Bilbao es una ciudad florida. No solo por los pensamientos, las petunias y las begonias que decoran el famoso Puppy frente al Guggenheim, ni por las plantas que crecen en sus frondosos parques. Bilbao también es una ciudad florida por el pavimento que recubre sus calles, un suelo urbano conformado por más de 66.000 baldosas en cuyo interior luce la flor que se ha convertido en uno de los símbolos más importantes de la ciudad.
Pero ¿cuál es el origen de este famoso diseño? Para averiguarlo hay que viajar 600 km al este, a la ciudad de Barcelona, y bajar la mirada en cualquiera de las calles del barrio del Eixample. Ahí se encuentra el dibujo que, años después proliferar en su ciudad de origen, inspiró a quienes diseñaron la flor que cubre las calles de Bilbao.
TODO EMPEZÓ EN LA CASA AMATLLER
A inicios del siglo XX, el arquitecto modernista Josep Puig i Cadafalch ideó el ‘panot de flor’ o ‘flor de Barcelona’, un novedoso diseño de baldosa con el dibujo de una flor de cuatro pétalos en el centro, creado para decorar el patio de carruajes de la casa Amatller. En aquel momento, cada vecino era responsable de pavimentar los dos metros y medio de acera que había frente a su casa con los materiales que proporcionaba el Ayuntamiento y, en consecuencia, el suelo de la ciudad era caótico, desordenado y solía estar lleno de barro.

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A raíz del desarrollo del Eixample, el Ayuntamiento decidió mejorar esta situación y empezó a pavimentar las aceras de manera ordenada. Dada la enorme popularidad que había alcanzado el ‘panot de flor’ de Puig i Cadafalch, su diseño de baldosa fue uno de los cinco elegidos para recubrir el nuevo suelo de la ciudad. Así, la famosa flor se convirtió en uno de los símbolos más destacados del modernismo y de Barcelona.

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MÁS LLUVIA, MÁS CANALES
Años después, el Ayuntamiento de Bilbao recuperó este dibujo para el nuevo diseño de las baldosas con las que pretendían resolver las necesidades del clima lluvioso característico de la zona. De esta manera, eligieron la ‘flor de Barcelona’ y aplicaron algunos cambios para facilitar el desagüe de las aceras: la nueva baldosa mantenía la flor de cuatro pétalos en el centro y, además, contaba con cuatro pequeños canales para drenar la lluvia de las calles. Gracias a esta pequeña modificación, los bilbaínos siempre podrían pisar sobre seco.

La baldosa de Bilbao brilla en las celebraciones de la Aste Nagusia. Foto: Shutterstock
Las baldosas originales se fabricaron de manera artesanal, utilizando como principales materiales el hormigón, la arena gruesa, el agua y pequeñas virutas de hierro, añadidas para evitar que los peatones se resbalaran. Actualmente, las baldosas están hechas de cemento, pero mantienen exactamente el mismo diseño que las primeras.
Con el tiempo, este símbolo urbano se ha convertido en uno de los iconos más representativos de la ciudad. El diseño de la ‘baldosa de Bilbao’ aparece en camisetas, joyas, souvenirs, repostería, carteles de fiestas e incluso en el estampado de los pañuelos que los bilbaínos lucen durante Aste Nagusia, la Semana Grande de Bilbao. Por eso, conocer su historia es también conocer la historia de la capital vizcaína y su curioso vínculo con Barcelona.
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