Mucho se ha hablado en fotografía del instante decisivo, concepto que popularizó Cartier Bresson, siempre asociado a disparar en el momento preciso para congelar la escena en el punto cumbre. Requiere pericia, rapidez y reflejos, pero … ¿podría aplicarse a los paisajes, donde apenas se perciben cambios tras horas en guardia con la cámara?
En los prolongados tiempos de espera, puede ocurrir que las marismas se vacíen de agua transformando el paisaje siguiendo los ciclos de las mareas, como en el caso de esta foto tomada en Santoña (Cantabria). Y con la bajamar, surgen nuevas geografías y colores que permanecían sumergidos. Como el verde de las algas, que se confunde con la vegetación de la tierra, y contribuye a que esta imagen aparezca como una metáfora visual de la separación de Pangea, creando una frontera donde es posible apreciar las piezas que encajan de ese puxzle.
La fotografía también muestra otra divisoria, más espiritual, que es el cambio del día a la noche, como una alegoría inquietante del paso de la vida a la muerte. Porque la oscuridad es el territorio de las ánimas, de la Santa Compaña, de los espíritus errantes.
Y al llegar la soledad y silencio del crepúsculo, con todo esto rondándole en la cabeza, el fotógrafo cree percibir ecos turbadores como un escalofrío cuando el viento amaina. De tanto observar la escena imagina a Caronte, el barquero malhumorado de la Laguna Estigia, que, en el límite del mundo entre los vivos y los muertos, espera a las almas para conducirlas en su último viaje sin retorno; las afortunadas desembarcarán en la anhelada orilla donde está el paraíso, y en al margen opuesto, a las desventuradas, les espera el fuego eterno.
La búsqueda del instante decisivo en estas circunstancias se hace tan larga, que incluso le dará tiempo a adivinar, en el primer plano de la orilla izquierda, algo parecido a un cuerpo embalsamado emergiendo con la marea, dispuesto a pagar su óbolo para el pasaje definitivo.
Es entonces, cuando todo confluye, y como una recompensa, formas, luces, y colores se alinean y hablan en un instante decisivo para paisajistas con la suficiente paciencia. Y mientras en la orilla izquierda, que se supone la del paraíso, los tonos celestes se intensifican, en el lado contrario, el que corresponde al infierno, el firmamento se tiñe de rojo. El mismo color de aquellas lámparas de laboratorio analógico donde también las horas pasan al ritmo de las mareas entre líquidos y químicos. E igual que al revelar aparece milagrosamente la imagen sobre el papel bañado en las cubetas del cuarto oscuro, al llegar la bajamar, de forma idéntica, es como si la foto fuese surgiendo al retirarse las aguas de la marisma. Todo son ciclos de morir y renacer, y del mismo modo que las almas resurgen inmortales tras cruzar la Laguna Estigia, el instante efímero resucitará para siempre, gracias a la fotografía.
Así emerge esta escena prehistórica, inmutable durante siglos, la misma visión que hubiese captado un cromagnon de haber tenido cámara, en este lugar donde el tiempo parece no pasar. Inmerso en esta comparativa, el fotógrafo duda pensando si su forma de mirar será algo primitiva. Pero decide abandonar toda épica; tras tanta espera, el hambre aprieta, y en la marisma, ya solo es capaz de imaginar bancos de anchoas de las que siempre habla Revilla, las de Santoña. Desmonta el trípode, y satisfecho con su foto, se va al bar más cercano.
Ingredientes
- Septiembre es época de cielos rojos y espectaculares. Buen momento para fotografiar paisajes.
- Un trípode en la hora crepuscular será de gran ayuda. A falta de él, será necesario subir el ISO, abrir diafragma y bajar la velocidad hasta donde el pulso aguante con garantías, como recogen los datos de esta foto:
- Datos EXIT: Zoom 24-70 en 24, 1/30, F 4,5, ISO 800
Elaboración:
- Planear una foto de paisaje es un juego que se aborda con ilusión, con la convicción de conseguir una buena imagen, algo que puede o no ocurrir. Como al salir a pescar anchoas, no existe garantía de éxito.
- Es preciso planificar bien. Es necesario estar en el momento justo, aunque si la escena desapareciese bajo el agua, podría surgir otra mejor.
- Por eso, tras aguardar pacientemente, incluso sin lograr la imagen soñada, todo compensa: el viaje, la espera… en definitiva la manera de mirar y disfrutar el mundo, a través de la fotografía.
Retoque y emplatado
Con la belleza del momento, un revelado sencillo, será suficiente para un resultado espectacular.
- Ajustar mínimamente el archivo RAW. Despejar las áreas oscuras para que las sombras muestren detalle.
- Seleccionar las demás zonas y ajustar con herramienta niveles para potenciarlas.
- Este contraste de luces y sombras proporcionará relieve a la foto, resaltando los colores del instante cumbre.
¡La espera ha merecido la pena!