Símbolo por excelencia de Oporto, la Torre dos Clérigos resulta omnipresente, elevándose elegante por encima de los tejados decadentes de la ciudad. No hay visita que valga si no se llega a la iglesia y, sobre todo, se sube hasta lo más alto de la torre, algo que no se ha podido hacer durante los últimos meses, cerrada al público. Ha sido casi medio año por obras y confinamientos varios. Durante diciembre y enero, hubo obras de mejora en la iglesia, el museo y la torre, para acondicionar los espacios a las nuevas condiciones sanitarias derivadas de la pandemia por la COVID-19. Según declaraciones de la Irmandade dos Clérigos, se ha logrado “mayor comodidad, seguridad, calidad en la experiencia de la visita e incluso nuevos contenidos para explorar”.