En el epicentro de la ribera

The House of Sandeman, el primer y único hotel-bodega (y hostal) de Oporto

Pionero, moderno y acogedor, así es el hotel portuense hecho para que los amantes del vino fortificado lo vivan las veinticuatro horas del día.

El Duero llega a Oporto arrastrando los aromas y esencias de un sinfín de viñas que se nutren de él a lo largo y ancho de la cuenca hidrográfica. La ciudad parece empaparse de esa especie de mosto que sobrevuela la atmósfera cercana a la ribera. En las terrazas el vino se sirve a todas horas. Los tawny y ruby acompañan a los aperitivos, los vintages a las comidas y los postres, y desde hace un tiempo hasta ahora, el Porto Tonic es el dueño y señor de los atardeceres.    

Al otro extremo del río, el monasterio Serra do Pilar se alza por encima incluso del imponente puente Don Luis I, obra de Théophile Seyrig, socio y discípulo de Gustave Eiffel. A través de él -por la pasarela inferior- una hilera de bodegas recorta el paisaje, en los tejados los rótulos de cada bodega parecen luchar unos contra otros por hacerse con un hueco en el paseo. Casi a empujones, compiten por asomarse a esta orilla del Duero donde descansan tranquilos los rabelos que a diario cruzan el ancho del río transportando a turistas del mismo modo que las góndolas por los canales de Venecia. Es aquí, justo en el centro de todas estas bodegas, en el epicentro del vino portuense, donde se encuentra The House of Sandeman, el primer y único hotel-bodega de Oporto. 

 

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El priemr hotel-bodega de Oporto

Foto: Javier Sánchez

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El primer hotel-bodega de Oporto

Más de doscientos años han pasado desde que George Sandeman se hiciera con la propiedad de este hermoso edificio porticado en 1811. Desde entonces, la forma de entender, producir, transportar y vender el vino ha cambiado mucho, pero lo que nadie podría haber adivinado jamás es que además de seguir siendo uno de los estandartes mundiales del vino de Oporto tras más de dos siglos de historia, es que con el tiempo se convertirían también en una referencia turística a este lado de la ribera, elevando la experiencia del vino al máximo nivel: el de vivirlo las veinticuatro horas del día.

Una historia de pioneros

Foto: Sandeman

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Una historia de pioneros

Antes de decidir emprender esta nueva aventura empresarial, Sandeman ya había escrito varias páginas de su particular historia a base de decisiones arriesgadas que, después de todo, resultaron adelantadas a su propia época. De este modo, a base de sagacidad y visión de futuro se convirtieron en una referencia para las demás bodegas de la ribera.

La primera de ellas se remonta a principios del siglo XIX. Para aquel entonces, los vinos se comercializaban en barriles y no en botellas como ahora. Eran muy pocos los que conocían quien eran los productores y lo que se escondía detrás de esas copas de vino que se llevaban a la garganta hasta que en 1805, George Sandeman comenzó a sellar a fuego las tapas de las barricas bajo las siglas 'GSC', convirtiéndose en la primera bodega en firmar sus barriles. Pronto, el apellido Sandeman estaba en boca de todos, tanto que comenzaron a comercializarse de manera paralela copias de sus vinos. Para proteger la calidad y el prestigio de la casa, en 1877 se registró la marca 'GSC George Sandeman & Co.', lo que les ha llevado a ser considerada una de las marcas registradas más antiguas del mundo. Más tarde, se convertirían también en una de las primeras bodegas en exportar el vino etiquetado y embotellado. La creación del hotel en 2018 fue el último movimiento de una larga lista, aunque de bien seguro no será el último.

Sueños macerados

Foto: The House of Sandeman

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Sueños macerados

Como ciudad universitaria que es, el hotel no quiso olvidarse de los viajeros más jóvenes, por eso parte de The House of Sandeman ejerce como hostal. Restaurado con gusto por lo sencillo y lo moderno, a esta ala del edificio no le faltan detalles. La pérgola del hall donde comienza a enredarse una pequeña parra o la figura del caballero de Sandeman al fondo del pasillo dan buena cuenta de ello, aunque lo más llamativo son los dormitorios comunes. Con espacio para siete personas, las camas tienen forma de barrica, de hecho, la sensación de estar durmiendo en una de ellas es tan real que por la ventana se filtra el olor de la uva prensada y macerada en ellas, pues todas las habitaciones compartidas dan a parar a la retaguardia de Gaia. Allí se concentra el verdadero corazón del vino de Oporto: las bodegas y almacenes de todas las casas vitivinícolas.

