Rincón alemán © Koblenz-Touristik GmbH / Dominik Ketz
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Coblenza
Los 2000 años de historia que rodean a una de las ciudades más antiguas y bellas de Alemania, Coblenza, tienen como telón de fondo cuatro cordilleras bajas, campos de viñedos y bosques verdes que se convierten en el pulmón de toda esta área. Allí donde confluyen los ríos Rin y Mosela, bajo el monumento al Kaiser Wilhelm, comienza la visita a una ciudad rodeada de castillos, palacios e iglesias, pero que todavía tiene mucho más que contar. En lo alto se encuentra la fortaleza de Ehrenbreitstein, la segunda mayor fortaleza que se conserva en el continente europeo y desde donde se puede obtener una panorámica estupenda sobre la ciudad y sus ríos. Otro de los lugares para disfrutar de vistas y a la vez de visitas culturales e históricas es el castillo de Stolzenfels, una de las construcciones más impresionantes del romanticismo prusiano y uno de los complejos más notables de ese periodo en términos de arte e historia cultural. La fuente de Hauptwache (casa de guardia principal), que data de 1689, y la de Schängel en el patio del Ayuntamiento, son otros dos de los puntos de referencia de la ciudad. Pero, sin duda alguna, lo que se debe hacer en Coblenza es pasear relajadamente por su casco histórico disfrutando de sus callejones estrechos, sus casas barrocas y sus tiendecitas.
Marktplatz: © DZT / Francesco Carovillano
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Tubinga
Calles estrechas y empedradas, casas a dos aguas llenas de colores, escaleras empinadas, edificios históricos y un hermoso castillo dan cuenta de los más 900 años de historia de Tubinga. Con más de 28.500 estudiantes, en esta ciudad la juventud se vive a flor de piel y continuamente hay eventos culturales a los que sumarse como el Stocherkahnrennen, una carrera en góndolas alrededor de la isla en el río Neckar, o las exposiciones que se celebran en la Kunsthalle. Paseando por el casco antiguo también se puede dar cuenta de su historia. El Ayuntamiento, ubicado en la plaza del Mercado, fue construido en 1435 y decorado con un reloj astronómico en 1511 fabricado por el matemático y astrónomo Johannes Stöffer que sigue en funcionamiento a día de hoy marcando la hora, la fecha, las fases lunares y los eclipses. Tampoco hay que dejar de visitar su barrio judío, Jakobuskirche, uno de los barrios más bohemios por el que atraviesa el Camino de Santiago, ni el castillo Hohentübingen, un edificio que forma parte de la universidad y desde el que se puede disfrutar de una panorámica de la ciudad con su entorno natural incluido.
Sanssouci: © PMSG Potsdam Marketing und Service GmbH / André Stiebitz
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Potsdam
Habiendo sido durante siglos la capital del Estado de Brandemburgo y ubicándose a menos de una hora de Berlín, Potsdam merece una visita. Su magnificencia, dada por haber sido la residencia de Káisers alemanes y reyes prusianos, la convierten en un lugar de obligatoria visita cuando se viaja a Alemania. Sus palacios y majestuosos edificios de estilo clásico son obra de los reyes de Prusia, quienes convirtieron a esta ciudad en una de las residencias más lujosas de Europa. Sus 500 hectáreas de parques y los 150 edificios construidos entre 1730 y 1916 han hecho que Potsdam sea incluida dentro de la lista de la Unesco como Patrimonio Cultural desde 1990. En su casco antiguo vale la pena hacer una parada en la iglesia de San Nicolás, el Museo Barberini, el Palacio de la Ciudad Vieja y la Plaza del Mercado Antiguo. Y, en los alrededores, una visita a Babelsberg, los estudios de cine más grandes y antiguos de Europa que les llevó a convertir a la ciudad en Ciudad Creativa del Cine por la Unesco en 2019, una muestra de que la cultura, la historia y el arte se mantienen especialmente vivos en esta ciudad.
