
“Aunque es una profesión muy dura, y a veces muy cruel, mi amor por la bicicleta permanece tan fuerte ahora como cuando la descubrí por primera vez. Estoy convencido de que mucho tiempo después de haber dejado el ciclismo profesional seguiré montando en bicicleta. No quiero abandonar la bicicleta nunca. Veo a mi abuelo con 70 años y yendo en bicicleta a todas partes. Para mí, eso es maravilloso. Y la bicicleta será siempre parte de mi vida.”
Estas palabras de Stephen Roche –el ciclista irlandés que en 1987 ganó el Giro de Italia, el Tour de Francia y el campeonato del mundo– reflejan el amor por la bicicleta que sentimos cada vez más personas y también nuestra disposición a pedalear por mucho que pasen los años. Este vehículo permite una relación extraordinaria con el paisaje y depara una experiencia que va mucho más allá del ejercicio físico. Sentados en el sillín, sin volar pero sin tocar el suelo, avanzamos por la tierra silenciosamente, impulsados solo por el propio cuerpo. Nos envuelve la sensación de fluir, tal vez el estado más próximo a la felicidad, según lo definió el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi. Eso significa estar inmerso en una actividad que permite congeniar libertad y compromiso, en la que la persona se involucra con todas sus facultades, entregada al deleite de la acción y del momento presente.
En la bicicleta el equilibrio surge del movimiento y se mantiene gracias a él. No existe un medio de transporte más eficaz –andar o correr consume más calorías por kilómetro– ni con menos emisiones de carbono, pues en vez de hidrocarburos el ciclista metaboliza carbohidratos. Quien pedalea conoce y aprecia cada tramo del trayecto. El espacio deja de ser una magnitud casi abstracta entre los puntos de origen y destino y se convierte en protagonista. El espectáculo es la ruta. Y si esta es estrecha o pródiga en curvas, bienvenida sea, a diferencia de lo que ocurre yendo en autómovil. Con la bicicleta estamos expuestos a la intemperie y dependemos de las propias fuerzas, que convendrá pues administrar y entrenar. Una vieja máxima del ciclismo advierte: “Come antes de tener hambre, bebe antes de tener sed, abrígate antes de tener frío”.

ciclismo
"Sentados en el sillín, sin volar pero sin tocar el suelo, avanzamos por la tierra silenciosamente, impulsados solo por el propio cuerpo".
Foto: Unsplash
Estos meses de Covid han permitido que cada persona sea más consciente de sus prioridades. En mi caso, el ciclismo de carretera ocupa un lugar destacado, como comenté en junio en la newsletter dedicada a presentar al equipo de Viajes NG. Pero la pandemia también ha puesto las bicicletas más de moda, hasta el punto de que al mercado le cuesta abastecer la demanda. Parece como si de repente hayamos descubierto lo que lleva décadas siendo obvio: no existe un medio de transporte más eficiente, barato, ecológico y saludable.
Los Países Bajos cuentan con 37.000 km de vías ciclistas y 22 millones de bicicletas para 17 millones de habitantes. Uno de cada cuatro trayectos se realiza pedaleando. En Copenhague circulan cinco bicicletas por cada automóvil; cuando se pregunta a los usuarios por qué las emplean, el 50% responde: “porque es fácil”. La bicicleta permite ir de puerta a puerta con diligencia y flexibilidad para variar la ruta. Y ahora que ciudades como Bilbao, Burgos o Tarragona limitan la velocidad urbana a 30 km/hora, la bicicleta va camino de superar en rapidez al coche.
En Berlín hace años que las bicicletas reinan en las calles. El coronavirus ha disminuido el uso del transporte público, debido a sus espacios cerrados, y ha propiciado los desplazamientos a pedal, más seguros por discurrir al aire libre. La nutrida red de carriles bici berlineses se ha reforzado durante estos meses con otros de carácter provisional señalizados con cintas amarillas. El tiempo dirá cuáles se consolidarán.
Alemania dispone ya de 100.000 km de ciclovías, una vasta red de carreteras que atraviesa todo el país. Según el club de la bicicleta alemán (ADFC), más de 5 millones de ciudadanos las utilizan durante sus vacaciones.

