"Todo lo que sé lo aprendí en Horta"

El pueblo de Tarragona donde Picasso lo aprendió todo

En este bello pueblo entre viñas, almendros y campos de olivo de la comarca de Terra Alta aún puede seguirse el rastro del genial pintor.

Horta de Sant Joan
Foto: iStock

Picasso descubrió en Horta de Sant Joan una naturaleza y una vida rural que inspiraron parte de su obra, una historia de amor que puede conocerse en el Centro Picasso. Sin embargo, el punto de inicio para conocer Horta de Sant Joan es una plaza Cataluña que aparece sin desviarse de la carretera principal, una zona animada repleta de tiendas y bares, donde locales y visitantes se relajan tomando algo en alguna de sus terrazas. Además, un gran mapa de la villa y carteles informativos dan la bienvenida al viajero.

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Foto: Shutterstock

Un recorrido porticado

Desde aquí se debe mirar hacia arriba. Horta de Sant Joan se encarama sobre una colina y se accede a su casco antiguo por calles empinadas. Para que no se haga muy cuesta arriba, lo ideal es subir por la calle Medi Natural, con magníficas vistas que logran olvidar el esfuerzo. Este municipio presume de un entorno espectacular tapizado de viñas, almendros y campos de olivo.

En esta misma calle, sin salida, aparece una callejuela con escaleras que conducen a la porticada plaza de la Iglesia donde reina la calma y la paz. La iglesia de Sant Joan, renacentista y coronada por seis campanas, sorprende su aspecto fortificado. En cambio, su interior de estilo gótico y con esbeltas vidrieras de colores contrasta con su robusta fachada. A su lado, el Ayuntamiento, que fue la antigua prisión, y de estilo renacentista también.

Toda la plaza resulta un conjunto armónico de edificios porticados con gruesas columnas de piedra dorada, razón por la que se convierte en el lugar más fotografiado de Horta de Sant Joan. El recorrido continúa por la calle Pintor Pablo Picasso. Deambular tranquilamente por sus calles estrechas y adoquinadas, con sus casas nobles renacentistas como la Casa del Delme es trasladarse al siglo XVI.

 

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Picasso
Foto: Shutterstock

La huella de Picasso 

La célebre frase de Picasso “todo lo que sé lo aprendí en Horta”, no solo llena de orgullo a la gente del pueblo, sino que es una evidencia de la gran influencia que ejerció estos paisajes en el genial pintor. El Centro Picassoun edificio renacentista del siglo XVI y antiguo hospital, permite conocer en profundidad la entrañable relación entre el artista y Horta. Con solo 16 años llegó por primera vez en verano de 1898, invitado por su amigo y compañero de la escuela de arte en Barcelona, Manuel Pallarés. Aquí descubrió la naturaleza y la vida rural, algo que fascinó a un joven aún excesivamente urbanita. Con sus carbones y en papeles improvisados dibujó pastores, cabras, payeses trabajando en el campo, retratos de niños de la calle, fiestas populares, escenas cotidianas, paisajes… Como si tuviera una cámara fotográfica y captara todos esos instantes vividos durante los ocho meses que estuvo en Horta. Diez años más tarde, regresó con su compañera Fernande Olivier, pero esta vez ya no era un adolescente en periodo de formación, sino un artista cada vez más reconocido y en los inicios del cubismo. Con este estilo produjo algunas de las obras más emblemáticas: La Balsa y La Fábrica, con sendos paisajes de Horta que actualmente se exhiben en el Museo de Arte Moderno de Moscú.

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Foto: Centre Picasso

El Centro Picasso es un museo estructurado en tres plantas, en que la primera y segunda representan las dos estancias del pintor respectivamente. La planta baja se compone de fotos, objetos y anécdotas curiosas y divertidas sobre las vivencias de Picasso en esta población. A pesar de que las obras no son originales (son reproducciones facsímiles) merece la pena visitar este centro y descubrir una etapa desconocida de Picasso de una manera muy amena. Además, es una oportunidad de contemplar obras de arte en un mismo espacio repartidas por museos y colecciones privadas de todo el mundo.

