Hoteles con historia

Palacio de Luces: la historia de Lastres hecha hotel

Alojares en el único Relais & Chateaux del Principado de Asturias es un viaje por las épocas que marcaron a este enclave cantábrico.

Cuando José María Victorero Vázquez, también conocido como “el Señoritín”, se jugó la finca por primera vez, la familia aún estuvo a tiempo de recuperarla. No así cuando se la jugó por segunda ocasión. Fue entonces cuando acabó siendo subastada. O al menos, esa es la historia que cuentan los del concejo asturiano de Colunga. Sea como fuere, el Palacio de Luces pasó por diferentes propietarios que lo usaron como explotación agraria hasta llegar en la actualidad a manos del grupo hotelero Globhi.

“Nuestra forma de trabajar se basa en que cuando compramos un palacio, contratamos a alguien que investiga a la familia y traza la historia del edificio”, explica a Viajes National Geographic Lydia Pérez García-Ruescas, responsable de marketing de la marca. Juan Antonio Rodrígues Menéndez es el historiador al que recurren. En realidad, es etnógrafo con formación de bioquímico, una de esas raras avis renacentistas con una visión multidisciplinar de las cosas. “Por desgracia, los españoles contamos muy mal nuestra historia”, explica al hablar de su trabajo. Pero eso no es lo que ocurre en el Hotel Palacio de Luces, que tiene historia, ¡y qué historia!

 
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Foto: Hotel Palacio de Luces

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Orígenes de hidalguía

Hotel Palacio de Luces es un estandarte de cómo los hoteles pueden ser representativos del lugar donde se ubican. Son los establecimientos que entroncan con la cultura y con la historia del entorno, precisamente, los que suelen marcar la diferencia. El origen de este Relais Chateaux se remonta al S. XVI, cuando Juan Victorero el Viejo, perteneciente a la saga familiar de hidalgos que ofrecieron sus servicios de armas en la frontera, funda el mayorazgo en 1580. 

A cambio de manejar la espada y controlar militar y administrativamente el territorio hasta comienzos del XVI, los hidalgos se beneficiaron de beneficios y exenciones a los pagos a la Corona. “La figura del hidalgo es absolutamente desconocida y está muy  desdibujada en la historia de España -cuenta Juan Antonio Rodríguez Menéndez-. Yo siempre digo que son algo así como los samuráis de la Europa occidental, con la diferencia de que aquí importaba el orgullo y el honor mucho más que en los japoneses, que tenemos bastante idealizados”.

Cuenta este historiador detectivesco que donde más abundaron los hidalgos en los siglos XVI y XVII fue en la cornisa cantábrica. De hecho, Asturias contaba con una proporción de población hidalga del 80%. Prácticamente una hidalguía universal a la que se le acabaron los buenos tiempos con la toma de Granada y el fin de las políticas fiscales. Entonces, sólo fue quedando la parte más elitista, de duques para arriba. Si hubo un lugar donde los hidalgos pudieron continuar con su labor fue en América…

 
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Foto: Hotel Palacio de Luces

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Un hotel de Indianos

La palmera que se ve desde la carretera es la señal que marca el lugar del tesoro. La palmera no es asturiana, sino que llegó en algún momento allende los mares. Si se volvía de hacer las Américas no se volvía igual. Al menos, a los que fueron no les ocurrió lo que a muchos de los primeros hidalgos que perdieron sus riquezas con el devenir del tiempo. Como aquel escudero que se convirtió en el tercer amo que sirvió el Lazarillo de Tormes, que no tenía ni para alimentarse él mismo: “Contemplaba yo muchas veces mi desastre, que escapando de los amos ruines que había tenido y buscando mejoría, viniese a topar con quien no sólo no me mantuviese, mas a quien yo había de mantener”.

Los Victorero sí salvaron riqueza y honra. Explica Juan Antonio Rodríguez que los hidalgos que se fueron a hacer la Américas sobrevivieron como linaje. Y es que con el fin de la Reconquista a la mayoría solo les quedó o bien los tercios o las colonias… “Quienes no escogieron ninguno de esos caminos sólo les quedó la miseria”.

