Una sinfonía visual
Sica, el diminutivo de Nausícaa –uno de los personajes de la Odisea de Ulises que también flota en el inconsciente de la trama–, es el nombre de la protagonista. Pero también podría ser el de esta costa atravesada por la belleza y la crudeza. “El mar es como el útero materno, donde todo empieza, el que da de comer a toda la Costa da Morte. Pero también es el gran depredador, como decía el pintor Urbano Lugrís. Esa convivencia entre la vida y la muerte me resultaban muy atractivas”, explica Subirana, quien filma estas dos pulsiones en 16 mm, una decisión que toma para dotar el filme de atemporalidad.
El formato, a su vez, despliega el mar en sus múltiples texturas. Lo vemos en planos abiertos, rompiéndose contra las rocas; en planos cerrados, convertido en espuma; en olas que cruzan la pantalla de izquierda a derecha; en corrientes marinas, que dialogan entre sí, sin llegar a comprenderse.
Sica es una sinfonía visual constante. Una pieza en la que la palabra es escasa, pero sobre todo poética. “Dentro de tres días va a venir una gran marea que va a devolver a la tierra todo lo que no le pertenece”, advierte Suso –un joven cazatormentas interpretado por Marco Florido–, el día que conoce a Sica. Y esta vez no va a ser como siempre.

La directora ha caminado por la Costa da Morte para documentar la película | Foto: Josep Roca
Caminar, un viaje de exploración
En verano de 2016, Subirana realizó una parada en Ribadeo en su trayecto por el Camino del Norte. Allí encontró una librería de segunda mano y un libro por azar. A peu per la Costa da Morte (A pie por la Costa da Morte), de Josep Maria Espinàs, dedicaba un fragmento al puerto marinero de Camelle y la función que este tuvo como centro de recepción de náufragos. Atraída por la historia, se desvió hacia O camiño Dos Faros, una ruta de senderismo en la Costa da Morte que une Malpica y Finisterre a lo largo de 200 kilómetros por el borde del mar.
Al conocer el océano abrupto, Subirana sintió un flechazo instantáneo con ese paisaje que “sin, pedir permiso, invade tu cuerpo”, explica. Sintió así estar frente al embrión de una historia. “Ese océano, que es como una gran sepultura abierta, entrelazado con esa Galicia mágica y sus leyendas, donde a través de las grietas de la tierra se pueden oír las voces de los náufragos, resultaba un material absolutamente inspirador”, añade.
Durante tres veranos, regresó a Costa da Morte para caminar a un ritmo de 4km/h y desarrollar un exhaustivo proceso de investigación que resultó en el guion de Sica. Leyó a Fernando Patricio Cortizo (‘O mergullador Atlántico’) y a Rafael Lema (‘Camiño dos Faros. Leyendas de la Costa da Morte’), entre otros autores, y conoció “la historia de una de las costas más peligrosas del mundo, con más de 500 naufragios documentados. Esto fue el motor”, recuerda Subirana, quien en el caminar encontró una fuente de creatividad que ahora ofrece en talleres de trabajo.

Carla Subirana documentando el litoral gallego para su película | Foto: Carlota Serarols
El viaje de la realidad a la ficción
Siguiendo una metodología de investigación documental, a la que ya era asidua por haber dirigido películas de no ficción (‘Nadar’, 2008; o ‘Volar’, 2012), conoció a percebeiros (recolectores de percebes), marineros y cazatormentas (meteorólogos) que le ayudarían a construir los personajes de Sica, los cuales en su mayoría serían interpretados por actores naturales.
Un diálogo con Cristina Fernández, la farera del Cabo Vilán, por ejemplo, en el que esta le aseguró cómo el océano siempre acaba devolviendo aquello que no le pertenece en forma de cuerdas, redes y plásticos, terminó transformándose en una de las frases de giro de la película, mencionada por el joven Suso.
Un encuentro con Rubén Vázquez –un cazatormentas que con 4 años de edad, y al ver cómo el ciclón Hortensia arrancaba el tejado de la casa de su abuela, decidió dedicarse a aprender a leer el cielo sin instrumentos ni mediciones–, fue el punto de inspiración para crear al amigo de Sica. “Rubén se ganó el respeto de su barrio a base de subirse al monte más cercano y observar el cielo. Poco a poco fue entendiendo el comportamiento de las nubes y podía descifrar la fuerza del viento observando los árboles que tenía a la vista”, explica Subirana. “Me pareció tan bonita su historia que me inspiré en su pasión, su intuición y su respeto a lo más grande que es la naturaleza”, sigue.
Una admiración que los personajes expresan casi en tono de fábula. Suso es capaz de hablarle a las nubes y hacerlas llover, por ejemplo; y Sica puede controlar la espera de Ofelia, ‘la madre de todas las tormentas’ –el nombre que el ciclón Hortensia adquiere en el filme– colgando móviles hechos con conchas en su árbol refugio.