Lübeck
Fundada en 1143 como la primera ciudad occidental en la costa del Báltico, Lubeca es la reina de las ciudades hanseáticas y una de las más bellas de toda Alemania. La Unesco la definió como “prototipo de ciudad ideal del siglo XII” y no es para menos, pues pasear entre sus calles es un auténtico viaje a la Edad Media. Su casco antiguo, con más de mil años de antigüedad, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Entre sus calles llama la atención, además de su ambiente universitario y del diseño de la ciudad -perfecto para moverse en bicicleta-, la arquitectura de edificios de diferentes épocas: góticos, renacentistas, barrocos y clasicistas conservados desde esa época, además de las siete torres de sus cinco iglesias medievales, que dominan la panorámica de la ciudad. Tres de sus grandes iconos son la puerta de Holsten, del siglo XV; la iglesia de Santa María, una joya del gótico en cuyo interior se encuentra la bóveda de ladrillo más alta del mundo con sus 38,5 metros de altura; y, el hospital del Espíritu Santo, uno de los más antiguos y mejor conservados de Europa.
Palacio & Universidad © DZT / Francesco Carovillano
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Osnabrück
Siendo parte de la historia en la que se firmó la Paz de Westfalia, Osnabrück salió prácticamente indemne de la Guerra de los Treinta Años. El Salón de la Paz de su Ayuntamiento conmemora las negociaciones y es símbolo del fin de una época en el país. Junto a él está la Casa Félix-Nussbaum, donde se encuentran más de 200 obras del pintor judío-alemán asesinado en Auschwitz, un espacio de exposición centrado en el racismo y la intolerancia creado contra el olvido. Paseando por las calles de la ciudad se puede comprobar el ambiente juvenil y universitario que tienen sus calles. Sus casas a dos aguas, la Catedral de San Pedro, la Iglesia luterana de Santa María y su Ayuntamiento de estilo gótico tardío son dignas de admirar. Para jóvenes y no tan jóvenes, llama la atención dos actividades que se pueden realizar en el centro comercial Hasewelle: practicar surf y hacer deporte en una sala de condiciones extremas. Y, en los alrededores, perfecto para realizar excursiones en plena naturaleza, el geoparque TERRA.vita, que forma parte de la Red de Geoparques de la UNESCO.
Porta Nigra © DZT / Loïc Lagarde
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Trier
Trier es conocida como la ciudad más antigua de Alemania y un paseo por sus calles es, prácticamente, un recorrido por la historia del país y parte del mundo. Su fundación en el año 16 antes de Cristo por el emperador romano Augusto es solo uno de los motivos que le han llevado, junto con los numerosos tesoros artísticos y patrimonio que conserva, a que muchos de los monumentos de la ciudad formen parte del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es el caso de la Porta Nigra, la puerta de la ciudad mejor conservada del mundo antiguo, su anfiteatro o las termas imperiales. Del medievo también hay construcciones a destacar como la Catedral de San Pedro, la más antigua de Alemania, y la Iglesia gótica de Nuestra Señora, de estilo gótico temprano. Su gastronomía también es un punto clave dentro de la popularidad de la ciudad, pues los vinos del Mosela, el Sarre y el Ruwer han posicionado a esta zona de Alemania dentro del mapa vitivinícola mundial. Vale la pena acercarse hasta allí para conocer la historia de algunas de sus bodegas, visitar sus viñas y aprender sobre las diferentes variedades de uva propias de la zona, además de probarlas a través de alguna de sus catas.
Iglesia de San Lamberto © DZT / Francesco Carovillano
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Münster
Con sus más de 1200 años de vida, convertida en ciudad universitaria y habiendo sido el lugar en el que se firmó la Paz de Westfalia -el tratado negociado entre Münster y Osnabrück que puso fin a la Guerra de los Treinta Años-, Münster es un punto clave en la historia de Alemania y del mundo. Su centro histórico, plagado de casitas con tejados a dos aguas y fachadas renacentistas y góticas reconstruidas tras la II Guerra Mundial, contrasta con los edificios modernos y cosmopolitas que evidencian su evolución a lo largo de los años. Entre sus construcciones más imponentes destaca la Catedral de San Pablo y la iglesia de San Lamberto, donde desde el siglo XIV, su guarda -en la actualidad una mujer llamada Martje Thalman- sube cada noche sus 300 escalones para hacer sonar el cuerno que confirma que todo está en orden en la ciudad. No hay que dejar de visitar el Museo de Arte Gráfico Pablo Picasso, donde se expone una colección de litografías del pintor español, ni la cervecera Pinkus-Müller, donde probar la cerveza Altbier, elaborada con malta de cebada de cultivo ecológico y flores de lúpulo enteras.
