El cuadro: 'La iglesia de Auvers-sur-Oise vista desde el Chevet'
Cuando Van Gogh se instaló en Auvers encontró algo de paz: «Auvers es excepcionalmente bella», escribía a su hermano -se conservan 800 cartas enviadas por Van Gogh, de las que 650 iban dirigidas a Théo-. «…entre otras cosas tiene muchos viejos tejados de paja, algo que ya se estaba convirtiendo en algo raro…». Y sobre su tutor allí, el doctor Gachet: «Tiene los ojos azules y tristes, como tú y yo. Somos muy amigos…, trabajo en un retrato suyo», hoy expuesto en el Louvre de París.
Auvers era y es un pueblo pequeño, pero Van Gogh lo inmortalizó para siempre en sus pinturas. Además de sus campos, pintó su ayuntamiento, el castillo y la iglesia, cuyo cuadro ilustra este artículo. Se trata de una obra postimpresionista pintada al óleo (94 x 74 cm) en 1890, que hoy se contempla en el Museo Orsay de París. El templo se eleva sobre un suave montículo; el cielo es de un color azul intenso, cobalto puro, sin detalles; alrededor de la iglesia se abren dos senderos, una idea ya repetida en otros cuadros, un ramal con una campesina y el otro con las casas del pueblo al fondo. Mientras por la luz en el exterior se intuye un día soleado, la iglesia permanece en penumbra, como en sombra, solo el azul del cielo reflejado en sus vidrieras y el tejado con algún tono violeta y anaranjado aportan algo de color.
Sin embargo, los grandes protagonistas de Van Gogh en Auvers fueron los paisajes campestres, creados en un formato de lienzo inusual para él, más alargado (50 x 100 cm), idóneo para los amplios trigales de la zona: «Son enormes extensiones de trigo bajo cielos embravecidos. He intentado deliberadamente expresar en ellos tristeza y extrema soledad», describía a su hermano en relación a Campo de trigo bajo un cielo tormentoso (1890). Ese sentimiento es aún más intenso en Campo de trigo con cuervos, para muchos su última pintura, y tal vez premonitoria de su muerte, con esas aves de mal agüero sobrevolando los trigales. Nunca sabremos si con este cuadro Van Gogh anunciaba su suicidio, porque a la vez que lo pintaba, solicitaba a Théo en otra carta que le enviase material ¿para seguir pintando?
El 27 de julio de aquel año, en una soleada tarde de domingo, Vincent tuvo una recaída y salió hacia esos campos que tanto había pintado, llevando una pistola en el bolsillo. Se disparó un tiro en el pecho, pero consiguió regresar al Auberge Ravoux. Moribundo en su habituación del hostal, el doctor Guichet no le abandonó en su agonía. Dos días después moría en presencia de su hermano Théo. Fue enterrado en el cementerio de Auvers-sur-Oise, un kilómetro más arriba de la iglesia.
Seis meses después, desolado, falleció Theo. En 1914, su esposa, Johanna, consiguió que lo enterraran junto a su hermano. Fue ella la que, convencida del valor artístico de su cuñado, no paró hasta dar a conocer al mundo su legado.