Modernidad reminiscente

Foto: Javier Sánchez

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Modernidad reminiscente

Las habitaciones privadas se encuentran en el piso superior, y al igual que las demás, las referencias a la bodega y la ciudad son innegables. Decoradas en blanco, negro y amarillo (colores insignia de la casa) cada dormitorio alberga varias piezas de museo vintage: la selección de vinilos que aguarda junto a un tocadiscos bajo el alfeizar de la ventana, los azulejos que visten el suelo del baño o los pósteres publicitarios de Sandeman -estilo francés- que decoran el cabezal.  

La mejor posta de Oporto

Foto: The House of Sandeman

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La mejor posta de Oporto

Al igual que muchas otras ciudades del mundo, la mejor vista de Oporto se consigue alejándose de ella. Es en la periferia más cercana, en la vecina Vila Nova de Gaia, donde se le muestra al viajero la postal más reconocible de la ciudad portuense, y no existe mejor mirador que a través de alguna de las ventanas de The House of Sandeman.

Cualquiera de las habitaciones que miran al Duero son en esencia un palco exclusivo desde el que admirar la belleza decadente de Oporto. Sin necesidad siquiera de levantarse de la cama, es posible contemplar como los tejados tiñen la ciudad de diferentes tonos anaranjados a medida que transcurre el día. Amontonados, dibujan estratos en el horizonte a medida que se gana en altura. En la parte inferior, el barrio de la Ribeira se abre frente al río, acogedor y alegre. El paseo es un vaivén de turistas que remontan la ciudad a ritmo pausado. Desde allí hasta la cima, miles de azulejos de todos los colores y diseños posibles cubren las fachadas de los edificios. También se dejan ver algunos miradores desde los cuales tomar buenas panorámicas como el Mirador da Vitoria; y monumentos como el Palacio de la Bolsa, la Catedral de Oporto o los jardines del Palacio de Cristal. Ya en la cúspide, la Torre de los Clérigos sobresale por encima del resto, traza una línea prácticamente recta hasta el hotel y desde allí, otea el horizonte con la misma solemnidad que un faro.  

Esencia portuguesa con toque español

Foto: Javier Sánchez

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Esencia portuguesa con toque español

A pesar de las guerras napoleónicas y los conflictos de la época, George Sandeman viajó mucho por España y Portugal, y producto de aquellas aventuras por tierras ibéricas es el vino que sigue produciéndose hoy en día. Considerados como dos de las denominaciones de origen más importantes de Europa, el vino de Oporto y de Jerez representan las joyas de la corona respectivamente, aunque la bodega también produce Madeira y Brandy.

Esa unión es visible en el logo. En la azotea, una figura misteriosa y lúgubre observa a los turistas que pasean tranquilos por la ribera. Es el Don, un caballero oscuro ataviado con la capa tradicional de los estudiantes de Oporto y un sombrero de ala jerezano. La obra fue diseñada como una campaña de publicidad por el artista George Massiot-Brown en 1928, debido a la gran aceptación que tuvo, unos años más tarde se consolidó como la imagen de la empresa siendo hoy uno de los personajes más icónicos que habitan en la ciudad.

Y es que como decía Jarabe de Palo en aquella canción:

En lo puro no hay futuro,

La pureza está en la mezcla.

El Atlántico, a cuatro pedaladas

Foto: iStock

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El Atlántico, a cuatro pedaladas

Bajo los dormitorios descansan más de 2.000 botellas de vino y miles de litros en barricas de roble. Cabe decir que el tour a través de las bodegas no está incluido en la reserva aunque su visita es casi de obligado cumplimiento. Sin embargo, si se opta por otra actividad, es recomendable tomar una de las bicicletas que posee el hotel y salir a descubrir la ciudad. La orografía llena de subidas y bajadas, callejones estrechos y cuestas interminables no invita especialmente a recorrerla sobre dos ruedas, por eso una de las rutas más aconsejables es también una de las más alternativas, la que parte desde el paseo hasta la desembocadura del Duero, justo donde el río se encuentra con el océano Atlántico.

Si se escoge la orilla de Oporto, desde el barrio de la Ribeira, se llega hasta el fantástico faro de Felgueiras. Desde allí, a pocos minutos hacia el norte, también se encuentra el pueblo pescador de Matosinhos, el fuerte de San Francisco Javier o la Praia de Leça da Palmeira, lugar donde se encuentra la fotogénica Piscina das Marés, obra del arquitecto oriundo Álvaro Siza.    

En cambio, si se prefiere tomar el paseo de Vila Nova de Gaia, la ribera termina unos metros antes aunque en este caso lo hace en una Reserva Natural. Se trata del Estuario del Duero, un paraje donde observar decenas de aves en su hábitat. De vuelta, el olor a sardinhas grelhadas recorre las calles de Afurada, un pequeño pueblo de pescadores con parrillas en cada esquina donde parar a comer y seguir el viaje en bicicleta hacia el hotel.

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