Antiguo puente sobre el Meno hacia el casco antiguo con la catedral de San Kilian, © DZT / Francesco Carovillano
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Wurzburgo
Centro de la región vitivinícola de Franconia y con un hermoso y lujoso pasado del que da cuenta la arquitectura barroca y rococó de sus edificios, Wurzburgo es la perfecta combinación entre historia, cultura y gastronomía y etnoturismo. Su casco antiguo, reconstruido tras la II Guerra Mundial, tiene la peculiaridad de que se extiende a ambos lados del río Main y es perfectamente visitable a pie. Lugares como la casa señorial de Falkenhau construida en 1751, la iglesia gótica de tonos rojos y blancos de Marienkapelle, el antiguo ayuntamiento o Grafeneckart o el puente Alte Mainbrücke de 1543 custodiado por estatuas que recuerda al Puente de Carlos de Praga (República Checa), son algunos de los puntos indispensables que hay que visitar en la ciudad. Sin olvidar la joya de Wurzburgo, la Residenz, uno de los palacios barrocos más importantes de Europa construido entre 1720 y 1744, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1981, que servía de residencia de los príncipes obispos. Tampoco hay que dejar pasar la oportunidad de disfrutar de su cocina local con vinos de la región, una forma perfecta de conocer la cultura alemana de esta zona desde el punto de vista gastronómico.
Fuente de Hercules © Lookphotos / Günther Bayerl
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Augsburgo
El nombre de Augsburgo, cuyo nombre viene dado por el emperador Augusto y el campamento militar romano que se emplazó en esta zona de Baviera en el año 15 antes de Cristo, está relacionado con diferentes personalidades como el compositor y virtuoso músico Wolfgang Amadeus Mozart, cuya familia vivió siempre en esta ciudad y a quién se le ha dedicado un museo con nombre propio; Jacob Fugger, el comerciante más rico del Renacimiento; y Bertold Brecht, dramaturgo alemán. La historia que recorren sus calles y que comienza en la época romana, sumada a su patrimonio, han hecho de Augsburgo es una de las ciudades históricas más importantes de Alemania. Su ubicación geográfica privilegiada, en pleno cruce de rutas comerciales, contribuyó a su rápido desarrollo económico convirtiéndose en el mayor centro comercial de Baviera durante la época medieval. En un paseo por la ciudad no hay que dejar de visitar la Rathausplatz, donde destaca el Ayuntamiento construido en 1620, que en su momento fue el edificio más alto de Europa, y la torre Perlachturm, con una plataforma de observación desde la que ver hasta las estribaciones de los Alpes. El barrio social Fuggerei, construido por el comerciante, sigue funcionando bajo las mismas condiciones que hace 500 años haciendo ver que las tradiciones locales se mantienen a lo largo de la historia.
Monumento a Beethoven © Getty Images / Creativ Studio Heinemann
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Bonn
Situada junto al río Rin, Bonn es a día de hoy una metrópoli económica y cosmopolita plagada de gente joven con un ambiente cultural brutal. Fue la capital de la República Federal de Alemania, hasta la reunificación del país en 1990, y entre sus calles todavía quedan preciosos vestigios de ese pasado. Prueba de la huella que la política dejó en la ciudad son el Palais Schaumburg -sede oficial principal de la Cancillería Federal Alemana-, la residencia del Canciller -diseñada por el arquitecto Sep Ruf como reflejo del nuevo estado moderno y simbolizando el nuevo pensamiento abierto alemán- o el antiguo Bundesratssaal -la Sala del Consejo Federal-, tres lugares a recorrer para entender la importancia que esta ciudad han tenido en la diplomacia y la democracia del país desde la posguerra hasta la reunificación. En todo lo que se refiere a la atmósfera cultural hay que mencionar que es la ciudad en la que nació Beethoven, a quién se conmemora cada año en el Beethovenfest, con un ciclo de conciertos que difunde el esplendor de la música clásica entre septiembre y octubre. Y los numerosos museos que se esparcen entre el centro, como el Kunstmuseum y el Bundeskunsthalle con extensas colecciones de expresionismo alemán, y los de la Milla de los Museos, dedicados al arte moderno, a la historia de Alemania, a las matemáticas o a la mujer.
