¿Y si..? Esa era la fórmula que solía usar José Saramago para comenzar a escribir sus libros… ¿Y si todos nos volviéramos ciegos?, ¿y si dejáramos de morir? Juguemos un poco, ¿Y si Pilar no hubiera conocido en persona a José?
La vida habría sido distinta, eso sin duda. Y desde luego, hay una cosa muy clara, no estaríamos hablando tú y yo. O quién sabe, igual nos habríamos encontrado haciendo un reportaje juntos. No podemos hacer futuribles… El caso es que nos encontramos y que construimos un equipo. De lo personal no hablo, pero sí de lo profesional. En ese equipo sigo y sigo las 24 horas del día, militando.
En el encuentro con María Kodama que tuvo lugar en Lanzarote, Saramago le pidió que hablara de su amor con Jorge Luís Borges. Permíteme copiar la pregunta, ¿cómo fue tu amor con José Saramago?
Lo que pasa es que ella supo deslindarse de lo concreto para hablar del cuidado que se tenían, de los intereses comunes que tenían, de cómo intentaban descifrar juntos enigmas. Y que ponerse a estudiar juntos desde el inglés antiguo a las leyendas finlandesas eso también es amor. El amor no es solo la sexualidad que se espera o de la que se duda en determinadas edades. Esa es solo una manifestación del amor. La otra es estar juntos, compartir, discutir y debatir el mundo y ser hasta el último momento un equipo como el que fundaron María Kodama y Borges.
Y tú lo formaste con José Saramago…
Pues yo creo que sí… Y en esa fidelidad sigo. Cuando se habla de fidelidad inmediatamente se está pensando en terceras personas. No, la fidelidad es tener un compromiso ante la vida y mantenerlo. Y ser dos manteniéndolo. Y manteniéndolo ante lo grande y lo pequeño, ante la cotidianidad, el cambio y los cuidados que necesita el mundo y que nosotros podemos aportar, que a lo mejor son insignificantes, y unos más insignificantes que otros, pero eso es el compromiso. Y en ese compromiso nos mantuvimos siempre. Fíjate, que llegamos a tener estrategias en momentos muy delicados en los que teníamos que separarnos por razones de seguridad o de logística y aún así teníamos muy claro cómo íbamos a mantener común el concepto o los valores que nos habían llevado a esa situación. Si estábamos denunciando una dictadura podíamos tener un problema o si estábamos denunciando a unos narcotraficantes podríamos estar teniendo problemas…
En ocasiones el compromiso puede llevar a vivir situaciones de peligro. ¿Sufristeis en algún momento concreto?
Yo una vez que no estaba con José lo sentí en peligro porque además conocía situaciones similares. Le pedí que en ningún momento colgara el teléfono para que el tiempo que estuviera en el aeropuerto siguiéramos hablando. José me decía que se estaba quedando sin batería. Pero yo le insistía, que se buscara donde cargarlo, le decía, que hasta que no estuviera subido en el avión siguiéramos hablando. A la vez, yo estaba en contacto con otras personas, porque teníamos miedo de la posibilidad de un secuestro, claro que sí.
Muchos están en esa situación ahora mismo.
Claro. Es lo que te iba a decir. Que desafortunadamente no es cosa de un solo intelectual o de un escritor singular. No… es que esa situación le ocurre a mucha gente. Sólo que a lo mejor no tienen la cobertura que pudo tener José. Sin embargo, esa gente es valiente y es solidaria y generosa y sufre de desgarro, de secuestro, de separación, de muerte, incluso. A casa llegó una vez un hombre que estuvo secuestrado por la guerrilla del narcotráfico en Colombia nueve años y vino a dar las gracias porque la lectura de libros de José le salvaron.
La literatura ayuda, nos hace más consistentes, nos da otra perspectiva, aunque solo sea porque nos amplía el horizonte
De algún modo, con esa anécdota que cuentas y leyendo este libro, leyendo los libros de Saramago, o visitando A Casa, uno siente esa idea confortable de que la literatura puede llegar a salvarnos que defiende tan bien la escritora Irene Vallejo.
