El Duero llega a Oporto arrastrando los aromas y esencias de un sinfín de viñas que se nutren de él a lo largo y ancho de la cuenca hidrográfica. La ciudad parece empaparse de esa especie de mosto que sobrevuela la atmósfera cercana a la ribera. En las terrazas el vino se sirve a todas horas. Los tawny y ruby acompañan a los aperitivos, los vintages a las comidas y los postres, y desde hace un tiempo hasta ahora, el Porto Tonic es el dueño y señor de los atardeceres.
Al otro extremo del río, el monasterio Serra do Pilar se alza por encima incluso del imponente puente Don Luis I, obra de Théophile Seyrig, socio y discípulo de Gustave Eiffel. A través de él -por la pasarela inferior- una hilera de bodegas recorta el paisaje, en los tejados los rótulos de cada bodega parecen luchar unos contra otros por hacerse con un hueco en el paseo. Casi a empujones, compiten por asomarse a esta orilla del Duero donde descansan tranquilos los rabelos que a diario cruzan el ancho del río transportando a turistas del mismo modo que las góndolas por los canales de Venecia. Es aquí, justo en el centro de todas estas bodegas, en el epicentro del vino portuense, donde se encuentra The House of Sandeman, el primer y único hotel-bodega de Oporto.
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