El término ‘isla’ se inventó por lugares como Tristán de Acuña. Un territorio que vive en un confinamiento perpetuo en mitad del Atlántico, alejado de cualquier otro indicio de vida.
Con el imperialismo llegaron las ansias de unos pocos por conquistar el máximo territorio posible. De aquella visión expansiva surgieron, entre muchos otros aspectos, las grandes expediciones del siglo XIX. Poco a poco, los planisferios de la época se comenzaron a llenar de bordes y siluetas nuevas, aparecían ríos y montañas desconocidas, África empezaba a tomar forma para occidente, pero también Australia, Nueva Zelanda y otros lugares que hasta la fecha no eran más que un gran interrogante. Hasta entonces, enormes serpientes marinas, incluso dragones y monstruos de todo tipo copaban los mapas bajo una inscripción que hacía de salvaguarda: Terra incógnita. Todo lo que no se había visto o registrado era pasto de mitos y leyendas, sólo así se podía definir algo de lo que no se tenía consciencia.

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Con la llegada de la cartografía moderna y las nuevas tecnologías, esos lugares de leyenda ya sólo son posibles en la mente de algún escritor que imagine nuevos mundos o en las expediciones que están por venir, es decir, la lucha por la conquista del espacio. Sin embargo, aquí, en la Tierra, aún siguen quedando pequeños reductos de espacios imposibles. Lugares remotos, casi desconocidos. Uno de ellos es Tristán de Acuña, un micro archipiélago ubicado en mitad del Océano Atlántico, propiedad del Reino Unido, que tiene a su cargo la distinción de ser la isla habitada más remota del mundo.
Orígenes portugueses
No fueron corsarios como Francis Drake o Henry Morgan los que engordaron las posesiones de la madre patria. El descubrimiento de este pedazo de tierra en mitad del Océano Atlántico se le reconoce a Tristão da Cunha, un navegante portugués que en 1506, pasó a bordo de su navío por las inmediaciones de la isla. El fuerte oleaje impidió que su barco atracara, por lo que no pudo pisar aquel territorio que se le abría frente a sus ojos, pero eso no le impidió que la bautizara con su nombre.

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Más de 300 años después, la corona británica anexionó el territorio y comenzó a poblarlo, en parte, como medida para que los franceses no utilizasen aquel lugar como base de operaciones para rescatar a Napoleón de su exilio en Santa Helena, a 2.200 kilómetros de distancia. El primero en hacerlo fue William Glass, que se asentó junto a su mujer, sus hijos y un par de hombres. Con el tiempo, empezaron a llegar otras mujeres y la población fue creciendo hasta llegar, en la actualidad, a 250 habitantes aproximadamente. Todos ellos viven en la capital administrativa, Edimburgo de los Siete Mares, llamada así en honor al Príncipe Alfredo, Duque de Edimburgo, que en 1867 dio la vuelta al mundo, aunque Tristán de Acuña está formada por tres islas más: Inaccesible, Nightingale y Gough.
Una erupción patriótica
A pesar de estar reconocidos oficialmente como ciudadanos británicos, los isleños tienen una única patria y no es otra que Tristán de Acuña. Así lo demostraron en 1961, cuando el volcán que domina la pequeña porción de tierra oceánica entró en erupción. Aquel suceso obligó a evacuar a los 250 habitantes que fueron trasladados hasta Gran Bretaña. A los pocos meses, una vez se calmó la situación, se les ofreció la oportunidad de quedarse en tierras europeas. Allí les esperaba un futuro ‘prometedor’, repleto de nuevas oportunidades. Algo que los lugareños no aceptaron, pues el ajetreado ritmo de la ciudad terminó haciendo que se decantaran por volver a la que es su hogar, demostrando así su amor por la tierra que los vio nacer.

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Ocho apellidos tristones
Durante su estancia en Reino Unido, algunos ancianos comenzaron a enfermar –e incluso morir- de algo que por tierras de ultramar jamás habían escuchado. Eran afecciones tan comunes como la gripe común. Debido a su aislamiento, muchas de las enfermedades que el resto del mundo las afrontaba como normales, para ellos era algo insólito. Sin embargo, los médicos también se dieron cuenta de otra curiosidad. Los refugiados de Tristán de Acuña eran más propensos a contraer enfermedades genéticas, como por ejemplo, el asma o el glaucoma. Al tratarse de un número de personas tan reducidas, el parentesco es inevitable.
En la isla viven alrededor de 80 familias, repartidas únicamente en 8 apellidos: Glass, Green, Hagan, Laverello, Repetto, Rogers, Swain y Patterson. Una saga de tristones (así es como se les conoce a los habitantes de Tristán de Acuña) que por el momento, no parece tener fin.
Pesca y alcohol
El entretenimiento en la isla es muy limitado, de hecho, no fue hasta 2001 que se instaló la primera televisión. También poseen una piscina y prácticamente cualquier espacio puede ser utilizado como patio de juegos. Aun así, la actividad principal es el alcohol. La vida social transcurre en el ‘Albatross’, el único pub de la isla. Algo significativo ya que se calcula que al año, cada habitante consume una media de 50 litros de whisky. Una auténtica barbaridad si se compara con sus hermanos británicos que poseen una ratio anual de 1,25 litros por persona.
La ingesta de alcohol consume gran parte del tiempo. El resto lo suelen dedicar a la pesca y al cultivo del ganado. Muchos habitantes, excepto algún que otro profesional (médico, maestro, dependiente), son pescadores. Mientras los hombres se echan a la mar, las mujeres emplean sus esfuerzos en la fábrica de conservas de langostas.