Francia

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Foto: Vincent Bouvais

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Castillo de Marqueyssac

Desde lo alto de las torres del castillo de Beynac se divisan otros cuatro castillos a orillas del río: Fayrac, Castelnaud –se puede visitar–, Lacoste y Marqueyssac, sobre estas líneas. Con senderos entre 150.000 bojes y un mirador a 130 metros de alto, su jardín es uno de los rincones más encantadores del valle. 

Foto: Gtres

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Lascaux 2, réplica de las pinturas originales halladas en Montignac

La cueva original, Lascaux 1, descubierta por cuatro chavales al rescatar a su perro en 1940, solo puede ser visitada por el presidente de la República. El soberbio edificio Lascaux 4, del estudio noruego Snohetta, inaugurado en diciembre pasado sustituye a Lascaux 2.

Foto: Doug Pearson / AWL Images

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Tierra de templos

La Dordoña debe su abundancia de templos a las vías peregrinas que conducen hasta Rocamadour y Santiago. La abadía de Saint Avit Senieur, por ejemplo, es una destacada etapa en la Vía Lemovicensis a Santiago de Compostela.

Foto: Jordan Banks / Fototeca 9x12

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Castelnaud-la-Chapelle

Su castillo del siglo XII forma parte del conjunto de fortalezas que se erigen en el tramo alto del río Dordoña, en el llamado Perigord Negro.

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Mapa de la región del Perigord

El valle del Dordoña a veces se estrecha y encajona entre una vegetación furiosa, y otras veces respira y se ensancha, como aspirando a pasar de ser una rivière a ser un fleuve o río mayor. 

Calanque de Maubois,  Francia

Foto: Gtres

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Calanque de Maubois (Provenza, Francia)

Agay es una región costera de la Provenza francesa famosa por la belleza de sus paisajes. Bien en el interior, o bien en la costa, la tranquilidad y la naturaleza han sido valores historicamente reivindicados y conservados por sus habitantes En su litoral encontraremos, entre otros mágicos rincones, la Calanque de Maubois, un lugar paradisiaco poco masificado debido al limitado acceso de los coches. El destino perfecto para quien busque la nada desdeñable mezcla de aguas cristalinas, playas limpias y tranquilidad absoluta a las orillas del Mediterráneo.

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Una ciudadela de récord

Rodeada por los viñedos del Languedoc-Rosellón emerge la Cité de Carcasona, con el perfil de los Pirineos al sur. Incluida en el Patrimonio de la Unesco en 1994, la ciudad amurallada es la mayor ciudadela medieval fortificada que se conserva en Europa.

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Inexpugnable

La doble muralla del siglo XIII cuenta con 52 torres y barbacanas rematadas por pináculos de pizarra o de teja. La dinastía feudal de los Trencavel (siglo XI) eligieron un altozano a orillas del Aude para construir su castillo. Tras las sangrientas cruzadas con los cátaros se alzó la segunda muralla que otorgó la protección definitiva a la ciudadela. Hoy el paseo por la Cité permite imaginar cómo se vivía durante uno de los periodos más apasionantes de la Edad Media.

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Basílica de Saint-Nazaire

Este magnífico templo fue iniciado el año 925 y rematado en el siglo XIV. Las vidrieras de estilo gótico que decoran las seis capillas representan varias escenas de la vida de Cristo y los apóstoles, y dotan el interior de la basílica de una luz tenue.

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Rincones únicos

Las calles adoquinadas de la Cité conducen a rincones llenos de magia como la plaza de Auguste Pierre, donde confluyen tres vías. La ciudadela encierra un recinto fortificado que se puede visitar con su aspecto actual gracias al arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, quien reconstruyó la ciudadela basándose en planos y documentos históricos.

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Canal del Midi

Cerca de Carcasona, esta vía navegable es un perfecto espacio de ocio y descanso. Desde el s. XVII, enlaza Toulouse con el Mediterráneo. Esta avenida fluvial fue una vía primordial para transportar mercancías hasta la llegada del tren en el siglo XIX. Hoy es una ruta turística que se recorre en barco o en bicicleta.

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Basílica de Saint-Nazaire

Originalmente, el templo era una construcción románica como demuestra su planta en forma de cruz latina. Los capiteles de algunas columnas están esculpidos con motivos vegetales, animales o máscaras humanas. 