Yeo
Alemania dispone ya de 100.000 km de ciclovías, una vasta red de carreteras que atraviesa todo el país.
Foto: iStock
Si se quiere tener una visión global de las vías ciclistas en todo el planeta hay una web muy útil: Open Cycle Map.
El mapamundi puede ampliarse a voluntad y muestra que Bélgica y Holanda son, junto a Alemania, territorios privilegiados para desplazarse en bicicleta. Les siguen Gran Bretaña, República Checa y Escandinavia. África y Sudamérica, por el contrario, aparecen como un desierto de ciclovías.
En Asia sobresale positivamente Taiwán. La antigua Formosa carecía de carriles para ciclistas. Pero en 2007 King Liu, el fundador de la marca de bicicletas Giant, dio la vuelta a la isla con 73 años en un recorrido de 900 km. Liu, que apenas había montado en bicicleta aunque llevaba más de tres décadas fabricándolas, se echó a la carretera motivado por la película Island Etude (2006). En ella, un joven viaja con su bicicleta y su guitarra descubriendo la belleza natural y cultural de la isla. El empresario taiwanés volvió transformado de su tour por Formosa… y supo utilizar la popularidad que le reportó el viaje y sus contactos con el gobierno. Hoy Taipei cuenta con un excelente sistema de alquiler de bicicletas. La vuelta de King Liu en torno a Taiwán puede realizarse por completo a través de ciclovías. Y también multitudinariamente, en el evento Formosa 900, que se celebra cada verano y consta de 9 etapas.
Como descubrió King Liu ya setentón, viajar en bicicleta es más fácil y agradable de lo que parece. El ciclismo no requiere de una coordinación corporal especial. Es un ejercicio aeróbico que se realiza sentado y sobrecarga menos las articulaciones que caminar o correr. Con las bicicletas actuales y su amplio abanico de marchas, muchas personas pueden subir el Tourmalet. El único misterio es el tiempo que tardarán.
El afán por ir lo más rápido posible distingue al ciclista del cicloturista. La aplicación Strava, que muestra las rutas realizadas y el tiempo empleado en cada tramo, comparado con los anteriores registros personales o los de cualquier otro individuo, es ya todo un escaparate mundial para quien sube ahí sus recorridos. Precisamente por eso en el club ciclista de La Garriga, el pueblo donde vivo, con el que me gusta salir los domingos, hay quien prefiere no utilizarla o lo hace de forma anónima.

Gravel
Las bicicletas de tipo gravel se han convertido en la mejor opción para el cicloturista
Foto: iStock
Las bicicletas de montaña permiten aventurarse por todo tipo de senderos –el límite lo ponen la audacia y pericia del ciclista–. Ahora parece que han venido para quedarse las de tipo gravel. El cuadro y el manillar son similares a los de una bicicleta de carretera, pero los frenos de disco y las ruedas de unos 4 cm de ancho permiten circular cómodamente por pistas forestales. La novedad es que en los tramos asfaltados o en las subidas una bicicleta gravel fluye con más alegría que una de montaña, cuyas gruesas ruedas con tacos pueden transmitir la sensación de estar corriendo con botas. Provista de maleteros, la gravel es una bicicleta ideal para el cicloturismo. Con ella se pueden congeniar a voluntad carreteras y pistas de tierra a la hora de disfrutar de un territorio.
El número de países y de comunidades autónomas que ofrecen información y folletos con rutas específicas para hacer en bicicleta aumenta, como se comprueba de año en año en la feria de turismo FITUR. Mallorca, Gran Canaria, Tenerife, Lanzarote o Alicante son hoy mecas del ciclismo, sobre todo en invierno, cuando en las carreteras de media Europa acechan placas de hielo. Hay empresas que alquilan bicicletas de gama alta o media a quien viaja a esos destinos de nuestro país. También proponen itinerarios, con o sin guía, y se encargan de trasladar el equipaje si se cambia de alojamiento. Hoteles especializados en atender a quienes realizan actividades en plena naturaleza, y sobre todo los que ofrecen facilidades al ciclista, cuentan con el sello Bikefriendly, otorgado por una empresa de Huesca que promueve rutas en bicicleta.