Ella ha estado en casa en Lanzarote y también ha estado en Lisboa. Yo creo que José Saramago e Irene Vallejo no se llegaron a encontrar. O tal vez sí, en unas conferencias en Aragón, siendo ella muy joven. Nosotras sí nos hemos encontrado tiempo después. Quiero pensar que también se encontraron con José, pero insisto, ella jovencísima y entre el público. ¿Que si la literatura salva? La literatura ayuda, nos hace más consistentes, nos da otra perspectiva, aunque solo sea porque nos amplía el horizonte. Las experiencias que leemos en un libro y que forman parte de nosotros mismos, aunque no las hayamos vivido, son importantes. Nos ayuda a explicarnos mejor porque nos facilita palabras. ¿Eso nos salva? Pues mira, tal vez sepamos distinguir más entre lo bueno y lo malo porque si somos más capaces de concretar la visión, si somos más capaces de explicarnos, y si somos más capaces de denunciar, y si somos más capaces de aportar soluciones, en nuestra aldea, en la comunidad de vecinos, en nuestro campo, y si somos más sociables y nos unimos con otras personas, entonces sí podemos cambiar el mundo. ¿La literatura está cambiando el mundo? No, seres humanos, más ricos, más empoderados, más perfectos, más hondos, sí que pueden intervenir y hacerle un corte de mangas a quienes nos pretenden únicamente como consumidores.

Pilar del Río y José Saramago fueron felices durante un viaje a Islandia.
Foto: iStock
La celebración del centenario de Saramago va un poco en esa línea, ¿no?
Nosotros con el centenario estamos celebrando la literatura, la capacidad de leer, la propuesta de leer a José Saramago; pero no a él solo, queremos que a partir de José sean los escritores y la literatura lo que forme parte de nuestra sentimentalidad y de nuestro entorno, por todas las actividades que estamos haciendo conllevan la presencia de otros. Es decir, el centenario en Lisboa se abrió con un concierto (Las siete palabras de Cristo, música de Heiden, con la dirección de Jordi Savall) y con un manifiesto en defensa de la lectura, precisamente, de Irene Vallejo que posteriormente se hizo en Lanzarote. En este centenario queremos que haya muchas actividades y que intervengan distintas personalidades del mundo de la cultura, del arte, que sea múltiple, que sea plural, que nos ponga a pensar, a pensar y a disfrutar, claro.
Hay una frase en losCuadernos de Lanzarote que se me antoja perfecta para definir este libro: “Habitamos físicamente un espacio, pero sentimentalmente habitamos una memoria”. ¿Cómo ha sido recuperar toda esa memoria de José Saramago al escribir La intuición de la isla?
No te voy a decir que ha sido dramático ni gozoso. Cuando Alba me pidió que escribiera el libro, cuando una editorial pequeñita me pidió que escriba el libro, le dije que sí porque me parece importante que la gente joven se adentre en el mundo de la industria cultural. Y si uno es solidario, tiene que ser solidario para todos. Eso supuso abrir capítulos que muchos de ellos no habían sido tocados, pero yo el luto lo hice con José, estando vivo. Como los dos sabíamos que eran sus últimos días, hicimos el luto juntos. José me animó y me dijo que siguiera para adelante y a ser posible sin lágrimas, y a mí, al menos en público, no se me vió ni una sola lágrima. El luto estaba hecho, la despedida la habíamos hecho juntos 24 horas al día, sabiendo que cada minuto era irrecuperable. Sabíamos que la línea del final estaba muy cerca. Entonces, a partir de ese momento, lo que quedaba era serenidad y satisfacción por haber vivido.

La Fundación José Saramago tiene un interés especial por todo lo que ocurre en Brasil y en América del Sur.
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Qué privilegio poder decir adiós así a las personas queridas. Es algo que se está perdiendo en nuestra sociedad.
Deberíamos cambiar. La vida conlleva la muerte y la muerte tiene que ser una realidad en nuestras vidas. Vamos a morir nosotros y, peor, van a morir nuestros hijos y las personas de nuestro entorno. Si esta realidad nos acompañara, si la viéramos y la sintiéramos, seríamos más humanos. A mí me parece que la asepsia de la muerte no es buena para la vida, creo que tenemos que vivirla con más naturalidad y más cercanía. No tenemos que vivir con miedo, tenemos que vivir con la aceptación y entonces valoraríamos mejor lo que es la vida y la relación con los otros.
Los Cuadernos de Lanzarote son el testimonio de quien quiso fijar algo del tiempo que le traspasaba. ¿Tras escribir este libro, piensas que la memoria es más frágil o más fuerte de lo que suponemos?