Foto: José Alejandro Adamuz

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El aviador y escritor Antoine de Saint-Exupéry nació en Lyon

Antoine de Saint-Exupéry nació en el centro de Lyon en 1900. La ciudad inauguró una escultura de la lionesa Christiane Guillaubey, el 29 de junio de 2000 con motivo del centenario del nacimiento del célebre escritor y aviador. Saint-Exupéry está sentado y le cuelgan las piernas en el pedestal de mármol blanco que lo alza. Parece contemplar el horizonte de forma serna. Le acompaña el pequeño príncipe. Esta escultura es lo más parecido que tiene el escritor a una tumba. El viajero tardará poco en dar con ella, en un lateral de la Plaza Bellecour y a un paso de la casa donde nació. La imagen de Saint-Exupéry y del pequeño príncipe nos acompañará mientras paseamos por la ciudad.

Foto: Gtres

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Lyon, una ciudad y dos ríos

Basta ascender a la colina de Fourvière, hasta la basílica de Notre Dame de Fourvière, para comprender cómo la geografía de Lyon está conformada por dos ríos, el Ródano y el Saona. Se puede subir en funicular y luego descender a pie, si se prefiere. Precisamente, desde esta privilegiada ubicación, se expandió Lugdunum, la antigua capital de la Galia durante el Imperio Romano. Podemos aprovechar la visita a este punto panorámico para visitar dos de los vestigios romanos más importantes de Lyon: el teatro y el odeón, construidos en la ladera de la colina.

Foto: José Alejandro Adamuz

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Saint-Exupéry nació en el centro de Lyon

Saint-Exupéry nació en el número 8 de la rue du Peyrat, junto a la popular Plaza de Bellecour. En la actualidad la calle ha pasado a llamarse como el escritor. O al menos, en su versión abreviada y conocida por todos. Como curiosidad, tal como correspondía a su linaje aristocrático, se le bautizó con cinco nombres: Antoine Jean Baptiste Marie Roger de Saint-Exupéry. En el edificio hay una placa en su recuerdo; pero poco más. Durante las celebraciones de su centenario se anunció la creación de un museo en el antiguo castillo de Saint-Maurice, donde se crió; pero el proyecto se ha ido posponiendo.

Foto: José Alejandro Adamuz

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En Lyon se grabó la primera película de la historia

Junto al museo del cine, se encuentra el hangar donde fue grabada la primera película de la historia: La salida de los obreros de la fábrica. Si has visto los 46 segundos que dura el documento de Louis Lumière, reconocerás la forma de la cubierta de la antigua fábrica familiar. Se logró mantener el techo original para el recinto del Institut Lumière, que hoy se dedica al estudio, investigación y difusión de actividades relacionadas con el cine y el patrimonio de los famosos hermanos.

Foto: José Alejandro Adamuz

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Todos a reír con el guiñol

Antes de que los hermanos Lumière encontraran la forma de entretenernos dando movimiento a los sueños, otro lionés famoso, Laurent Mourguet, hizo lo propio con un simpático y travieso personaje, el Guignol (en castellano guiñol). Se trataba de la mejor forma que encontró para distraer a su público, que básicamente se trataba de personas que necesitaban una extracción urgente de alguna de sus piezas dentales. Sí, el inventor de los guiñoles fue un sacamuelas de Lyon. La ciudad conserva esta tradición con diferentes teatros y el Museo internacional de la Marioneta o, también, El Pequeño Museo Fantástico del Guiñol. 

Foto: José Alejandro Adamuz

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Lyon, la cuna de la nouvelle cuisine

Sabemos que a Saint-Exupèry le gustaba comer y reunirse con sus amigos en largas veladas. Disfrutar de la gastronomía es algo muy francés; pero parece que en los lioneses lo es más todavía: es común afirmar que en Lyon nace la nouvelle cuisine de la mano del chef local Paul Bocuse. Y si París tiene los bistrós, Lyon tiene los bouchons. Son locales pequeños, con mesas de manteles a cuadros, vinos de la casa, quesos y los platos populares basados en casquería. Toda una experiencia atreverse con la andouillette, una salchicha elaborada con el intestino y el estómago del cerdo. ¡es el plato estrella! Y por favor, no se vayan si probar, aunque solo sea una vez, el brioche prâlinée. ¡Toda una delicia!