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Foto: Shutterstock

SIGUIENDO A PABLO

Otra manera de visitar el casco antiguo de Horta de Sant Joan es recorrer esos rincones que marcaron al genial pintor malagueño. El mismo Centro Picasso, en la entrada, se expone un mapa de esos lugares: en la calle del Grau, donde residía la familia de Manuel Pallarés y aquí vivió en su primera estancia. En la plaza de la Iglesia se ubicaba el Hostal Trompet, el alojamiento de su segunda visita. Se cree que su dueña, la Sra. Francesca, muy guapa, llegó a ser retratada por el pintor en más de una ocasión, aunque la musa oficial fuera su pareja de entonces, Fernande Olivier. Hubo un día que unas mujeres del pueblo se plantaron delante del hostal tirando piedras a la habitación de la pareja gritando que no estaban casados. La respuesta de Picasso fue contundente: ¡una pistola disparando al aire! El genio tenía mal genio. Otro rincón significativo es lo que queda del Café de Vives, donde se reunía con sus amigos. Aquí pasaban largas veladas bebiendo anís del Mono, jugando al dominó al son de la guitarra de Joaquim Antoni, el propietario del local. Este ya le advirtió que pintando así (estilo cubista) jamás se ganaría la vida, pero que no se preocupara, que si algún día pasaba apuros, en Horta de Sant Joan siempre sería acogido y nunca le faltaría de nada… Por lo que se sabe, el bueno de Joaquim se supone que tocaba bien la guitarra.

 

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Foto: Marta Cuadras

UN MICROCOSMOS DE PISCINAS NATURALES

Que este municipio no esté cerca del mar no se traduce en que la única opción de refrescarse aquí es recurriendo a la piscina municipal. A pocos kilómetros en dirección al Convento de Sant Salvador, una pista polvorienta conduce a Les Olles, unas pozas de agua cristalina de extraordinaria belleza que siguen el curso del río Canaletes. Otro lugar que invita a un chapuzón es L’Assut de Lledó, en dirección a Arnes, donde el río Algars pasa debajo de uno de los puentes de la Vía Verde creando unas magníficas piscinas naturales de aguas transparentes. Y por si fuera poco, este río tiene la peculiaridad de ser el límite físico entre las comarcas de la Terra Alta y el Matarraña. O lo que es lo mismo, nadar de una ribera a otra es “viajar” de Catalunya a Aragón, o viceversa.

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Foto: Shutterstock

A PEDALES POR LA VÍA VERDE

La mejor manera de adentrarse en este entorno natural privilegiado que envuelve Horta de Sant Joan es a través de la Vía Verde. La experiencia de recorrer estos idílicos parajes en bicicleta proporciona un contacto con la naturaleza que va más allá de la contemplación de unas magníficas vistas. Se trata de una vía férrea en desuso cuyas obras se iniciaron en 1882 pero debido a las facultades del trazado no fue hasta 1942 que se puso en marcha. Solo duró 30 años. Ahora es un espectacular recorrido llano, asfaltado y señalizado que no requiere estar en forma para disfrutarla. Se sale desde el mismo núcleo antiguo de Horta de Sant Joan y se disfruta de un paisaje de altas montañas recubiertas de pinos, viñas y almendros.

Este recorrido sigue el discurrir del río Canaletes hasta llegar a la antigua estación de Bot. Enseguida llama la atención un vagón estilo vintage reconvertido en bar que sirve de excusa para detenerse y tomar algunas fotos. A partir de aquí, el paisaje cambia y el recorrido se encajona en el frondoso valle del río Canaletes. A pocos kilómetros, se accede a un rincón de parada obligada: el santuario y balneario de la Fontcalda.

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Emplazadas a orillas del río Canaletes, forman pozas de agua transparente que invitan a un chapuzón. La ruta se puede concluir en Pinell del Brai sino se dispone de mucho tiempo. Pero este paisaje bucólico justifica la reserva de un día entero y alcanzar la estación de Xerta, donde su último tramo discurre paralelo al río Ebro.

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Foto: iStock

TREKKING POR ELS PORTS

Desde lo alto de Horta de Sant Joan, todas las miradas se dirigen a las imponentes Rocas de Sant Benet, tres moles calcáreas que dan la bienvenida al Parque Natural de Els Ports. Un macizo que alcanza los 1.447 m en el Monte Caro y hoy en día es un espacio natural indómito y pleno de vida salvaje. Y por ende, un magnífico lugar para disfrutar de la naturaleza. El punto de partida es el área de recreo La Franqueta, a unos 9 km de Horta y situado en el corazón de Els Ports. El recorrido más popular es quizá La Cueva de Picasso, de solo 3 km y circular, en donde se alcanza la cueva que el pintor y su amigo Pallarés pasaron unos días en verano para un mejor contacto con la naturaleza. Pero la excursión estrella es la de El Estrets, de algo más de dos horas pero sin dificultad. Se atraviesa un bosque frondoso siguiendo el río de Els Estrets, con el aliciente de darse un baño en alguna de sus pozas de agua transparente. Conforme se va avanzando, el sendero se estrecha por altas paredes de roca, muy frecuentadas por escaladores. Otros recorridos son El Racó de Corretja y la Roca Llisa, muy asequibles para todos. Para saber más sobre este parque natural conviene acercarse al Ecomuseo de Els Ports, situado en el núcleo antiguo y es también oficina de turismo.