Rostock
A orillas del río Warnow, en la costa norte de Alemania, se encuentra dibujada la ciudad de Rostock, uno de los grandes puertos del país. Su centro histórico, el cuál es en gran parte peatonal, está plagado de casas con tejados a dos aguas y edificios construidos en ladrillos rojo brillante que recuerdan a su construcción durante el período hanseático. Entre las visitas obligatorias se encuentra la iglesia de Santa María, una importante construcción del gótico en ladrillo del norte de Europa que llama su atención por su altar mayor de estilo barroco y la torre de la iglesia de San Pedro que, con 117 metros de altura, proporciona una visita panorámica de la ciudad y su puerto.
La gastronomía juega un papel fundamental en esta ciudad, donde se ofrecen desde especialidades tradicionales a elaboraciones con pescado fresco. También se puede disfrutar de la cocina local e internacional en Kröpeliner-Tor, una zona que acoge numerosos restaurantes, bares y cafés. No hay que olvidar que aquí se celebra cada año el Festival Marítimo de Rostock, un evento importante para toda la región del mar Báltico.
Erfurt
Su pasado medieval y la historia que rezuman sus calles hacen de Erfurt un destino perfecto para conocer desde dentro. Su ubicación, en un antiguo cruce de rutas comerciales, ha convertido desde siempre a la capital de Turingia en un lugar de encuentro de viajeros de todo el mundo. En un paseo por sus calles llama poderosamente la atención las torres de los numerosos templos religiosos con los que cuenta: un total de 25 iglesias parroquiales, 15 monasterios y 10 capillas, entre las que destacan la Catedral de Santa María y la Iglesia de San Severo, de estilo gótico alemán, y el monasterio agustino en el que vivió Martín Lutero durante cinco años. Hacer un viaje a través del tiempo para descubrir la Edad Media en toda su esencia es posible también en Erfurt. Cada verano, con el Festival de la Ciudad Vieja, vuelve el ambiente de antaño, la música, los malabares, los comerciantes ambulantes y la artesanía antigua.
Aquisgrán / Aachen
A pocos kilómetros de las fronteras de Países Bajos y Bélgica se encuentra Aquisgrán -o Aachen en alemán-, una ciudad cuyo nombre proviene de la palabra latina Aquisgranum, que significa aguas del dios celta Granum, haciendo referencia a las aguas termales que brotaban del interior de sus tierras. Fueron los romanos, quienes le dieron este nombre, los que construyeron en este lugar un complejo de termas que hicieron de esta ciudad el mayor centro termal del país. Además de esto, haber sido la ciudad imperial de Carlomagno y haber construido allí la primera catedral del norte de Europa en donde se han coronado casi todos los reyes alemanes, son tres hitos que han marcado la historia de la ciudad a lo largo del tiempo. En un paseo por su casco histórico el viajero percibe lo universitario de la ciudad, su riqueza cultural e histórica, por eso no puede perderse la Catedral de Aquisgrán, erigida en el siglo VIII por orden del emperador romano; por su Ayuntamiento, de estilo gótico del siglo XIV; recorrer las puertas medievales de Ponttor y Marschiertor; o la fuente de Elisa, una construcción neoclásica del siglo XIX que contiene una de sus famosas fuentes termales. Y, para rematar, parada en la tienda Printen para conocer sus famosas galletas cuya receta ha pasado de generación en generación desde 1858 y una cena en Postwagen Aachen, donde disfrutar de su gastronomía local acompañada de una cerveza alemana.