Foto: José Alejandro Adamuz

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Una ciudad llena de murales

En Lyon es como si la realidad no bastara nunca. Al cine de los Lumière, a la poesía de Saint-Exupèry, a las risas del guiñol, a las delicias de la gastronomía, hay que añadir los murales que se encuentran repartidos por toda la ciudad. Lyon es una de las cinco ciudades del mundo en lo que se refiere a arte mural. Un centenar de frescos cuentan la vida y la historia de la ciudad. Por ejemplo, el mural de los Lioneses repasa todos los personajes célebres de Lyon. Imprescindible contemplar el “Mur des Canuts” que describe la historia del barrio Croix Rousse en sus 1.200 metros cuadrados (es el mural más grande de Europa).

Foto: José Alejandro Adamuz

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Bellecour, el corazón de Lyon

La casa donde nació Antoine de Saint-Exupéry está junto a la Plaza Bellecour, popular lugar de encuentro de los lioneses. Está ubicada en el centro de Lyon y se trata de una de las plazas rectangulares más grandes de Europa. En su centro se encuentra la estatua ecuestre de Luis XIV. En el lateral de la plaza, como un guiño a la cercana escultura dedicada a Saint-Exupéry,  hay un parque de juegos infantiles ideal si se viaja en familia.

Foto: José Alejandro Adamuz

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Los puentes de Lyon

En toda ciudad con río hay puentes, y en Lyon no hay un río, sino dos. Según datos oficiales, la ciudad cuenta con 29 puentes en total (16 sobre el Sanora y 13 sobre el Ródano). Los puentes no solo sirven para cruzar, también son miradores perfectos para contemplar el Viejo Lyon desde las orillas. Todos fueron destruidos en 1944, excepto el de la Isla Barbe y las pasarelas de L'Homme de la Roche y Saint-Vincent. 

Foto: José Alejandro Adamuz

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Pasear por el Viejo Lyon

El Vieux Lyon, barrio medieval y renacentista situado a orillas del Saona, forma parte del amplio conjunto arquitectónico declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es el barrio más turístico de la ciudad. Sus concurridas callejuelas están siempre animadas, con una gran cantidad de restaurantes y tiendas. A diferencia de París, Lyon sí tiene casco antiguo. Comienza por la plaza de Saint-Jean, entra en la catedral y admira su asombroso reloj astronómico, pasea por la calle de la Bombarde y, en definitiva, déjate perder. El encanto está en los rincones ocultos.

Foto: Gtres

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París y la chanson française

Si te detienes a escuchar a París, resulta que suena a chanson. La ciudad de la luz ha vivido momentos de revolución y lucha. Libertad, igualdad, fraternidad, y desde la Revolución Francesa hasta mayo del 68 y sus estudiantes en la calle. París tiene una banda sonora muy particular, la de los cantautores de la chanson: Edith Piaf, Serge Gainsbourg, Georges Moustaki o Emile Vaché… Un sonido con cierto toque nostálgico, intelectual y reivindicación de la tradición, ideal para pasear por la capital de Francia.

Foto: Stéphane Lemaire / Gtres

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La riqueza de las marismas

El Mont-Saint-Michel se eleva en medio de praderas en las que pastorea el "cordero de pré-salé", una especie autóctona recientemente recuperada. 

Foto: Anxo Rial

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Rouen

La torre del Gros-Horloge, de origen medieval, aloja un mecanismo relojero que funciona desde el siglo XIV. 

Foto: Vath Sok / Age Fotostock

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La costa de alabastro

Esta franja litoral de 130 kilómetros es una sucesión de playas rocosas y acantilados de hasta 120 metros de altura. Los de Étretat se consideran los más impresionantes.

Foto: Gtres

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El pueblo que sedujo a Monet

A finales del siglo XIX la pequeña localidad de Giverny se convirtió en un lugar muy concurrido por pintores. Llegaban atraídos por la luz y los campos de este rincón normando que con tanta genialidad plasmaba Claude Monet, instalado allí en 1883. Además de los amigos que el maestro invitaba, Giverny vio montar sus caballetes a un selecto grupo de artistas americanos que se alojaban en el Hôtel Baudy, hoy transformado en restaurante y museo –en la fotografía–. Entre los más conocidos se hallaban Lila Cabot Perry, Theodore Robinson y Theodore Butler, que años después sería yerno de Monet. Aquellos pintores llevaron la pasión por el impresionismo a los Estados Unidos.

Foto: Bertrand Gardel / Gtres

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Honfleur

El viejo muelle de St-Catherine es el lugar más frecuentado del Vieux Bassin, el casco antiguo de esta ciudad portuaria.

