Camboya

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La costa camboyana

A diferencia de Tailandia y Vietnam, Camboya no es un destino famoso por las playas, aunque también puede presumir de ellas. Se localizan en el suroeste, más cerca de la capital, Phnom Penh. Los 400 km que separan la ciudad de Siem Reap de la costa camboyana se pueden recorrer en autobús o en avión hasta Sihanoukville, aunque la primera opción aporta una visión más completa del país y permite contemplar el paisaje y la vida rural durante el viaje.

Si se atraviesa el país por carretera es aconsejable parar en Kampot, una ciudad colonial francesa que destaca por su ambiente relajado. En esta pequeña localidad las opciones varían entre deambular sin rumbo por sus calles de aire francés, sentarse a tomar una cerveza en alguna terraza o degustar un amok –curry de pescado con leche de coco– en uno de sus agradables restaurantes, hasta entretenerse contemplando el lento discurrir del río Kampong Bay, que puede recorrerse en barco hasta su desembocadura en el golfo de Tailandia.

A tan solo una hora y media en autobús de Kampot, se encuentra Sihanoukville, la ciudad costera más famosa de Camboya. Es un lugar ideal para disfrutar de unos días junto al mar en un entorno tropical. Sihanoukville cuenta con playas para todos los gustos, desde las más animadas con multitud de restaurantes y bares que casi tocan el agua y sirven pescado fresco, a discretos arenales alejados y tranquilos que apenas disponen de infraestructura.

Después de familiarizarse con la zona, lo más recomendable es alejarse del bullicio y subir al transbordador de línea que conecta con las islas esparcidas frente a la costa camboyana. Aunque ya se han construido algunos hoteles y hay planes para continuar con el desarrollo turístico, todavía conservan la calma y el aspecto que antaño caracterizaban a todas las islas del golfo de Tailandia.

Koh Rong, la isla más accesible y con más servicios, posee largas playas de arena blanca y un interior cubierto por una densa jungla en la que habita una variada fauna y flora. Al sur emerge la pequeña Koh Rong Sanloem, muy conocida por la famosa playa Saracen Bay, con más de dos kilómetros de longitud. A poca distancia se halla la selvática Koh Ta Kiev, una isla para robinsones en la que la electricidad solo funciona unas horas al día y no hay internet. En este rincón casi paradisiaco es posible alejarse de la civilización y disfrutar de la naturaleza desde un bungaló instalado frente al mar, mientras se degustan las delicias recién salidas del océano, aderezadas a la manera local, como calamares a la brasa o pescado en salsa de tamarindo. 

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Los 216 sonrisas del Bayon

Saliendo de Angkor Wat en dirección norte se llega a la puerta sur de Angkor Thom, la última de las capitales construidas en la zona, que en su momento cumbre llegó a contar con una población de un millón de personas. La ciudadela fue construida tras al saqueo de la anterior capital, Yasodharapura, por parte del reino Champa en 1177. El impulsor de Angkor Thom fue el rey Jayavarman VII, una de las figuras más importantes en la historia jemer pues en el siglo xiii declaró religión oficial el budismo mahayana, dejando atrás siglos de veneración hinduista. Desgraciadamente, su obsesión por las ostentosas construcciones acabó por drenar al reino que, a su muerte, entró en la larga crisis previa a su extinción.

Todo el perímetro de Angkor Thom está rodeado por un foso. Cuando el visitante llega al puente de acceso a la ciudad, lo reciben dos hileras de 54 estatuas. En la de la derecha se alinean representaciones pétreas de deva (dioses), mientras que en la de la derecha se hallan los asura (demonios). Ante esta imponente puerta, el viajero se siente observado por los rostros del bodhisattva Avalokiteshvara.

En el centro de la antigua ciudad se alza la estructura más importante de Angkor Thom: el Bayon. Este templo budista simboliza el sagrado monte Meru y es famoso por los 216 sonrientes rostros que miran enigmáticamente al visitante desde las 54 torres que lo conforman. Más allá de la propia espectacularidad de la construcción, el trabajo del tallado en piedra es de una maestría sin igual y muestra muchos aspectos de la vida del reino jemer en el siglo xii.

Desde aquí se puede continuar la visita del recinto arqueológico por la avenida en dirección norte y girar inmediatamente a la izquierda para acercarse al Baphuon, un templo que fue conocido como «el mayor puzle del mundo». Debido a su descomunal tamaño, el edificio fue desmoronándose con el paso del tiempo y, a inicios del siglo xx, ya era una ruina que amenazaba con desplomarse. En 1960 se decidió restaurarlo y, para ello, se siguió un proceso minucioso, etiquetando escrupulosamente cada piedra que se desmontaba.