Nosotros no somos computadoras y no tenemos la memoria organizada en carpetas, pero sí es verdad que una sensación tira de otra y una palabra tira de otra y ahí sí que somos como máquinas y que si sabemos teclear o googlear la pregunta pertinente nos podemos encontrar con sensaciones que no recordábamos. En ese caso, por ejemplo, para José Saramago, el hecho de haber estado en coma hizo que de alguna manera se revolviera todo su disco duro y que le aparecieran palabras, situaciones y memorias que no recordaba, que toda una capa de memoria le aflorara.
Coordenadas viajeras
Pilar del Río
Saramago miraba mucho al sur, ¿tú qué destino escogerías para viajar al sur?
Fíjate, si tuviera que viajar al sur me gustaría ir con la Península Ibérica y no iría sola. Mira, en estos momentos, por una serie de razones, Brasil. Vengo de allí, pero ahora mismo viajaría a Brasil otra vez. .
¿En viaje personal o con Fundación?
Lo personal, como ya te has dado cuenta, no existe en mí. Porque me parece que hay un momento de convulsión política y si nosotros podemos llevar amistad, abrazos, presencia, esperanza, escojo Brasil, porque está viviendo momentos fundamentales, porque es clave para una cierta pacificación de todo el continente. En Brasil, cambiando el discurso, muchas cosas pueden cambiar en otros países de América latina.
Podrías seguir por Colombia…
Sí, también sigo la situación con preocupación y con la esperanza de que se esté construyendo un ciclo donde medien valores de respeto y humanismo que tienen que progresar en todo el continente. Miro también con preocupación lo que está pasando en Argentina, he visto algunos secuestros y atropellos concretos y pienso que las elecciones tienen que traer claridad y pacificación y hay que aceptar que la realidad política está para solucionar la realidad social. Espero que los resultados políticos sean aceptados por todos y que Colombia pase a integrar un eje de democratización de todo el continente.
¿Y si miramos hacia el norte?
José Saramago y yo fuimos muy felices en Islandia. Me gustaría volver, sentir, recorrer algunos caminos, y eso es personal y humano.
¿El este?
Tengo un sueño. Quiero hacer un recorrido por Suecia con amigas. Y eso espero que el destino me lo permita. He leído mucho a autoras nórdicas, suecas y noruegas, y me gustaría hacer una ruta de serie negra, un recorrido literario por Suecia y Noruega y con amigas. Y espero tener vida el año que viene y poder hacerlo.
Y falta el oeste...
Brasil también es el oeste, ¿ya tenemos todas las coordenadas, verdad?
¿Durante la escritura de este libro han aparecido memorias que no recordabas?
Yo he pretendido hacer algo breve, como cartas a amigos, pero sí… Un día tiras de la música de los volcanes y de repente eso te lleva a un vino, y un día en la Egeria te remite a un paseo… Yo tampoco he podido ser exhaustiva, pero no sé… Hablar de la música de los volcanes me lleva, aunque no lo haya contado, a cuando José salió del coma, nada más salir del hospital, fuimos juntos a Timanfaya. Nos dimos una vuelta en coche, de forma silenciosa, para ver los volcanes y esa lección de filosofía que decía José que era todo volcán apagado. El silencio, recorriendo aquel paisaje, no lo he contado, quizás fuera demasiado íntimo, pero no sé, son momentos que no los tienes permanentemente presentes pero que al tocar una tecla, salen… ¡En el fondo si somos como los ordenadores! [ríe]
La vida conlleva la muerte y la muerte tiene que ser una realidad en nuestras vidas.
Hay capítulos del libro que son el marco para una cita rescatada directamente de la obra de Saramago, ¿es una invitación a no olvidarle, a seguir leyéndolo?
Es un reencuentro con nuestra memoria. Sí, a mí me parece que volver a leer ahora, doce años después de su muerte, es importante. José se muere hablando de que si en el mundo se fabrican armas hay que fabricar conflictos y vemos que ahora estamos al borde de un conflicto que puede tener consecuencias mundiales. Nada de lo que está pasando actualmente es baladí. A mí me parece que tenemos que volver a leerle, pero no por José Saramago, sino por nosotros mismos.
Y no solo cuando aparecen esas citas, en el resto del libro también optas por un descarte…
Eso es periodismo.
