El Horno de Mel se encuentra enclavado frente a la Mezquita-Catedral, dentro del Palacio de Congresos de la ciudad, un edificio monumental con medio milenio de historia a sus espaldas que está catalogado como Bien de Interés Cultural. En uno de sus patios, de estilo contemporáneo, bien decorado con obras de arte y jardines verticales y con una iluminación que genera un ambiente agradable y cercano, se encuentra el llamado Espíritu de Córdoba, nombre otorgado al espacio que sirve de oasis gastronómico del área de hostelería del histórico Palacio de Congresos.
Con esta apuesta culinaria, la propietaria y directora gastronómica Melbises Ceballos -nombre del que deriva El Horno de Mel- busca ofrecer una bien estudiada selección de productos y elaboraciones que reflejen el vasto repertorio de ingredientes, elaboraciones y recetas tradicionales de la provincia de Córdoba en forma de carta de restaurante, al que puede entrar cualquier persona en su paseo por el edificio.
Platos clásicos y populares de la gastronomía cordobesa con un giro actual sin perder la autenticidad que reflejan muy bien el buen hacer del equipo de cocina son, por supuesto, el Salmorejo, la Mazamorra con anacardos y queso azul, la Crema de calabaza al amontillado, el Flamenquín de presa con pimientos y Cheddar o los imprescindibles guisos del día que varían según la temporalidad de sus ingredientes, frescos y de proximidad en su mayoría.
El Horno de Mel no se olvida de quienes buscan un aire más creativo y original, ofreciendo para estos perfiles platos más modernos de corte de alta cocina, como por ejemplo el Wok de verduras con quinoa y tofu al jengibre, el Tartar ahumado de salmón fresco y otros platos donde el producto de primer nivel es el verdadero protagonista: Mogote de cerdo ibérico de bellota a la cordobesa, diferentes cortes ibéricos del Valle de los Pedroches o carnes de ternera de raza nacional.
Los postres, donde Melbises es una auténtica maestra repostera, no se quedan atrás y ofrecen una elegante selección que se adapta a la totalidad de gustos y preferencias de los más golosos. Además, la selección de vinos, como la de los ingredientes, apuesta primero por bodegas de la provincia de Córdoba y, por tanto, la oferta de vinos generosos clásicos andaluces de Montilla-Moriles protagoniza la carta, dejando sitio a otras referencias para quienes no hayan descubierto aún las magias de la crianza biológica y de la oxidativa.
El conjunto de detalles de El Horno de Mel no se centra exclusivamente en el contenido culinario y vinícola, sino también en el continente. La vajilla es obra del ceramista Iván Ros, que presenta acabados inspirados en el legado califal omeya de la ciudad, en una colección exclusiva para el restaurante. La sala tiene mesas y sillas de fabricación en La Rambla, un municipio de la provincia con tradición en este arte.
Por último, en su patio cordobés, y en línea del edificio monumental en el que se encuentra, también se respira el arte y la cultura. Dos grandes bustos de Quijano y del Quijote, obras del escultor recientemente fallecido Aurelio Teno, acaparan todas las miradas de quienes visitan el edificio y pasan a desayunar, comer o cenar en El Horno de Mel.
El Palacio de Congresos de Córdoba demuestra con El Horno de Mel que la fusión entre arte, historia, arquitectura contemporánea y gastronomía son posibles en un monumento declarado Bien de Interés Cultural a los pies de la Mezquita-Catedral de Córdoba.
UN POCO DE HISTORIA
El Palacio de Congresos de Córdoba
Su historia se remonta al siglo XVI. En pleno centro histórico y a unos metros de la Mezquita, el arquitecto Hernán Ruiz proyecta y supervisa la construcción del edificio entre 1512 y 1516. Concebido como hospital, funcionó así bajo el nombre de Hospital de San Sebastián hasta que se convierte en casa de maternidad y expósitos en 1724. Desde ese momento y hasta 1850 fue la llamada Casa Cuna de Córdoba, momento en que el edificio pasa a manos de la Diputación de Córdoba, quienes no le darían uso como palacio de congresos hasta un siglo después tras una última etapa de abandono y olvido.
Está considerado uno de los grandes ejemplos del gótico de Córdoba, cuya representación se ve en su imponente fachada y en la portada de la misma, donde se encuentra la señal de que el edificio está considerado Bien de Interés Cultural, dentro del casco histórico cordobés que es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1994.