Familia Victorero

Foto: Hotel Palacio de Luces

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La conexión mexicana

Cuenta Juan Antonio Rodríguez que en relación a las Indias hay dos periodos: hasta el XVIII con los Borbones, una inmigración nobiliaria. Y luego, a partir de ese momento, una inmigración popular, de emigrar porque se tenía que comer. Sin embargo, en ambos casos hay una característica común, y es que los inmigrantes siguen vinculados a la tierra. De hecho, en los archivos notariales de Lastres, cuando una persona emigraba, no se decía que había emigrado, sino que estaba “ausente en Indias”: no se está, pero se sigue estando de algún modo.  

En el extenso árbol genealógico de los Victorero, los cuatro hijos de Ramón Victorero Bada —los Victorero Lucio— fueron los que se lanzaron a la aventura de hacer las Américas. Escogieron como destino para ello México y no se les dio nada mal. Hicieron buena fortuna. Al menos, hasta que la política se cruzó en su camino y llegó la Revolución Mexicana. Dos de los hermanos, Antonio y Agustín, decidieron volver a Lastres. No fue una aventura fácil y en medio de los peligros padecidos prometieron que si regresaban a su tierra sanos y salvos, construirían una cruz en señal de agradecimiento. La construyeron y la llevaron hasta el mismísimo Picu Pienzu, icono geográfico de la comarca.

 
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Foto: Hotel Palacio de Luces

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El lujo del espacio

Si es posible disfrutar del Hotel Palacio de Luces en la actualidad lo es en parte por estos Victorero que hicieron las Américas. La prueba es la cantidad de casonas nobles en Asturias que acabaron siendo granjas. Como explica Juan Antonio Rodríguez, si bien al volver los Victorino escogieron la Casa Grande de Lastres para mostrar su poderío económico, el Palacio de Luces fue siempre su solar patrio, el símbolo de todo un linaje de guerreros, comerciantes e indianos.

Se llega a la recepción por el edificio del antiguo palacio, se pasa bajo el escudo de armas de la familia y, entonces, da la bienvenida toda la historia acumulada durante siglos. Tal vez no se aprecie, pero el sutil cambio de pavimento marca el inmueble original de la ampliación. En el amplio pasillo acristalado, que encamina a los clientes o bien a sus habitaciones o bien al restaurante, se aprecia parte de la muralla integrada en el interior. Fue un requerimiento al solicitar el permiso para ampliar el hotel. Desde fuera no parece tan grande como cuando se descubre su distribución interior. Con solo dos plantas, Palacio de Luces es fiel al concepto de hotel horizontal. Todo está muy separado, creando la sensación de que se disfruta del hotel en solitario (aunque estén sus 44 habitaciones ocupadas).

Espacio, tanto en las zonas comunes como en las habitaciones -las más pequeñas cuentan con 15 m2 y las ocho junior suites llegan a los 45 m2-, el silencio a veces roto solo por el cencerro de algunas de las vacas que pastan por los alrededores y que da el necesario toque rural al lugar, la calma, las vistas, los jardines... Ese es el auténtico lujo. “Es un hotel de descanso. Los clientes se quedan mucho aquí. El otro día fue simpático ver a unos clientes alemanes que me encontré en el jardín de atrás, con sus sillas de playa, con su gorrito y sus libros. Estaban felices. Para eso es este hotel...”, cuenta Bruno Veiga González, director del hotel.

Restaurante Tella

Foto: Hotel Palacio de Luces

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Y el lujo de la gastronomía

Hasta hoy el restaurante de Palacio de Luces se conocía como el Balcón del Sueve. Y no era para menos, que las vistas desde él de la sierra donde se encuentra el hayedo de la Biescona, el de menor altitud de la península ibérica, son un extraordinario espectáculo. Tal vez por ello, para no desmerecer los fogones que maneja el chef Nacho García Canellada, el restaurante ha pasado a llamarse Tella y ahora apunta maneras para lograr su primera Estrella Michelin. Gastronomía asturiana, sí; pero con ese toque indiano propio de los que se trajeron costumbres de Las Indias, como ese helado de aguacate en el salmorejo del aperitivo o el cremoso de limón con su toque a lima. 

