El mundo avanza imparable siguiendo la ley eterna del reemplazo de lo viejo por lo nuevo, y como parte de ese ciclo vital, con la llegada el otoño los bosques alcanzan su definitivo esplendor. Para el fotógrafo, este periodo tiene un cierto componente de estrés por su fugacidad, y en su viaje tras esa imagen deseada, la impaciencia por llegar siempre es una constante, por lo que circula lo más veloz posible por las pistas del Parque Nacional Oulanka en Finlandia. Su meta es retratar la ruska, nombre que allí dan a esas dos semanas de la estación cuando los bosques estallan en su punto álgido de color. Un ciclo efímero igual que cualquier fotografía. Por eso corre, emulando a Kimi Räikkönen, para que ese instante, la misma vida, no se le escape.

El trayecto es vibrante, como transitar entre lenguas de lava, aunque parar le sea casi imposible intuyendo que lo mejor está siempre por llegar, ese preciso lugar en el que el bosque explosiona como un volcán de colores.
Esto es algo habitual en la práctica fotográfica, se desechan imágenes seguras, en busca de una superior que tan solo se presiente, en una apuesta que se convierte en pura incertidumbre en la lucha entre detenerse o continuar. Y en esta carrera por atrapar el otoño, el continuo cambio de rojos y verdes semejan un semáforo que tortura, como en El Juego del Calamar: “Luz verde puedes avanzar, luz roja debes parar”.
Con tanta presión, la percepción de velocidad es tal que parece que el vehículo fuese a explotar, transformado en la máquina del tiempo de la película Regreso al futuro, en el momento de alcanzar su punto de ignición antes de desintegrarse y aparecer al fin en la tierra prometida. Una grieta en el cristal hace fantasear con lo inminente del despegue, y el fotógrafo dispara y dispara sin contenerse en el límite de su excitación.
Es aquí cuando ocurre el prodigio. Anhelando retratar los colores del otoño, consigue plasmar algo más íntimo y difícil de traducir en una imagen: su propio estado de ansiedad, esa vivencia intensa en busca de una fotografía, lo que no se ve… la agitada pasión de quien persigue instantes. Sin pretenderlo, uno especial ha surgido durante el trayecto. Algo así como encontrarse un Rolex, cuando se ha ido a por setas.
“Caminante no hay camino se hace camino al andar”, como los versos de Machado, la fotografía también se hace al andar. Los árboles en otoño, son la disculpa que empuja a ponerse en marcha, quizás para encontrar algo superior en el recorrido. Otras veces se conduce sin parar, renunciando a muchas fotos, asumiendo ese riesgo sin saber si existirá ese paraíso soñado, y sin posibilidad de retorno. Como en la misma existencia: “Y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca más se ha de volver a pisar.”
Y es en esta disyuntiva, con el fotógrafo sintiéndose prisionero dentro del vehículo, cuando toma su cámara de fotos y como una liberación, dispara. Porque él sabe que, igual que la vida, los instantes pasan fugaces y para retenerlos sólo existe una máquina del tiempo, la fotografía.
Ingredientes
- La importancia del primer plano: incluir el vehículo con todas sus manchas e imperfecciones, sitúa al espectador dentro de la acción.
- El efecto barrido: usando una velocidad lenta dentro del vehículo, el interior aparecerá estático, mientras el paisaje evidencia el movimiento.
- Datos EXIF: Zoom 17-40 en 17 mm, 1/15, F20, ISO 400
Elaboración
En otoño los bosques coloreados regalan cientos de imágenes sin necesidad de buscarlas, con lo que encontrar motivos no resultará difícil. Por ello no está de más intentar algo diferente, cómo en esta apuesta contra la lógica desde el vehículo en marcha. En vez de disparar intentando congelar la imagen, se experimenta con una velocidad inusualmente baja, por lo que solo el automóvil en primer plano mantiene la nitidez, mientras que los árboles movidos sugieren velocidad. Todo ello se traduce en esa sensación de aceleración, y ese mismo desenfoque refleja la caducidad ante la llegada del invierno, enfatizando el sentimiento de pérdida, la partida. El resultado es una imagen muy gráfica y también descriptiva, al integrar el vehículo como un marco que habla de la propia situación, algo clave en esta toma.
Un cielo nublado facilita la ejecución, al evitar los contrastes extremos, como ocurre muchas veces al fotografiar bosques en días soleados.
Retoque y emplatado
- Las luces y colores del otoño quedan espectaculares con un poco de retoque.
- Ajustar las zonas de luces y sombras en el archivo RAW, realzando los colores de la naturaleza.
- Con la herramienta lazo, seleccionar independientemente los colores de los árboles: amarillos, rojos, verdes, para potenciarlos con Corrección Selectiva, o con Equilibrio de Color si resulta más fácil.
- Controlar que no se saturen demasiado usando Tono/Saturación… ¡Y a correr antes de que el otoño se escape!