Hace no muchos años el turista no veía nada de Bilbao porque sencillamente no llegaban a una ciudad con cierto orgullo de su gris y una fealdad más repetida que real. Pero el Guggenheim y la reconversión industrial cambiaron la cara de la capital vizcaína para convertirla en un destino de primer orden. Más allá de los lugares repetidos en todas las guías y de las visitas que hay que hacer sí o sí, el botxo -cariñoso nombre con el que se conoce la villa de Bilbao- esconde algunos rincones que normalmente se le escapan al visitante. Y que merecen la pena si realmente se quiere conocer un Bilbao que es mucho más que titanio y pintxos.