Plaza de la Catedral de Friburgo
La plaza de la Catedral, corazón del casco medieval, siempre bulle de actividad. Hay mercado a diario, excepto domingos y fiestas de guardar. Y a todas horas, la gente se sienta a charlar en el pretil de la fuente renacentista –policromada, como el tímpano y algunas estatuas de la Catedral– o se apalanca en poltronas delante de la Kaufhaus o lonja de mercaderes, almacén renacentista cuyo patio acoge conciertos. Otro lugar de encuentro son los dos Ayuntamientos y sus respectivas plazas. El Antiguo, que se hizo uniendo varias casas con gablete del siglo xvi, aloja la oficina de turismo. El Nuevo surgió de la reforma de un edificio universitario en torno a 1900. Su carillón solo se desata a mediodía. A esa hora más o menos, un domingo, Friburgo es un clamor de campanas como solo recuerdo en Roma.
Friburgo no termina ni mucho menos ahí. Quedan por ver la Casa de Erasmo, renacentista, en la que se alojó el pensador como refugiado; el convento de los Agustinos, hoy transformado en museo; el claustro gótico de los Franciscanos, destinado a conciertos; la posada más antigua de Alemania, Zum Roten Bären, en la Herrenstrasse...