En el año 50 antes de Cristo, las tropas romanas habían conquistado hasta el último rincón de la Galia... excepto una aldeíta en el rincón noroccidental del Hexágono donde resistían un grupo de chiflados nativos. Este es el punto de partida con el que los autores René Goscinny y Albert Uderzo construyeron un universo del cómic que lleva vivo más de seis décadas y que incluso les ha sobrevivido.
Los protagonistas de la historia son una pareja de peculiares galos. Astérix, bajito y resuelto; Obélix, grandullón, dubitativo y bobalicón. Ambos dotados de la fuerza descomunal que les proporciona la poción mágica que prepara su druida con hierbas secretas del bosque.
Ya en su tercer álbum (han protagonizado casi cuarenta), los dos héroes se dedicaron a viajar por el mundo antiguo. Así, el quebradero de cabeza en el que se habían convertido para las guarniciones de Babaorum, Aquarium, Laudanum y Petibonum se trasladó a todos los rincones del Imperio romano, y puso en jaque a las fuerzas del ejército más poderoso que se hubiera conocido hasta el momento.
Astérix, Obélix, el perrito Idéfix y el druida Panorámix han recorrido otros territorios y prácticamente siempre tienen que abandonar el refugio de su aldea en la que tan a gusto se encuentran comiendo jabalí. Pero es en los álbumes citados donde los irreductibles galos han practicado turismo con todas las de la ley, dejando por el camino un montón de peleas, humor blanco y un banquete a la luz de la lumbre como final siempre feliz.