Al igual que los fideos instantáneos, TikTok tiene su origen en China y experimentó un subidón a principios de año. El primer trimestre de 2020 cerraba con una noticia histórica, la red social que lleva una nota musical como estandarte conseguía situarse en lo más alto de la pirámide, convirtiéndose en la aplicación más popular del mundo con más de 315 millones de descargas. Y lo hizo a ritmo de tonos pegadizos, bailes virales, vídeos cortos y mensajes condensados. Un nuevo lenguaje para una nueva normalidad, y sobre todo para un nuevo público, ansioso por hacer suyo un oasis donde evadirse, compartir y bailar.
Pero su éxito va más allá de la simple moda, también es política. Se trata de la primera aplicación no estadounidense que ostenta el primer puesto de las apps más descargadas. Tal vez se trate de una simple anécdota aunque no deja de ser un reflejo del ascenso exponencial de China en el panorama internacional. Es política también desde que en enero se llenara de víctimas de violencia machista que compartían sus historias, popularizando el himno “un violador en tu camino” que más tarde recorrería las calles de todo el mundo, o desde que en junio, miles de personas se aliaran para sabotear con éxito un mitin de Donald Trump. Pero TikTok es también un fenómeno social, pues ha obligado a todos los sectores a replantearse su estrategia digital, también el de los viajes. No estar supone no existir para millones de personas, o al menos, ser invisible. Por ese motivo, museos, agencias de turismo y hoteles están trasladando el mundo de los viajes a vídeos de no más de 15 segundos.