Foto: Francis Cormon / Gtres

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En refugio Belle Époque

Marcel Proust comía madalenas en la terraza del Gran Hotel de Cabourg entre 1907 y 1914 durante sus frecuentes visitas a esta localidad de la Costa Florida o Fleurie. Los parisinos aristócratas y de la alta burguesía hicieron de esta población su centro de veraneo, un lugar repleto de comodidades y distracciones. El Gran Hotel, el Casino, el hipódromo y el paseo marítimo concentraban la actividad social de entonces –Edit Piaf actuó allí a menudo–y también de ahora, especialmente durante el famoso Festival de Cine que se organiza en junio y que atrae a primeras figuras de la escena internacional.

Foto: Paolo De Faveri / Age Fotostock

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Las playas del día D

Arromanches-les-Bains fue uno de los escenarios del trágico desembarco aliado del 6 de junio de 1944.  

Foto: Gtres

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El valle del Orne

Normandía preserva sus paisajes de interior más genuinos en este valle alejado de las rutas famosas: praderas donde pastan caballos purasangre y trotones, bosques de robles centenarios, granjas, pueblos balnearios y ciudades que fueron residencia de los duques normandos. Alençon, la capital del valle del Orne, contiene todos los ingredientes para seducir al visitante. Por un lado, un patrimonio excepcional constituido por la iglesia de Notre-Dame, de porche gótico flamígero, la señorial Casa de Ozé, el castillo de los duques, el Museo de Bellas Artes y la casa natal de santa Teresa de Lisieux. Por otro, la animación de sus calles y, sobre todo, del mercado que cada jueves y sábado se instala frente a Notre-Dame. Además, Alençon es una base excelente para realizar caminatas por los bosques del Parque Natural Normandie-Maine. 

Foto: Giuseppe Masci / Age Fotostock

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La abadía del Monte Saint-Michel

La leyenda cuenta que el arcángel san Miguel se apareció en sueños al obispo Aubert de Avranches (siglo VIII) y le pidió que erigiera un santuario. 

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Ciudades y paisajes de leyenda normandos

1. Rouen. Su encantador casco viejo revela muchas de las etapas históricas de Francia. Destaca la catedral gótica, pintada por Monet, varias iglesias los museos de Bellas Artes y la casa familiar del novelista Gustave Flaubert. 
2. Giverny. Este pueblecito tiene dos enclaves ineludibles: la casa de Claude Monet y el Museo de los Impresionistas.
3. Les Andelys. Merece la pena visitarlo por su situación en el valle del Sena y su castillo.
4. Le Havre. Ubicado en el estuario del Sena, quedó destrozado tras la Segunda Guerra Mundial y fue reconstruido entre 1950 y 1960. 
5. Honfleur. La zona más antigua es el barrio del puerto o Vieux Bassin. Cuna del pintor Eugène-Boudin, en el siglo XIX fue frecuentado por Sisley, Pissarro, Renoir y Cézanne.  
6. Cabourg. El Gran Hotel, el Casino y las casas señoriales de la playa mantienen el aire belle époque de la localidad.
7. Omaha Beach. En esta playa tuvo lugar una de las luchas más trágicas del Desembarco aliado en Normandía.
8. Bayeux. Su núcleo medieval reúne la catedral gótica y el Centre Guillaume-le-Conquérant, donde se expone el Tapiz de Bayeux, del siglo XI y casi 70 metros de largo. 
9. Caen. Su valioso patrimonio medieval incluye el Vieux Quartier o casco antiguo, las abadías de las Damas y de los Hombres, el Castillo Ducal y la iglesia de St-Pierre. El Memorial de Caen está dedicado al Desembarco y la paz.

Foto: Gtres

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Biblioteca Nacional de Francia

Fue fundada en 1792 y está ubicada cerca del centro de París, junto al Sena. Alberga más de 13 millones de volúmenes y cumple el objetivo de almacenar, mantener y dar a conocer el patrimonio cultural escrito de Francia. La sala oval que aparece en la imagen es obra de Pascal y fue construida en 1932. 

Foto: Sigfrid López

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Poitiers

La catedral gótica de Saint-Pierre se construyó entre 1160 y 1379. Las esculturas de su pórtico ilustran el Juicio Final.

Foto: J.D. Dallet / Age Fotostock

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Tierra de viñedos

El castillo medieval de Monbadon, al este de Burdeos, se halla junto a un promontorio de 114 metros, uno de los más altos de la Gironda. 

Foto: Hemis / Awl Images

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París

La catedral de Notre Dame, por su gran valor simbólico, es un punto de partida habitual para los peregrinos.