 

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Foto: Shutterstock

UN CONVENTO MILAGROSO

No es ninguna casualidad que el primer lugar que visitó el joven Picasso, tras unos días de descanso en la casa de los Pallarés, fuera el Convento de Sant Salvador. Este santuario, declarado monumento histórico artístico y en las afueras del pueblo, se convierte en imán de todas las miradas por ser muy llamativo. Se ubica a los pies de la solitaria y puntiaguda montaña de Santa Bárbara, que dibuja una magnífica postal digna de un cuadro. Más allá de un lugar evocador es también un templo con muchísima historia que merece una visita guiada (con cita previa). Se erigió en el siglo XVI sobre el convento de Mare de Déu dels Àngels (nombre oficial) cuya iglesia es el principal monumento religioso templario que se conserva en Cataluña. Con el fin de los templarios en 1313, llegaron los hospitalarios, los nuevos administradores, que siguieron protegiendo a los peregrinos. Entrado el siglo XVI, la orden de los franciscanos instauraron el convento con un pequeño claustro renacentista. Su nombre actual se debe al monje Salvador, que durante los 12 años que estuvo aquí, obró cientos de milagros. Es la causa de que el lugar creciera en importancia y fuera ampliándose hasta convertirse en una universidad de filosofía. 

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Foto: Vinyes del Convent

UNA BODEGA CON CLAUSTRO INCORPORADO

Esta escapada no estaría del todo completada sin adentrarse en los vinos de esta comarca. ¿Cómo? Visitando la única bodega de este pueblo: Les Vinyes del Convent. Solo llegar es maravillarse con unas vistas al pueblo y Els Ports, donde las viñas se divisan en su plenitud. Posiblemente es una de las estampas más bellas del sur de Catalunya. Esta joven bodega, inaugurada en el 2017, cuenta con la tecnología más puntera sin olvidar su pasado. La visita se compone de detalles que rinden homenaje a la historia e idiosincrasia de la Terra Alta, y merece la pena descubrirlos. Ejemplo de ello es la recuperación de la garnacha alta, casi extinguida, que antaño era cultivada por los templarios en las altas montañas de Els Ports. Cabe recordar que la uva garnacha blanca es el emblema vinícola de esta comarca. Otro de los muchos guiños al pasado es un claustro, réplica del Convento de San Salvador, donde el guía recibe a los visitantes.

UN ÁRBOL BIMILENARIO

Lo Parot, cuyo significado es "padre de todos los árboles" y declarado árbol monumental, se ecuentra a unos 500 m de este pueblo. Merece la pena visitar este olivo de más de dos mil años de antigüedad que es un emblema de Horta. Además, impresiona su gran tamaño (tronco de nueve metros de diámetro) y se trata de una variedad desconocida por poseer características distintas a los olivos que abundan alrededor. Posiblemente es el ejemplar más antiguo de Cataluña.

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Foto: José Pallares. Hotel Miralles

DÓNDE COMER EL CRESTÓ, EL PLATO TÍPICO DE HORTA DE SANT JOAN

En esta villa esencialmente agrícola y de carácter rural, ya se intuye que aquí se come muy bien y con productos de alta calidad de km 0. Sería un delito pasar por alto su gastronomía, otro gran atractivo de esta escapada. En el restaurante, es casi obligado degustar el plato típico de Horta de Sant Joan: el Crestó, una receta que elaboran con maestría en el Hotel Miralles. Consiste en un plato elaborado con carne de cabra criada en estas montañas que se sirve guisado en escabeche y con hierbas. Otros manjares son el cabrito rebozado, el civet de jabalí, las carnes a la brasa… Por supuesto, mucho mejor si todo se acompañan con vinos de Denominación de Origen Terra Alta. Los embutidos y el aceite de oliva tampoco deben faltar en la mesa. El punto dulce lo ponen las pastas típicas como los ametllats (merengue almendrado), mantecados y panadons. Estas saben mejor con una copita de vino rancio, cómo no, de la Terra Alta.