Se te intuye, pero no ocupas espacio.
[ríe] Todos escribimos así. Escribimos nuestros artículos y en ellos está toda nuestra sangre, pero no podemos estar. Claro que la contamos nosotros, pero no estamos presentes.
Pero tú sí podías estar.
Pero opté por no estar por dos razones. Yo quise ser sombra de la sombra. No me importa. Yo trabajé con José Saramago en la sombra. Venía de ser periodista, éramos colaboradores, éramos equipo, pero yo asumí ser sombra. Y de alguna manera quiero seguir siendo sombra a pesar de que presida la fundación. Seguramente es deformación periodística, pero me gusta así. Si hubiera querido ser protagonista a lo mejor hubiera hecho otras cosas diferentes en la vida. No contar lo que otros hacen y lo que de bueno sucede. Pero además, a mi me llaman la viuda de Saramago y mato. Perdón, las relaciones personales son mías y de nadie más y si alguien quiere entrevistar a una viuda le voy a dar el nombre de varios millones pero no yo. En todo caso, soy la presidenta de la Fundación José Saramago o una parte fundamental del equipo de trabajo de José Saramago, pero no una viuda. Ahí sí ataco. De verdad, es que no puedo soportarlo. Desde los primeros días de la muerte de José… Si no fui la mujer, por qué me llaman viuda. El otro día fue el colmo, me llamaron la viuda de Pessoa [ríe].

¿Será Suecia el próximo viaje de Pilar del Río?
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El coma por el que pasó José Saramago y que comentabas antes, ¿fue fundamental para escribir Las pequeñas memorias en Lanzarote?
No. Ese era un libro que él llevaba escribiendo desde hacía tiempo. Pero sí hay un momento en su vida que es importante a la hora de escribir y es cuando le dicen que tiene leucemia. Le dijeron que no se iba a morir de leucemia dada la edad que tenía, pero lo que le estaban diciendo era que no se iba a morir de leucemia porque le quedaba ya poco por la edad que tenía. Entonces se pone a escribir Las Intermitencias de la muerte, que es uno de los libros de José que más me divierte. La muerte está presente, pero él juega con la muerte. Y la muerte es vencida por la ternura y por el cariño, también por el arte. Ahí hay un juego muy interesante que hasta ahora ningún crítico ha tocado. A parte de todo el trasfondo del libro, de que si no te mueres no te pueden condenar al infierno y todo eso, lo importante es la relación del músico que tiene que morir, del artista que tiene que morir, con la muerte, y la relación del músico con la muerte y el amor salvífico. Eso está por ver todavía.
¿En esa novela quiso José Saramago adelantarse a su propia muerte?
Yo creo que José estaba reflexionando sobre eso. Es que se puso a escribir la novela cuando le dijeron que tenía leucemia. La muerte intermitentemente presentándose en tu vida.
Pero hablemos de vida. En definitiva, “Las vidas no empiezan cuando las personas nacen”, dijo José Saramago en La balsa de piedra. ¿Fue Lanzarote además del inicio de un nuevo ciclo literario, un nuevo inicio de vida?
Es algo que intento contar en el libro. Es verdad que a José la vida social no le iba mucho y en cierto momento pensamos salir de Lisboa para no estar sometidos a demasiadas tensiones de vida social y entonces pensamos en salir. José necesitaba para escribir un poco de silencio. Cuando se planteó la posibilidad de la isla fue a raíz de haber ido a visitar a mi hermana y a mi cuñado, y eso respondía al sentido de aislarse un poco. Es verdad que no era un poco, pero vale… Hasta ahí es una cosa normal, quieres salir del ruedo y te vas. Pero, cómo le afecta tanto a su literatura Lanzarote, pues mira, hay dos razones, primero la presencia tan fuerte de los volcanes de Lanzarote, y segundo porque José llevaba dentro de sí una soledad muy profunda después de escribir el Evangelio según Jesucristo. Enfrentarse al mito fundacional de nuestra civilización fue muy fuerte y muy desgarrador, y eso José lo llevaba dentro y entonces cuando llega a Lanzarote es cuando la isla le impacta.
¿Pero cómo es que la isla se le metió tan hondo a Saramago?
