Una vía pródiga en reliquias
El libro V del Códice Calixtino o guía del peregrino medieval, obra del monje Hugo el Poitevino, otorga gran relevancia al camino de Tours. En función de la piedad propia del siglo XII, que rendía notable culto a las reliquias de santos y mártires, hace hincapié en el repertorio de las depositadas en los templos que jalonan la vía. En Tours yace el cuerpo de san Martín, aquel que había partido su capa con el mendigo; en Poitiers el de san Hilario, temprano evangelizador de la Galia; Saint-Jean-d’Angély afirmaba poseer nada menos que el cráneo de Juan Bautista; Saintes custodiaba el cuerpo de san Eutropio, uno de los siete evangelizadores de la Galia. En Blaye descansaba el cuerpo de san Román y, para los amantes de las gestas, en un ataúd de oro, acompañado de su espada, el del par Roldán, que había perecido en la emboscada de Roncesvalles. Burdeos acogía el sepulcro del obispo san Severino, y en plenas Landas reposaban, en Belín, héroes carolingios como Oliveros, Gandelbodo, Oxier, Arestiano, Garín y muchos más, todos ellos mártires, según relata la Historia de Turpín, en Roncesvalles.