Foto: Gtres

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El apóstol Santiago

En el municipio de Chatellerault, atravesada por el río Viena, se puede visitar al apóstol Santiago. 

Foto: Laurent Marolleau / Age Fotostock

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Tours

La plaza Plumereau, con sus casas de entramado del siglo XV, es un animado centro de reunión en esta ciudad a orillas del Loira.

Foto: Laurent Marolleau / Age Fotostock

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La catedral de Tours

Destacan sus magníficas vidrieras.

Foto: Gaspar Janos / Shutterstock

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Castillo de Amboise

En este castillo junto al Loira y al este de Tours se encuentra la tumba de Leonardo da Vinci.

Foto: Nordic Photos / Awl Images

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Saint Émilion

De aquí proviene uno de los vinos de Burdeos más afamados. Sus terrenos calizos y aluviales, con suaves colinas, son muy propicios para la vid.

Foto: Sue Hartley / Age Fotostock

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Burdeos

La plaza de la Bolsa es una de las obras clave de la arquitectura clásica francesa del siglo XVIII y posee el espejo de agua más extenso del mundo.

Foto: Age Fotostock

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Una vía pródiga en reliquias

El libro V del Códice Calixtino o guía del peregrino medieval, obra del monje Hugo el Poitevino, otorga gran relevancia al camino de Tours. En función de la piedad propia del siglo XII, que rendía notable culto a las reliquias de santos y mártires, hace hincapié en el repertorio de las depositadas en los templos que jalonan la vía. En Tours yace el cuerpo de san Martín, aquel que había partido su capa con el mendigo; en Poitiers el de san Hilario, temprano evangelizador de la Galia; Saint-Jean-d’Angély afirmaba poseer nada menos que el cráneo de Juan Bautista; Saintes custodiaba el cuerpo de san Eutropio, uno de los siete evangelizadores de la Galia. En Blaye descansaba el cuerpo de san Román y, para los amantes de las gestas, en un ataúd de oro, acompañado de su espada, el del par Roldán, que había perecido en la emboscada de Roncesvalles. Burdeos acogía el sepulcro del obispo san Severino, y en plenas Landas reposaban, en Belín, héroes carolingios como Oliveros, Gandelbodo, Oxier, Arestiano, Garín y muchos más, todos ellos mártires, según relata la Historia de Turpín, en Roncesvalles.

Foto: Pecold / Shutterstock

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El río Errobi

Surca la ciudad de Saint-Jean-Pied-de-Port, en la Baja Navarra, ya a solo 8 kilómetros de la frontera.

Foto: Michal Szymanski / Shutterstock

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En bicicleta

El camino de Tours discurre por planicies agrícolas, pequeños bosques y riberas de ríos de curso tranquilo. Por eso es la vía idónea para hacer en bici entre las que cruzan Francia.

Foto: Gtres

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París, Francia

Podría ocupar la primera posición entra las ciudades más populares del mundo; pero esta vez, París, se ha quedado en la tercera posición. La ciudad de la luz, del amor, la ciudad de la literatura, está llena de atracciones suficientes para una vida. Es la única ciudad que tiene dos lugares entre los diez de mayor interés turístico de Europa: la Torre Eiffel y Notre Dame. Pero, ¿qué más? Toda una clase de arte en el Museo del Louvre, callejear por sus barrios como Marais o el Barrio latino, disfrutar de la gastronomía en algunos de sus bistro, pasear por la rivera del Sena o visitar el mundo de Amélie Poulain, ¡París no se acaba nunca!

Foto: Jean-Pierre Dalbéra

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Filarmónica de París

Obra del arquitecto Jea Nouvel, la arquitectura de la Filarmónica de París goza de un original e innovador diseño que le hace destacar entre el resto de edificios de la ciudad. Esta gran montaña de cristal, con pequeñas palomas que le hacen ganar movimiento, fue abierta en 2015 y se ubica justo al lado de la Ciudad de la música, diseñada por el arquitecto Christian de Portzamparc e inaugurada en 1995.

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Torre Eiffel, París

En esta fotografía podemos apreciar la Torre Eiffel iluminada con los colores de la bandera belga en solidaridad por los atentados sufridos en el mes de marzo de 2016.

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La estructura más alta del planeta (durante unos años)

Con una altura inicial de 300 metros, que posteriormente fue prolongada con una antena de otros 24, la Torre Eiffel fue la estructura más alta del mundo durante 41 años.