de Sainte-Victorie plasman la transformación técnica de Cézanne con el paisaje. La montaña era la protagonista central; las casas, árboles, campos y el cielo se convertían en un juego de contrastes. El artista se inspiraba en la geometría para representar la naturaleza y utilizaba los colores para conseguir los distintos planos en relieve. Su estilo evolucionó hasta obtener una visión pictórica muy moderna para su época, y que hoy se considera preludio del cubismo y con él de las vanguardias del siglo XX.

A Cézanne le gustaba recorrer a horas distintas los senderos hasta encontrar la luz o la perspectiva que buscaba. Entonces se sentaba unos minutos para realizar unos pocos bocetos o instalaba su caballete y su sombrilla para pasar horas pintando, olvidándose del tiempo; en una ocasión llegó a desfallecer por el frío durante una tormenta. Hoy, en el Sendero de la Marguerite que lleva hacia la montaña hay colocados hasta 10 paneles en lugares desde los que se pueden contemplar las mismas vistas de Sainte-Victoire que Cézanne inmortalizó en sus cuadros.