Tras un intenso reconocimiento, el fotógrafo elige situarse en la mediana que divide la calle. Es un lugar estrecho, pero suficiente para montar el trípode en la búsqueda de un encuadre que comprima el máximo de luces, tráfico y actividad. Con la cámara fijada, las escenas se suceden, mientras la continua renovación de vehículos y personas crea una imagen en constante transformación… solo es cuestión de esperar como un pescador con su caña para conseguir la foto.
Y de pronto… ¡aparece la protagonista del cuento! Es imposible no reconocerla de inmediato con su figura desdibujada que condiciona toda la lectura de la fotografía, con sus manos juntas y el gesto perdido, transmitiendo una desazón que se ve acentuada por el desenfoque. Una indefinición que crea dudas y preguntas, donde cualquiera podrá reflejarse en ella, e interpretar libremente sus cavilaciones...
¿Quién sabe? quizás esté pensando en los menús de las celebraciones, pues el año anterior no gustó el cordero y que el 24 y 25, como es habitual toca, reunirse con los padres de él, y además vendrá el hermano que traerá vino, aunque resulta incómodo cuando bebe, porque se empeña en hablar de política y tensa la velada… El 31 y el 1 está con su familia, y no debe olvidar los langostinos, quizás piensa que tenía que haberlos comprado y congelado, pues ahora estarán más caros.
Pero un día, algo ocurre en el Cuento de Navidad que trastoca todo ese equilibrio. Puede ser que alguien del grupo haya formado una nueva familia, con otros compromisos, o la incorporación de un nuevo allegado, esa figura tan navideña y entrañable, que se integra con el anuncio de que es vegano convencido… Pueden ser muchas circunstancias las que exijan cambios y consensos, si antes no era fácil, ahora es peor.
Por el contrario, el fotógrafo está más que satisfecho. Su encuadre contiene todo lo necesario para construir un relato, y no precisa resituarse. El entorno ayuda; al contrario que otras grandes capitales, los edificios son de corte clásico, y en el centro postes con forma de cruz dan a la escena un aire de ciudad del Far West, donde vehículos motorizados sustituyen a caballos y carretas. Aportando mayor ritmo a la foto, bolas de luz invaden el cielo, como en un ataque marciano de fin de año. La cámara es capaz de congelar todo ese mundo acelerado, y a la vez reflejar el dinamismo de esta escena, mientras entre tanta distracción destaca omnipresente la mujer desenfocada en medio de la vorágine.
Observando de nuevo la imagen, la sensación es de haber retratado algo más abstracto aún; quizás la esencia, ese momento personal de la protagonista, donde cada cual interpretará sus pensamientos, con tantas conjeturas diferentes como personas miren la fotografía… y mientras su silueta crea universos a medida, cae la noche y la luminosidad se iguala entre los tonos fríos del cielo y las luces cálidas. Son minutos que el fotógrafo aprovecha y, según dispara, va descubriendo el desenlace feliz de este Cuento de Navidad:
Ella sigue rodeada de ruido, del consumismo, tráfico, y otros problemas; pero la lectura cambia al comprender que está absolutamente serena, que resulta obvio que guarda un equilibrio, y puede ver lo que realmente importa. En realidad, siempre se lo propone en estas fechas, pero este año lo tiene más claro que nunca: No importa que esos coches pasen de largo; es el momento de pisar el freno y pensar en lo esencial, en las personas queridas, en la familia, como una oportunidad única de reubicarse en el mundo. Porque en estos días ¿a quién importa que se pase un poco el cordero?
Ingredientes:
- Un trípode es esencial para disparar en situaciones de luz escasa.
- Un cable o disparador externo, es fundamental para evitar fotos trepidadas en bajas exposiciones.
Elaboración:
Con el zoom en posición 200 mm la escena queda comprimida ganando vigor. El trípode permite disparar a 1/5 de segundo, una velocidad baja e insuficiente para congelar la acción, pero que capta el movimiento de los vehículos, dejándolos reconocibles a 800 ISO-8F. De nada serviría enfocarles, pues por su velocidad saldrían igualmente borrosos, por lo que el foco está en las zonas estáticas de la imagen. El descubrimiento es que la protagonista desdibujada, capta más atención que estando nítida.
Emplatado y edición:
La clave está en armonizar las luces con las sombras.
Recuperar y potenciar las altas luces sin que se quemen, y despejar las sombras desde el archivo RAW es lo ideal.
Con corrección de color, limpiar el cian de los amarillos y añadir magenta para aumentar la sensación de calidez. Con las curvas, abrir la zona de las sombras para que respiren y aparezcan los detalles. Finalmente, añadir un poco de intensidad y saturación, y…¡a disfrutar de la cena de Navidad!