 

 

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La calles de Siem Reap

La calles de Siem Reap son un constante ir y venir de gente llegada de todos los lugares del mundo. La ciudad no defrauda a quien busca todo lo que un enclave del Sudeste Asiático puede ofrecer: masajes de pies, restaurantes que sirven una curiosa mezcla de platos de la gastronomía occidental y oriental, tiendas de recuerdos, mercados nocturnos con cientos de puestos de ropa, bares abiertos hasta altas horas de la noche en la famosa calle Pub Street… Aunque para algunos representa la peor cara del desarrollo turístico, Siem Reap es una ciudad agradable que dispone de todas las comodidades necesarias mientras se visita el inmenso recinto de Angkor.

Tras unos días –dos por lo menos– recorriendo la histórica capital jemer, es buena idea dedicar una jornada entera a los templos situados alrededor de Siem Reap y que, a pesar de situarse fuera de  los límites de Angkor, también forman parte del conjunto de monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Un lugar que nadie debería perderse es Banteay Srei, situado unos 20 km al norte. Aunque su tamaño resulta humilde en comparación con otros edificios, este templo del año 967 edificado por dos ricos hermanos brahmanes, es uno de los mejor preservados y cuenta posiblemente con los bajorrelieves jemeres más delicados.

Otro enclave imprescindible es la zona de Roluos, donde se erigía Hariharalaya, la primera capital del estado jemer, que precedió a Angkor. Se alcanza tras conducir unos 20 km desde Siem Reap por la carretera que toma rumbo este. Este conjunto alberga el Bakong, el primer templo-montaña construido por los jemeres, el año 881. El estilo sería reproducido después en otras construcciones, como el templo de Angkor Wat. En Roluos también se pueden visitar los templos de Preah Ko y Lolei, más sencillos que Bakong pero que permiten ver la evolución de la arquitectura jemer.

 

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Angkor Thom, la última de las capitales

Volviendo a la avenida principal y continuando en dirección norte, se llega a la espectacular Terraza de los Elefantes, que era usada como plataforma por el rey y su corte para contemplar las ceremonias y los desfiles militares. Esta terraza formaba parte de la fachada del Palacio Real, del que se han conservado algunas puertas, parte de las murallas y el Phimeanakas, un santuario piramidal y escalonado que ya se integraba en Yasodharapura, la capital antes de que Angkor Thom fuera construida.

Hay que salir por la puerta Norte para dirigirse a Preah Khan, un templo erigido en 1184 por el mismo Jayavarman VII en honor a su padre. Desde aquí la mejor opción es regresar a Angkor Thom y cruzar la puerta de la Victoria para visitar las otras maravillas de la antigua capital jemer. Se trata de Thommanon, Chau Say Tevoda y Ta Keo, tres templos que merecen una visita de camino a uno de los templos más fotografiados de todo Angkor: Ta Prohm.

La estructura de este recinto budista de 1186 ha sido tomada por la selva; los gigantescos árboles que crecen en su interior permiten imaginar el estado de Angkor cuando los primeros exploradores franceses llegaron aquí a mediados del siglo xix –misioneros españoles y portugueses del siglo xvii ya dieron noticia de unas ruinas fabulosas en la selva de la actual Camboya–. Aunque se talaron algunos árboles para facilitar la excavación arqueológica, se decidió preservar la gran mayoría para mantener su aspecto original.

Se puede finalizar el recorrido por la zona principal de Angkor contemplando el anochecer en el estanque de Sra Srang. De regreso a Siem Reap, resulta entretenido descubrir los rincones de una ciudad convertida en el principal centro turístico de Camboya gracias a su cercanía a Angkor y a sus buenas conexiones aéreas con Vietnam, Tailandia y Birmania.

 

 

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Foto: Getty Images

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Un centenar de templos

Además de la bicicleta, hay varias opciones para visitar el enclave arqueológico de Angkor. En Siem Reap se puede alquilar una motocicleta con conductor, un tuk-tuk o un coche, aunque este último medio de transporte le resta encanto a la visita. En bicicleta, el calor y la distancia entre los templos puede pasar factura conforme avanza la jornada. Contratar a un guía que explique el origen de la ciudad y el significado de los detalles arquitectónicos de los templos puede ayudar a entender la complejidad y riqueza de aquel reino.

Entrar en el recinto de Angkor Wat después de contemplar el amanecer es recomendable, no solo por el juego de luces sobre sus torres y el estanque que lo precede, sino para evitar las aglomeraciones. Este templo hinduista dedicado a Vishnu fue erigido a principios del siglo xii y, después del abandono de la ciudad en el siglo xv, fue el único que siguió habitado por monjes budistas. El recinto tiene forma rectangular, ocupa 2 km2 y está rodeado por un gran foso. La gran avenida que conduce al templo propiamente está jalonada por una balaustrada en la que se han esculpido nagas, serpientes mitológicas de cinco o siete cabezas que representan la lluvia o el puente entre el cielo y la tierra.

