Todo empezaba en un puerto de gran calado, a bordo de un transatlántico y tras dejar una vida al otro lado del Atlántico. El embarcadero de Buenos Aires era el primer horizonte que los pasajeros llegados desde Europa vislumbraban entre los siglos XIX y XX. A partir de la Revolución Industrial, y seguido por las guerras mundiales, un gran trasvase de población se acercó al continente americano en busca de nuevas tierras y materias primas, así como huyendo de hambrunas. Hoy en día, miles de estas vidas son recordadas muy cerca del muelle, en un museo poco conocido y que en el pasado operó como hotel para dar recepción a los recién llegados.
El Hotel de los Inmigrantes funcionó entre 1911 y 1953 y albergó a 3000 personas semanales de forma gratuita. Aunque una ley establecía un cupo de cinco días de permanencia, este tiempo no siempre se cumplía. Para atender las necesidades de este flujo se contaba con un total de 1000 funcionarios que hablaban todos los idiomas. A diferencia de otros lugares del mundo donde los inmigrantes eran recibidos en asilos –como sucedía en la isla de Ellis en Estados Unidos– aquí los pasajeros eran tratados como huéspedes y gozaban de libertad para entrar y salir del recinto.