Un paisaje que cobra protagonismo poético en 'Sica' | Foto: Carla Subirana
‘Mapa de navegación’
Para buscar las localizaciones de la película, Subirana recorrió varias veces O camiño Dos Faros llegándose a conocer casi todos sus topónimos. Decidió centrar la trama en el embarcadero de Santa Mariña, ubicado en la etapa 5 del camino, abrupta y repleta de recodos históricos. Entre ellos el Cementerio de los Ingleses, un memorial a los náufragos del Serpent, un buque de la Royal Navy en el que murieron 172 hombres.
Otros enclaves, como el Faro Roncudo –en el que cada cruz es el homenaje a un muerto en el mar– o la Duna de Monte Branco –un mirador al que Subirana dice no cansará de asomarse–, fueron decisivos en la composición de localizaciones.
Producida por Alba Sotorra, Miramemira, Zuzú Cinema, Amorambre Films y Filmmaker Fund, Sica se filmó en tres etapas entre el invierno de 2020 y junio de 2021, en un rodaje marcado por las fuerzas de la naturaleza. “Tuvimos que esperar a que creciera el alga laminaria en el fondo marino para rodar las escenas subacuáticas, uno de los clímax de la película”, recuerda Subirana, quien para seguir el ritmo imprevisible del paisaje optó por reducir el equipo técnico en algunas secuencias y así contar con más margen de movimiento.
Otro de los desafíos del rodaje fue el desequilibrio climático, un tema que a su vez opera de trasfondo a lo largo de la historia. “Al mar hay que cuidarlo” aboga Sica en un momento del filme, como si fuera Subirana quien hablara el día que entró en un bar de Malpica y encontró una fotografía del mar arrebatando parte del paseo marítimo durante una ciclogénesis.

Subirana recorrió varias veces O camiño Dos Faros | Foto: Carla Subirana
Con todo, Subirana se propone captar los estados de ánimo de la naturaleza con una cámara al hombro, un recurso más propio del género documental, y a través de un profundo diseño sonoro que acerca la historia a un cierto realismo mágico. En el hogar de Sica, por ejemplo, los sonidos conviven como si una driza golpeara tímidamente el mástil de un velero. Y a lo largo del filme, el ritmo del mar persiste como un hilo musical. También en los títulos de crédito, que se componen de viento y marea, pero no de melodía.
Viaje de retorno
Antes del cierre, una secuencia final muestra el retorno que vive la heroína en una localización clave, la Furna das Grallas, el agujero al que Sica se ha estado acercando para oír a su padre y en el que ahora se reencuentra con su madre, interpretada por Núria Prims. “Solo era el viento, mamá”, le asegura la hija, quien en su vuelta simbólica también entierra las conchas que ha recolectado a lo largo del filme y las devuelve a su lugar de origen.
“En su viaje hacia la madre, de alguna manera Sica pierde la piel de la infancia. Ha crecido”, explica Subirana.
También ha crecido el espectador, a través de una Costa da Morte que, a los ojos de Subirana, es suprema.
Nota: Después de pasar por la Berlinale, el Festival de Cine de Málaga y el BCN Film Fest, ‘Sica’ se estrena en salas comerciales el 19 de mayo.