Las paredes de Angkor Wat son un museo al aire libre, con gran cantidad de estatuas y bajorrelieves que invitan a pasarse horas contemplando seres mitológicos, escenas de la corte o representaciones de las batallas libradas en los textos épicos del Ramayana o el Mahabharata. En el centro del recinto se levanta la estructura principal del templo, en el que sobresalen cinco prasat, torres con una forma piramidal típicas de la arquitectura jemer y que representan el monte Meru, hogar de los deva (dioses) en la mitología hindú.

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La restauración del templo de Baphuon

Los trabajos de restauración del templo de Baphuon se detuvieron en seco debido al golpe de estado perpetrado por el general Lon Nol, que derrocó al presidente Norodom Sihanouk en 1970 y llevó a una guerra civil que daría el poder a los Jemeres Rojos en 1975. Este partido comunista comandado por Pol Pot quiso destruir cualquier atisbo de sociedad burguesa y convertir Camboya en una gran cooperativa agrícola mediante un régimen basado en el terror. En los cuatro años que duró su gobierno, hasta que los vietnamitas los expulsaron en 1979, murieron alrededor de dos millones de personas –un cuarto de la población del país– a causa de torturas, ejecuciones masivas, trabajos forzados y hambrunas.

A mitad de la década de los 90, después de años de guerra entre los Jemeres Rojos y el gobierno camboyano, el país fue lo suficientemente seguro para reabrirse al turismo y continuar el trabajo de reconstrucción del templo Baphuon de Angkor. Cuando regresaron al recinto, los arqueólogos se encontraron con alrededor de 300.000 piedras desperdigadas, sin ningún tipo de patrón, porque los registros habían sido destruidos. Tras una ardua tarea de investigación que duró 15 años, en 2011 se consiguió terminar el rompecabezas y hoy el templo se puede contemplar con toda su belleza.

 

 

 

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La ciudad perdida Jemer

La tenue luz que anuncia el amanecer rodea las bicis que recorren los escasos cinco kilómetros que separan la ciudad de Siem Reap del yacimiento arqueológico de Angkor. En su templo más famoso, Angkor Wat, los primeros rayos de sol van coloreando de rosa las grandes torres que se elevan sobre la selva. 

Los historiadores consideran que el Imperio jemer empezó el año 802, cuando el rey Jayavarman II se autoproclamó devaraja (rey-dios) y trasladó la capital a Hariharalaya, al este de la actual Siem Reap. A finales del siglo ix, Yasovarman I instaló la capital en la nueva ciudad de Yasodharapura, también conocida como Angkor.

El periodo dorado jemer abarca del siglo xi hasta inicios del xiii, cuando el reino alcanzó su máxima extensión: desde las costas de Indochina en el sur hasta la actual provincia china de Yunnan en el norte, y desde Vietnam en el este hasta el golfo de Bengala en el oeste. Pero a partir de mediados del siglo xiii todo empezó a desmoronarse. Los arqueólogos apuntan a las hambrunas causadas por un largo periodo de escasez de lluvias y a un deterioro del vasto sistema de canalización jemer. Los constantes ataques de los pueblos tai, primero del reino de Sukhotai y después del de Ayutthaya, aceleraron el fin de seis siglos de poderío jemer. El imperio había llegado a su fin, pero su impronta seguiría viva durante siglos gracias a la influencia cultural y arquitectónica que dejó en los países de la región.

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Templo del bayón

Se considera un reflejo del palacio celeste del dios Indra. Los rostros de Avalokiteshvara mirando a los puntos cardinales transmiten una paz contagiosa.

Foto: Danny Iacob / Age Fotostock

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Flores de loto perfiladas

El gran templo de Angkor Wat figura incluso en la bandera de Camboya.

Foto: Alvaro Leiva / AGE FOTOSTOCK

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Homenaje a Vishnú

Los orígenes de una civilización

En el mítico combate entre dioses (deva) y demonios (asura), Vishnú, al que estaba consagrado inicialmente Angkor, facilitó la victoria de los deva al proporcionarles el néctar batido del océano de leche, elixir de inmortalidad. Los bajorrelieves de Angkor narran ese y otros episodios del Mahabharata. Destacan los cientos de apsaras, ninfas de gran belleza y elegancia que deleitaban a los deva y en cuyas gráciles posturas se basa la danza camboyana, una de las más bellas del mundo. Y abundan los elefantes, tanto por la potencia que imprimen a los ejércitos como por encarnar las nubes monzónicas preñadas de lluvia.

Foto: Pietro Bevilacqua / Age Fotostock

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Los arqueólogos decidieron respetar los árboles que crecían sobre el único monasterio de Angkor. La vida parece fluir sobre las viejas celdas encarnada en gigantescas raíces.