Él dijo que hasta el Evangelio estaba describiendo una estatua y que a partir del Evangelio, ya no me interesa la estatua, sino la piedra de la que está hecha la estatua. Y él poco a poco fue ahondando en la piedra y creo que al final era ya el corazón de la piedra. Y eso sí fue posible por el paisaje, por el entorno de Lanzarote, por el silencio. En Lanzarote a José le llegaban las voces, pero no le llegaban los ruidos.
En Lanzarote, esa Azinhaga recuperada, fue muy importante la figura de César Manrique para José Saramago, le ayudó a entender la isla, a respetarla. “Salvó Lanzarote de la zafiedad”, dices en algún momento del libro acerca de él. Y Saramago recogió ese legado y luchó denunciando los planes urbanísticos depredadores. ¿Cómo sigue Lanzarote?
Lanzarote se salvó por César Manrique y se continúa salvando gracias al trabajo de la Fundación César Manrique. Sin ellos, estos años habrían convertido la isla en un parque de atracciones. ¿Que hay hoteles y una desproporción turística en determinadas zonas? Sí, pero está denunciada. En algunos casos hay sentencias. Claro, los procesos judiciales son lentísimos. Pero la isla de Lanzarote continúa como es porque está vigilada por la Fundación César Manrique. Los desmanes que se hacen están denunciados. Otra cosa es que los procesos sean lentos, pero la fundación está ahí.

Lanzarote se convierte en la vida de José Saramago en un antes y un después.
Foto: Fundación José Saramago
Es muy interesante como Saramago convierte Lanzarote, en lugar de una geografía para el aislamiento, en un espacio de encuentro. ¿La balsa de piedra (1986) fue una primera intuición?
La balsa de piedra es el encuentro de dos países. Y es el encuentro de personas concretas. Ahí está incluso nuestro propio encuentro, desfigurado y con personajes que él considera, pero sí está nuestro encuentro en el café. Es más un encuentro de cultura y de personas. Yo creo que más que el concepto isla, él iba más por el encuentro. Era su intención, honda y profunda. Por eso la ponemos como modelo del iberismo transibérico, España y Portugal en contacto con América Latina.
Cualquiera pensaría que una isla aleja, pero aún viviendo en Lanzarote, Saramago no para de volar y de viajar… Eso sí, salía siempre de Lanzarote con un objetivo: “no hacía ni turismo revolucionario, ni turismo a secas”, como dices en el libro. ¿No había placer en sus viajes?, ¿y en los tuyos?
Sí, claro. El encuentro con los amigos es un placer y estar cumpliendo con lo que tu consciencia te exige es un placer; pero yo quería una semana a solas en París sin que se enterara nadie y eso no lo conseguí, yo quería un tiempo en un balneario en Galicia enfrentándonos a En Busca del Tiempo Perdido de Proust y es un sueño que nunca conseguí porque encontrar dos semanas en un balneario, para leer, sin teléfonos, eso con José era imposible… Eso no lo conseguí nunca.
Fíjate, parecía sencillo lo que pedías, pero en la práctica qué difícil es encontrar un poco de tiempo…
Íbamos a París hacíamos lo que teníamos que hacer y yo le decía, José, por qué no decimos que nos hemos ido y nos quedamos de forma secreta, sin que se entere nadie. Y él decía que no, que eso era imposible, que tenía no sé qué encuentro o actividad. Su compromiso era total. Sí que se ponía algunos objetivos cuando viajaba, por ejemplo ver uno u otro museo y se lo concedían; pero a mí, además, de los museos, me gusta ver los mercados por ejemplo y perderme por la ciudad, pero eso ya no era posible.
¿Tal vez ahora sí te lo permitas?
Pues, tampoco [ríe].
En algún momento habrá que encontrar tiempo para ese viaje de total desprendimiento, puro hedonismo viajero.
Ahora en cuanto pase el año del centenario. Hemos dicho que en la Fundación vamos a trabajar como locos, pero que el día 16 de noviembre nos vamos a ir todos de feria. Sé que lo decimos, pero de momento, cuando acabe el centenario será la feria del libro de México. De todas formas, lo de este año no es normal, es demasiado fuerte. Pero estamos felices porque la respuesta de los lectores, de las editoras, el Cervantes y el Camoes se están portando maravillosamente bien… Es agradecimiento a la sociedad. El centenario es decir que la literatura está viva aunque no aparezca en las primeras páginas de los periódicos.