Tiempo de verano, cuando la vida es fácil. El reloj se ha detenido a los pies de la catedral de Palma para dos jóvenes, absortos sobre un colchón de piedra que sienten como el más mullido del mundo. El fotógrafo, entrenado en mirar, advierte detalles en los que cree reconocer un amor primerizo, de esos que el verano propicia. Como en la canción de Pausini “Son amores esporádicos, pero en ti quedarán “, igual que una fotografía que el tiempo no borrará. La prudente distancia de seguridad que guardan, sugiere que están en un comienzo, donde los brazos reposan sobre cada uno sin invadir el espacio del otro, y las piernas del muchacho se hacen un nudo, quizá como su corazón, conteniendo el palpito. Porque en verano todo puede ocurrir, en esta estación tan necesaria donde la vida concede un respiro, un reset indispensable.
“Hay otros mundos, pero están en este”. La célebre frase del poeta francés Paul Éluard parece retratarles, tan aislados en su propio universo que ni reparan en que un fotógrafo acecha ese instante para convertirlo en eterno. Igual que un mago, esa es su misión, fotografiar la condición humana, para hacer universales esas pequeñas historias particulares e irrepetibles. Atrapar algo efímero como el mismo verano o un instante de amor, y conseguir que para siempre perdure.
Y en ese momento exacto, la atmósfera se alía con los amantes dándoles un mayor sosiego, que inspira la creación de la imagen en esa hora que por algo llaman azul… El calor del día cede, y una suave brisa anuncia la noche, mientras la orquesta de grillos acompaña con su fondo sonoro bajo el cielo protector. El fotógrafo puede sentirlo, percibe ese mismo soplo que revive en él experiencias personales, y le empuja a usar su cámara construyendo una memoria para generaciones futuras, apresando esos instantes que nos hacen eternos y que llenan de sentido la existencia. Y a la vez, también justifican su pasión de fotografiar, de mostrar su propia percepción de la vida, en verano aún más hermosa.
Mientras ellos gesticulan, hablan, mueven brazos y manos desordenadamente sin acabar de encajar, el fotógrafo espera ese instante decisivo. Cuando de pronto, algo se dicen y estalla la chispa. Ella sonríe al fin en una expresión tan bella, que bien podría inspirar al mismo Leonardo para crear una nueva Gioconda actualizada. Una sonrisa que es una puerta de energía y conexión, que de pronto les une, y que el fotógrafo reconoce como el momento del clic tras una larga espera. Porque la paciencia, y también la fe, son claves en su oficio. Y así dispara, aliado con Cupido, en el mismo segundo que éste lanza su flecha para captar el momento decisivo de ese amor de verano. Que no es ni antes ni después, como una buena foto. Quién sabe si hasta con su mirada, con tanta convicción y constancia casi lo ha forzado.
La imagen final resulta poética, igual que esta lectura estival. Una historia que nunca sabremos si ha sido, si acaba, o comienza, como tantas otras de imágenes robadas… Al fin y al cabo, la poesía siempre es ambigua, abierta, también como las buenas fotos. Lo único seguro es que otra nueva pareja ocupará de nuevo este espacio cada nuevo verano, mientras el sonido cómplice de los grillos protegerá su silencio.
Ingredientes
- Horizontalidad: la imagen es una sucesión de líneas horizontales que enmarcan y concentran las distintas escenas en la mitad inferior.
- Color: los protagonistas destacan con colores cálidos, sobre un telón de fondo de tonos fríos.
- Zoom24-70 en 24 mm, 1/30, F 7, 1, ISO 800.
Elaboración
Buscando una foto que defina de algún modo el verano, son posibles miles de propuestas. Ésta intenta captar un momento posible de felicidad, la sensación de vivir, la química del calor. La escena podría darse en cualquier otro lugar del mundo, y quizás en el malecón de la Habana hay alguien haciendo una foto similar.
Retratar emociones, puede dar como resultado imágenes que se convierten en iconos dentro del inconsciente colectivo. Como la famosa fotografía de Eisenstaedt, del marinero besando a una enfermera en Times Square el día de la victoria, o la más controvertida de Doisneau “El beso del hotel de Ville”. Escenas de amor que se convierten en imágenes de esperanza en contextos especiales. Y aunque esta toma es más humilde, en todas las ocasiones la clave es el “clic”, el instante decisivo del disparo. Para ello la actitud será muy cercana a la caza fotográfica, observar sin dejarse descubrir, y en ese momento justo que las emociones se pueden leer, atraparlas para siempre en el encuadre.
Retoque y emplatado
- Tras ajustar blancos y negros en el archivo raw, despejar sombras para obtener más detalle.
- Limpiar colores azules, y potenciar rojos y magentas.
- Contrastar, sin empastar los negros.
- Añadir un poco de saturación para realzar los tonos.