Foto: Shutterstock

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La mítica capital del antiguo Imperio Jemer

El naturalista francés Henri Mouhot emprendió un viaje por el Sudeste Asiático en 1858 con apoyo de la Royal Geographical Society para catalogar nuevas especies. En 1860 se tropezó con la antigua capital jemer devorada prácticamente por la jungla, aunque en Angkor Wat residía una comunidad de monjes que cuidaba el templo. Al año siguiente Mouhot enfermó y murió en Laos, pero sus cuadernos de viaje dieron origen a su libro Viaje a los reinos de Siam, Camboya y Laos, publicado en 1868. Esa obra, junto a las imágenes del fotógrafo escocés John Thomson, despertó en Europa una auténtica pasión por la ciudad perdida del imperio jemer. 

Foto: Dan Leffel / Age Fotostock

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Bajorrelieves de la terraza del Rey Leproso

Un espacio vinculado a Yama, dios de la muerte y de la justicia.

Foto: Fototeca 9x12

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Domar el agua

Angkor Wat es un eje cósmico que evoca al monte Meru y está rodeado por un gran foso de agua (190 metros de ancho y 3,6 kilómetros de perímetro). Pero esa obra hidráulica y la red de canales garantizaba asimismo las cosechas de arroz e impedía los movimientos del suelo debidos al contraste entre la estación seca y la húmeda, que socavaban los cimientos de los templos y provocaban hundimientos y colapsos en las estructuras. 

Foto: Eduardo Teixeira de Sousa / Age Fotostock

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Espacios para encontrar la serenidad

Aunque el budismo es la religión central de Camboya, hasta el siglo XIV el país fue esencialmente hinduista. Entre 1975 y 1979, bajo la dictadura jemer, la mayoría de los monjes fueron asesinados y más de tres mil templos fueron dañados o destruidos. A finales de la década de 1980 el buFotodismo recobró el protagonismo y los wats empezaron a reconstruirse. Uno de los atractivos de Angkor es que la población sigue acudiendo a los templos para sus prácticas religiosas, con lo que estos mantienen su función original. 

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Mapa del recinto de Angkor

Alrededor de Angkor Wat y Angkor Thom, una multitud de vestigios del antiguo Imperio Jemer salpican la frondosa selva.

Foto: Gtres

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Siem Reap, Camboya

Son muchos los viajeros que coinciden en decir que en esta ciudad de Camboya, en la provincia de Siem Riep, se ven algunos de los mejores amaneceres del mundo. Si a ello le sumamos las ancestrales ruinas de los templos de Angkor Wat, tendremos dos de las principales razones por las cuales Siem Reap está entre los 25 destinos más populares del mundo. El templo de Banteay Srei, junto a la selva, los palafitos del lago Tonlé Sap y el mercado nocturno de Siem Reap te va a transportar al origen de una cultura fabulosa que sigue dejando atrás las atrocidades del régimen de Pol Pot y sus jemeres rojos.

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Angkor, Camboya

Angkor es el asentamiento mejor conservado del antiguo Imperio jemer, que dominó el Sudeste Asiático entre los siglos IX y XV. En esa época es cuando comienzan a construirse los principales templos del complejo, consagrado a los diferentes dioses de la religión hindú. El primero de ellos fue Preah Ko, seguido de Bakong, el más representativo que marcaría la arquitectura de la época. Angkor Wat, el principal foco turístico de Camboya que fue introducido como imagen de su bandera, no se llega a levantar hasta el siglo XII por el rey Suryavarman II. La principal peculiaridad de los diferentes reyes del Imperio jemer es que cada uno de ellos construyó su propio templo. Esta es la razón por la que Angkor es uno de los complejos religiosos más grandes del mundo, hoy Patrimonio de la Humanidad.

Aunque en sus inicios la mayoría de las edificaciones estaban consagradas a los dios hindúes, con la llegada al poder de Jayavarman VII Angkor se convirtió al budismo y cambió su capital a Angkor Thom. Fue en esta época cuando el imperio alcanzó su máximo esplendor, extendiéndose hacia Tailandia, Laos, Birmania, Malasia y Vietnam. Su decadencia ha suscitado numerosas teorías. Algunas de ellas aluden a la peste o a la hambruna como motivo de su abandono; otros historiadores consideran que fue a raíz de la conquista de los siameses, una tribu que huía de las invasiones de los mongoles. Estos se asentaron en Angkor adaptándose a la cultura jemer hasta que su poder se hizo tan fuerte que en el siglo XV su último rey, Dharmara Jadhiraja, se vio obligado a huir del reino. Angkor nunca llegó a estar abandonado, algunos monjes budistas se quedaron en sus templos. Con el paso de los años, este lugar acabó absorbido por la naturaleza hasta que fue redescubierto por los franceses.