Friburgo de Brisgovia
Con un precioso casco antiguo de la época medieval reconstruido, Friburgo de Brisgovia se posiciona como una de las ciudades más bellas e históricas de toda Alemania. Su apariencia de postal viene dada por sus calles empedradas, sus casas con gabletes y frontones triangulares, una catedral gótica con su imponente torre de 116 metros de altura y los arroyuelos (bächle), pequeños cursos de agua junto a las aceras que cruzan la ciudad, le aportan un encanto peculiar a cualquier paseo por sus calles. Hay que pasar por su Münsterplatz, donde se celebra su mercado diario logrando mantener las tradiciones locales de antaño y por el Museo de Historia de la Ciudad. Además, cada año se llevan a cabo decenas de festivales y celebraciones culturales. Y, para los amantes del senderismo, los lagos y los espacios verdes, es toda una experiencia llegar al monte Schlossberg (de 1284 metros de altura) a través del funicular, una actividad que le ha convertido en un modelo de Ciudad Verde respetado en todo el mundo.
Heidelberg
Entre el valle del río Neckar y la Selva de Oden, a escasos cien kilómetros de Frankfurt y Stuttgart, se encuentra la -posiblemente- ciudad más romántica de Alemania. Su inconfundible belleza y su fascinante pasado ha llevado hasta allí a escritores y pintores del romanticismo del siglo XIX como, por ejemplo, William Turner. Al ir acercándose hacia la ciudad, su silueta, marcada por el Puente Viejo que conecta las dos orillas y su Castillo, en plena ladera de la montaña, hacen inconfundible la llegada a Heidelburgo. Para su visita es recomendable hacer un tour, pues los numerosos hechos acontecidos en esta zona ayudarán al visitante a conocer un poco más sobre su historia. Aquí, en 1386, se fundó la Universidad de Heidelberg, la más antigua del país atrayendo a importantes intelectuales; hoy en día sigue siendo una de las universidades más prestigiosas de Alemania atrayendo cada año a miles de jóvenes que pueblan la ciudad a lo largo de todo el año y que le proporcionan un ambiente diferente, jocoso y animado que invita a vivir sus calles de otra manera.
Ratisbona
Sus más de 2000 años de historia urbana, su casco antiguo medieval, sus 1500 edificios catalogados -de los cuales 984 forman parte del Patrimonio Cultural de la Unesco “Ciudad Vieja y Stadtamhof”- han convertido a Ratisbona en uno de los destinos más interesantes de Alemania. Entre estos edificios a destacar están, por ejemplo, su puente de piedra, su Krauterermarkt y la Colegiata de San Juan, el Museo del Tesoro de la Catedral, la Casa Patricia en el Heuport y la histórica farmacia Adler. Pero esto no es todo, porque su parte cultural también tiene un valor fundamental, como que Ratisbona cuenta con uno de los coros de niños más antiguos del mundo; toda una experiencia que vale la pena vivir. Sin embargo, a pesar de contar con tanta historia entre sus construcciones y su vida cultura, esta ciudad es el vivo ejemplo de que se pueden combinar todos estos años de historia y patrimonio con un estilo de vida moderno y una población joven y universitaria, por eso no sorprende que sea el lugar con mayor densidad de bares de toda Alemania.
Wiesbaden
A tan solo 40 kilómetros de Frankfurt, los amantes de las aguas termales y del cuidado de la conexión mente-cuerpo ponen sus ojos en Wiesbaden, la capital de Hesse. Esta ciudad balneario de origen romano y con propiedades curativas llama especialmente la atención de cualquier visitante por sus 26 fuentes termales distribuidas por la ciudad y por tener un hotel balneario bello por dentro y por fuera en el que es todo un lujo alojarse. En un paseo por su atractivo centro histórico, plagado de parques -pensados en los más pequeños y en la importancia dentro de la sostenibilidad- y construcciones señoriales, es posible vislumbrar numerosas casas de los siglos XVIII y XIX. Entre las paradas obligadas está una iglesia de ladrillos rojos llamada Marktkirche -cuyo interior merece una visita por ser igual de llamativo que su fachada-, el Kurhaus -el antiguo balneario y actual casino, motivo principal del desarrollo de la ciudad-, el Kurpark y el Museo de Estatal Wiesbaden, donde se encuentran obras de arte de ocho siglos de antigüedad.