El Ferrero Rocher de foie con polvo de nuez y oro es una fantasía deliciosa que abre el menú degustación más que recomendable. Sigue una Ensalada de zamburiñas escabechadas con cama de algas wakame, emulsión de manzana verde y toques marinos; una trilogía de bacalao y, atención, unos Raviolis de colmenillas con jugo de pitu trufado que, cuenta Nacho, llevan la grasa del foie para rehogar en lugar de aceite o mantequilla. Prosiguen un plato de pescado de la rula de Lastres y otro de carne de proximidad. Nadie debería irse de aquí sin probar los canelones de centollo y cigala de la carta, una auténtica celebración hedonista en boca.

 
Lastres

Foto: iStock

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UNA VINCULACIÓN HISTÓRICA CON LASTRES

La vinculación de los indianos con su lugar de origen era muy fuerte. Los que volvían tras hacer fortuna, dedicaban parte de su riqueza a invertirla en los pueblos. Así, por ejemplo, los Victorero construyeron un convento con una institución docente vinculada. Y parte del patrimonio que lograron sacar de México lo invirtieron en una fábrica de tabaco y también algunas industrias de salazón, contribuyendo mucho al desarrollo económico de la zona. 

Precisamente, a muy pocos pasos del hotel se encuentra una conservera de anchoas. No una cualquiera, sino la de Agustín y Ana, de Anchoas Hazas. Aunque ellos le quiten importancia y digan que lo único que hacen “es recuperar lo de siempre”, el suyo es un trabajo artesanal de tanta delicadeza que hasta le sacan una a una las espinas a los lomos de anchoa con unas pinzas de mano. El secreto en la calidad final es que solo trabajan con la anchoa de primavera, con porcentaje mínimo de grasa, “que es la que coge mejor el salazón”, explica Agustín. Son las mismas anchoas que suministran al Palacio de Luces, que sigue cultivando de este modo la relación histórica del palacio con Colunga. 

En la conservera no le prestan menos atención al empaquetado. Tienen unas panderetas de anchoas que están cubiertas de una pequeña red de pesca, de las que tejen las rederas del puerto de Lastres, como Teresa, o familiarmente Teté, madre de la jefa de recepción del Hotel Palacio de Luces y que lleva toda la vida cosiendo redes. Posiblemente parezca un oficio demasiado humilde y esté mal pagado; pero como ella misma explica “sin redes no hay pesca”. Y es que el mar tiene su importancia histórica en toda la zona. 

De hecho, es parte de la historia que el hotel desea transmitir a los clientes a través de su colaboración con protagonistas como Carlos Rojo, histórico piragüista con una barba blanca a lo Hemingway que sabe salir con finura por la ría de Villaviciosa, bordeando la playa de Rodiles y su barra que ha hecho famosa a la playa entre los surferos de medio mundo. Nadie como él para mostrar el arte de la pesca y es que, como dice, “los peces también son golosos”.

 
Habitaciones 1

Foto: Hotel Palacio de Luces

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Y próximamente...

El Hotel Palacio de Luces estará abierto durante los meses de septiembre y octubre, antes de volver a cerrar sus puertas para completar el proceso de reforma con el que se busca completar la mejora de las zonas comunes y habitaciones. El mobiliario existente hasta ahora es del 2003 de castaño y de calidad, diseñado por Gastón y Daniela. Pero ya no es suficiente para Globhi… “Todos nuestros establecimientos son edificios emblemáticos -explica Lydia Pérez García-Ruescas- y cuando los transformamos en hoteles de lujo les damos un toque de innovación con una especial atención en la decoración de interiores”. En este caso, María Covarrubias se encarga de la iluminación, jugando un poco con la luminaria de la época. Todo el proyecto de decoración es de Proyecto Singular, mientras que la obra la dirige Antara. El resultado seguro que garantizará otros cuantos siglos de historia exitosa.