Hace mucho que se ha superado aquello de pensar en Gran Canaria únicamente como un destino playero. En realidad, la isla tiene su lado natural y cuenta con una belleza paisajística que le valió ser declarada como Reserva de la Biosfera. Pero resulta que no sólo hay que mirar hacia su interior, las aguas atlánticas que rodean a la isla están llenas de maravillas fascinantes propias de la novela de Julio Verne Veinte mil leguas de viaje submarino. De esto se dio cuenta ya en los años 90 Jacques Cousteau, quien filmó una serie de documentales sobre las poblaciones de calderones en las islas Canarias que pusieron en el punto de mira de científicos y aficionados de todo el mundo al archipiélago.
En su caso, gracias a las coordenadas que ocupa, en Gran Canaria puede disfrutarse de una climatología excepcional. Esto sumado a las corrientes marinas y la profundidad del océano, favorece que sus aguas sean una buena fuente de alimentación y protección para los cetáceos, convirtiendo la isla en uno de los lugares del mundo con mayor variedad de especies. Y para garantizar que así siga siendo, las aguas que rodean a Gran Canaria disfrutan de su clasificación como zona ZEC (Zona de Especial Conservación).