Bikefriendly
El sello Bikefriendly certifica a aquellos establecimientos donde los cicloturistas cuentan con todo tipo de servicios.
Proliferan los blogs, individuales o colectivos, que aportan información e inspiración al cicloturista. Una iniciativa presencial pionera son las jornadas “El mundo en bicicleta”, que se celebran en Burgos desde hace ya 24 años. Cada viernes de marzo, el Teatro Clunia, con aforo para 600 personas, se llena literalmente para escuchar a viajeros que han dado la vuelta al mundo en bicicleta o poco menos y comparten su experiencia.
Según la Oficina del Peregrino, cerca de 21.000 personas llegaron en bicicleta a Santiago de Compostela en 2018 –306.000 lo hicieron a pie–. Muchas de ellas tenían poca experiencia como ciclistas, pero aprovecharon las facilidades que depara el Camino de Santiago, tanto en lo que concierne a hospedaje y alimentación como a logística, incluido el retorno de la bicicleta finalizada la peregrinación.
El ciclismo cuenta con sus propios santuarios, sean deportivos o religiosos. Los primeros los integran ascensiones que las carreras han convertido en mitos (Alpe d’Huez, Galibier, Tourmalet, Aubisque, Izoard, Madeleine, Stelvio, Gavia, Mortirolo, Tres Cimas del Lavaredo, Angliru, Muro de Huy…), y que al aficionado le gustaría coronar a su vez. Entre los segundos, el más famoso es la capilla de la Madonna di Ghisallo, encaramada sobre el lago de Como, por la que pasa el Giro de Lombardía. En 1948 el papa Pío XII la proclamó Patrona universal de los ciclistas. Una antorcha bendecida fue llevada desde Roma hasta el santuario por una comitiva de corredores. Los últimos relevos corrieron a cargo de Gino Bartali y Fausto Coppi. La iglesia acoge bicicletas y prendas de estos y otros campeones. Junto a ella se inauguró en 2006 un museo del ciclismo.
I
En Francia, 35 km al nordeste de Mont-de-Marsan, la ciudad en que vivió y falleció trágicamente Luis Ocaña, se halla la capilla de Géou, convertida en 1959 en Notre-Dame-des-Cyclistes por Juan XXIII. Los maillots de muchos profesionales colorean sus muros cual vitrales. El santuario de Nuestra Señora de Dorleta, la patrona de los ciclistas de España, está –no podría ser de otra manera– en el País Vasco, a 600 m de altitud, cerca de la población guipuzcoana de Salinas de Léniz.
Pero si hay un lugar donde el ciclismo suscita auténtica devoción es en Flandes. Las clásicas que tienen lugar en primavera, aplazadas este año al otoño por el Covid, son una fiesta que congrega a la gente junto a las carreteras durante toda la jornada y atrae aficionados de muchos países. El Koers Museum, en la ciudad de Roeselare, dedicado a la historia del ciclismo, tiene una magnífica colección de bicicletas de todas las épocas y un gran centro de documentación. Entre 2015 y 2018, años en que se estuvo renovando el edificio, el museo lo compensó con una exposición permanente en una iglesia que no se usaba para el culto: “Ciclismo es religión”.

Kapelmuur
Icónica imagen del Kapelmuur, una ascensión mítica en Flandes.
La pieza central del altar, una enorme cruz de hierro soldada a partir de antiguas bicicletas e iluminada por los rayos que fluían a través de las vidrieras, representaba el collado de la Croix de Fer de los Alpes franceses. Junto a impresionantes fotografías expuestas a modo de vía crucis (el suizo Fabian Cancellara portando al hombro su bici averiada a modo de cruz en los adoquines del Koppenberg, el holandés Johnny Hoogerland caído y lacerado entre alambres de espinas…), la exposición estaba organizaba como una procesión a través de capillas ciclistas. Estas rendían homenaje al Mont Ventoux, donde perdió la vida Tom Simpson, a reliquias como el rosario que siempre llevaba Johan Museeuw, apodado el León de Flandes, o a la copa-cáliz del ganador de la Lieja-Bastogne-Lieja. A la diestra del altar se emplazaba el santuario del superhéroe Eddy Merckx, una deidad nacional que trasciende las fronteras. En un confesionario en el lado izquierdo se reproducía el vídeo de la entrevista de Oprah Winfrey a Lance Armstrong, en la que este admitía haber recurrido a la EPO, transfusiones de sangre y diversas hormonas para lograr sus victorias en el Tour. Una galería fotográfica del periódico The Guardian ilustra esa exposición.
Steve Jobs decía que los ordenadores venían a ser como una bicicleta para la mente, al expandir los campos que esta era capaz de abarcar. Sería difícil hallar un invento tan sencillo y que haya potenciado tanto nuestra capacidad para conocer el territorio y el mundo de primera mano. Es probable, como dijo Carl Sagan, que si los nombres de las constelaciones se hubieran puesto en el siglo XX, en lugar de centauros y otras criaturas mitológicas ahora veríamos bicicletas en el cielo.
Este texto fue originalmente enviado a todos los suscriptores de la newsletter de Viajes National Geographic.