Namasté

Varanasi y Púshkar, las ciudades santas de la India

Los templos hindúes, las ceremonias a orillas de los ‘gaths’ y, sobre todo, la energía que transmiten, las convierten en paradas indispensables para recorrerlas de arriba abajo.

Entre las calles laberínticas y caóticas de Varanasi y la calma que desprende Púshkar se siente una energía difícil de percibir en otros lugares del mundo. No hay que ser hindú, ni siquiera creyente, para darse cuenta de lo que allí confluye. Son las ciudades más antiguas de la India y dos paradas obligatorias en un viaje en el que lo emocional pesa más que lo racional.

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Los destinos sagrados

Benarés © iStock

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Los destinos sagrados

Varanasi y Púshkar no tienen nada que ver. De hecho, se podría decir que son polos opuestos. La primera -la más conocida-, es el impacto cultural más grande que se encuentra el visitante en este país, es bullicio, desorden y desconcierto, pero también es gratitud y esperanza. Muy diferente a Púshkar, la sorpresa inesperada, tranquila y desconocida en medio de un recorrido por el Rajasthán. Dos ciudades separadas por 1014 kilómetros, en donde la antigüedad de sus cimientos, la importancia del agua en sus creencias y la espiritualidad de sus ambientes marcan el rumbo de una religión que cuanto más se conoce más intriga.

Púshkar, la cuna de lo espiritual

Púshkar © iStock

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Púshkar, la cuna de lo espiritual

Bajo la atenta mirada de la diosa Savitri, en un pequeño templo sobre la colina Ratnagiri, se encuentra uno de los destinos de peregrinación más importantes del mundo hinduista, Púshkar. Su visita es de obligada asistencia si se cruza Rajasthán a pesar de que no se trata de una ciudad grande, ni con numerosos lugares para visitar, pero en su conjunto es una de las ciudades más bellas y místicas del país.

Entre el desierto y la ciudad rosa

Púshkar © iStock

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Entre el desierto y la ciudad rosa

Rodeada de colinas, colindando el desierto de Thar y situada a orillas de un lago que normalmente está cubierto por la niebla, esta pequeña y tranquila ciudad transmite una energía difícil de sentir en otros lugares. Al caer la noche, sus calles resurgen y los templos mantienen sus puertas abiertas a quienes terminan el día con una ofrenda. Sin embargo, antes de la salida del sol, el agua del lago de Púshkar ya acoge a multitud de personas que se desplazan hasta allí para su baño de purificación.

El creador de la tierra

Púshkar © iStock

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El creador de la tierra

El relato hindú cuenta que el dios Brahma -en el hinduismo, el creador del universo- dejó caer una flor de loto sobre la tierra dando lugar al nacimiento del lago Púshkar. Un atractivo lugar que, además de por su importancia espiritual, también lo es como punto neurálgico. Hasta allí se acercan peregrinos de todas las partes de la India para sumergirse en sus aguas sagradas con la intención de limpiar su cuerpo y su alma.

Varanasi, la ciudad de la muerte

Varanasi @ iStock

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Varanasi, la ciudad de la muerte

En el estado de Uttar Pradesh se encuentra la otra ciudad santa del hinduismo, Benarés, o Varanasi en hindi, que según cuenta la leyenda fue fundada por el dios Shivá. Esta ciudad, en la que viven más de un millón de habitantes -al menos de los que se tiene constancia que están censados-, se levanta a orillas del río Ganges. Un río sagrado que, más que una corriente de agua permanente, en la cultura hindú es la vía de acceso directo al Nirvana.

La fuerza de los ‘ghats’

Varanasi @ iStock

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La fuerza de los ‘ghats’

La relación de la madre Ganga, la diosa del Ganges, con el Nirvana es extremadamente importante para los hinduistas. Al menos una vez en la vida, los hindúes peregrinan hasta allí para eximirse de sus pecados bañándose en sus aguas, y es que, con cada inmersión el río elimina uno de los pecados cometidos. Por eso, al amanecer, las orillas del río se llenan de fieles que buscan deshacerse de sus pecados y lanzar a su diosa sus ‘pujas’ llenas de flores, velas y bolitas de anís que la fuerte corriente se lleva sin dificultad alguna.

De Benarés al Nirvana

Varanasi @ iStock

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De Benarés al Nirvana

Pero lo que es realmente impactante es saber que para ellos morir en Benarés es sinónimo de entrar directamente al Nirvana. Los hindúes quieren morir en Varanasi. Esa es la razón que explica porqué existen numerosas residencias de ancianos a lo largo y ancho de la ciudad. Pero sus calles nada tienen que ver con esto, Varanasi es una ciudad alegre y la muerte para ellos es solo un paso más hacia la reencarnación.

El camino hacia la reencarnación

Varanasi © Lucía Díaz Madurga

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El camino hacia la reencarnación

Una vez llega la muerte, en esta serpenteante ciudad, los cuerpos sin vida se pasean sobre los hombros de familiares varones. Rodeados de incienso y cubiertos de flores llegan entre cantos a los ghats, a las orillas del Ganga. Allí se incineran con madera y especias que, en función del dinero que posea la familia, será de una calidad u otra. Las mujeres son quienes lo eligen, pero no se les permite estar en la ceremonia pues, según explican los locales, en el pasado cuando el marido era el primero en fallecer había mujeres que se tiraban a la hoguera para arder con su pareja. Una vez las llamas del crematorio se han apagado, el cuerpo hecho cenizas se lanza en medio del Ganges para que vuelva a resurgir a la vida en forma de reencarnación.

Lo que está al otro lado del Ganges

© Lucía Díaz Madurga

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Lo que está al otro lado del Ganges

En estas ciudades sagradas existe una figura de la que se habla poco, porque no existen imágenes que lo corroboren. Se trata de los ascetas o sadhus, personas que siguen una doctrina filosófica que busca purificar el espíritu y lograr la perfección moral y espiritual por medio de la negación de los placeres materiales. En la India existen alrededor de 5 millones de sadhus. Son personas fácilmente reconocibles que viven de la caridad, siempre van pintados con las cenizas de los crematorios y suelen estar en sus alrededores meditando. Y, según cuentan los locales, su único alimento -además de los que les dona la comunidad en forma de ofrenda- son los restos que llegan a las orillas del río Ganges. Una historia difícil de creer pero que nunca sabremos hasta que punto es cierta.