La cultura de lo local
No es ningún secreto que la filosofía de la marca Thompson se centra en celebrar la cultura local, en crear un auténtico encuentro entre el viajero y el destino. Más que un mero alojamiento, el diseño único de la propiedad, cada Thompson es diferente y cada uno está mimetizado con su entorno, tiene como objetivo convertir a estos hoteles en parte de la comunidad creativa local. Una tarea nada sencilla que consiguen gracias a las diferentes asociaciones con artistas locales, cuyas piezas inundan el hotel hasta abrir su lobby para que los madrileños entren, paseen y hasta trabajen.Es, muy posiblemente, el concepto más purista de hotel social de la capital.

Thompson Madrid está ubicado en el centro de la nueva Milla de Oro de la cuidad, con vistas a una Plaza del Carmen en permanentes obras de peatonalización. Para conocer las numerosas vidas de este edificio hay que remontarse hasta el siglo XVIII, cuando en su lugar aquí se encontraba una iglesia que quedó destruida durante la Guerra Civil. Su segunda vida comenzó más adelante, siendo el Edificio Montesol, que albergó los “Almacenes Arias” desde 1942 hasta 1987, momento en el cual se transformó en los Cines Acteón. En 2017 arrancó el último capítulo de su historia, o lo que es lo mismo, la obra para transformar el edificio en lo que ahora conocemos como el hotel Thompson Madrid, y que encierra 175 habitaciones, incluyendo 22 suites, distribuidas en las ocho alturas que conforman el edificio, además de numerosas experiencias.

En ningún sitio como en casa
Hay dos adjetivos que funcionan a la perfección en cada una de las estancias del Thompson Madrid, pero sobre todo en sus habitaciones: perfección y sensatez. Enfocadas como si fuesen espacios residenciales, las habitaciones son sencillas, pero prestan especial atención a los detalles decorativos: muebles prácticos, materiales naturales -sobre todo mármol y madera- que aportan un toque burgués al asunto y tecnología sin apabullar (las televisiones tienen hasta Chromecast incorporado). Todo es cómodo, todo es práctico y todo es bonito, sobre todo si se tiene la suerte de acceder a una de las suites con terraza privada y vistas a los tejados de Madrid.
La estancia más imponente de Thompson Madrid se ubica en el ático del hotel y es su increíble Penthouse. Gozando del magistral interiorismo del equipo de arquitectura de Luisa Olazábal, completamente exterior y con 222 metros cuadrados distribuidos en dos plantas, la Penthouse incluye bar, terraza, salón y un área de comedor con un mostrador. En la planta superior se encuentran las habitaciones, baño con bañera y amplio vestidor.
Y un piso más arriba, muy posiblemente el Nirvana, o lo que es lo mismo, la piscina infinita del hotel que, al aire libre y climatizada con sistema de hidromasaje, es el espacio con mejores vistas al vistas al horizonte madrileño.

Foto: THOMPSON MADRID
Por amor al arte
Es un hecho: la apuesta por el arte de Thompson Madrid es como ninguna otra en la capital. El hotel ha diseñado su propio papel en la hotelería de la ciudad como embajador de Madrid y como nexo entre los turistas y locales, “gatos” y adoptivos. Todo en su interior es un enorme espacio que rinde culto al viaje. De ahí que como inicio de la experiencia el arte está presente en todas las estancias del hotel, desde el lobby hasta los pasillos de las habitaciones, pasando por la zona de eventos. Obras de los artistas Andrea Torres, Marta Bermejo, Pils Ferrer, Mercedes Garrido y Miguel Vallinas acompañan a los huéspedes durante su estancia.
Tener como objetivo convertirse en parte activa de la comunidad creativa local no es una tarea baladí en una plaza, la madrileña, en plena revolución. Pero que Thompson Madrid está esforzándose por estar a la altura de su lema, “un lugar donde vive la cultura”, es algo del todo innegable.

El mejor desayuno de la capital
A pesar de no tratarse de un hotel grande en tamaño, las aspiraciones del Thompson Madrid son enormes. Por eso, y gracias a su afán por elevar la excelencia hotelera a otro nivel, la propiedad se ha asociado con el grupo de restauración Familia La Ancha, fundado en Madrid en 1919 y liderado actualmente por la cuarta generación de hosteleros madrileños, para desarrollar su proyecto gastronómico. Uno que, además, funciona a la perfección.
Más allá del típico buffet de desayuno, la de Thompson es una propuesta novedosa que, al contrario de lo que sucede con muchos proyectos en Madrid, no solo es bonita, también rica. The Omar es el espacio en el que sucede (casi) todo; es un bistró y también es un obrador, por eso aquí se desayuna, se come y se cena siendo precisamente la primera comida del día la que condesa todo el protagonismo, tanto por originalidad como por sabor.

La propuesta condensa en una bandeja el tradicional desayuno continental con café, zumo, fruta, tostadas y embutidos, todo servido con mucha gracia y por un equipo profesional y sonriente. Una propuesta original a la que se suma una oferta de platos calientes donde los Huevos Benedictinos servidos con una salsa holandesa de kimchee condensan todo el protagonismo. Hay más, desde la tradicional tortilla de patata hasta unos churros con chocolate pasando por una propuesta de ratatouille con aguacate y champiñones.
Al Thompson Madrid Rooftop Bar, el restaurante ubicado en la azotea del hotel y, por el momento, exclusivo para huéspedes se acaba de sumar Hijos de Tomás, una coctelería clandestina situada en la planta baja del edificio y con acceso directo desde la Plaza del Carmen.
Que Madrid es hoy punto de encuentro local y el hogar donde la herencia se vincula con progreso y revolución es un hecho, y así lo demuestran hoteles como Thompson en su afán por difundir la idiosincrasia de una ciudad como ninguna otra en el mundo. Aunque que haya tenido que venir una cadena americana para promulgarlo bien merece un capítulo a parte.