
Este operador, especializado en grandes viajes y comprometido con compensar su huella de carbono, ofrece circuitos para cada estilo de viajero e incluso para aquellos que repiten en Marruecos y quieren vivir una experiencia diferente. Grandes ciudades, villas históricas, pequeños pueblos y rincones naturales como los que se presentan a continuación forman parte de algunos de sus viajes, como Gran Sur, Ciudades Imperiales y Paisajes o Esencia de Marruecos.
Tánger y Tetuán
En el norte de África, combinando la herencia árabe con la andaluza y del resto de Europa no solo en la arquitectura, sino en su gastronomía y su ambiente, se sitúa la ciudad costera de Tánger. La coqueta medina, el bullicioso zoco y su animada plaza son un excelente punto de partida para conocer algunos de sus puntos más interesantes, como el Palacio del Mendoub, o la Kasbah, donde se ubica el Museo de las Culturas Mediterráneas, con unas excelentes vistas panorámicas de la ciudad.

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También con el sur español de legado se halla Tetuán, con su medina declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y una arquitectura que bien le ha valido el apodo de ‘La Paloma Blanca’. Sus siempre concurridas plazas de Moulay el Mehdi y la de la Independencia contrastan con la paz que se respira en el Palacio de la Alhambra, de marcado estilo andaluz, o en la Escuela de Artes y Oficios, donde ver a los estudiantes elaborando alfombras, cerámica, madera y otros productos artesanales.
Chefchaouen
Chefchaouen es un coqueto pueblo famoso por sus calles pintadas de azul y blanco y sus hermosos paisajes montañosos, un destino único que cautiva a los visitantes con su atmósfera tranquila y su ambiente bohemio. Pasear por sus calles estrechas y ser testigo de los tonos vibrantes en cada esquina es una experiencia mágica. Ubicada en la sierra del Rif, ofrece la oportunidad de practicar senderismo y explorar la belleza natural de la región sin desplazarse lejos.

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Fez
Fez, una de las ciudades imperiales del país, irradia un aura singular. Es imperativo cruzar las murallas de la famosa medina, una de las más antiguas y mejor conservadas del mundo y distinguida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Entre sus pequeñas calles laberínticas se encuentran mezquitas como la de Karaouine, que alberga uno de los principales centros culturales del Islam, o la madraza Bou Inania, una escuela coránica de techos tallados e intrincados azulejos donde empaparse de la cultura local.

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Entre tiendas y talleres artesanales, puestos de comida y de tejidos, se encuentra el famoso barrio de los curtidores, donde los trabajadores tiñen las piezas que pueblan las estanterías de las tiendas. Sin duda, es interesante salir – o entrar – a la medina por la puerta de Bab Boujloud y pasear por las calles del distrito de Fez-El-Bali, además de admirar las enormes puertas doradas del Palacio Real o visitar el Museo Nejjarine de Arte y Artesanía de la Madera, ubicado en un antiguo caravasar restaurado.
Meknes e Ifrane
Fundada en el siglo IX y capital del sultán Moulay Ismail en el siglo XVII, Meknes es una histórica ciudad cuyo desarrollo le dejó grandes atractivos, como su medina, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, o la puerta Bab Mansour, con intricados detalles y mosaicos decorativos propios de la arquitectura marroquí.

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Además, Meknes es conocida por sus festivales culturales y su rica tradición musical, por lo que es posible disfrutar de actuaciones musicales y eventos folclóricos que muestran la vibrante cultura del lugar.
A tan solo una hora se encuentra Ifrane, situada en las montañas del Atlas Medio y conocida como ‘la Suiza de Marruecos’ por su estética europea y su impresionante entorno natural. La pizarra en sus tejados alpinos y sus amplias avenidas llama la atención y contrasta con las costumbres de sus habitantes, que se reúnen alrededor de la plaza Al Amal.

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Muy cerca se encuentra el Parque Natural de Ifrane, donde practicar una gran variedad de actividades al aire libre, como senderismo, observación de aves y esquí en invierno.
Midelt, Errachidia y Erfoud
En un valle del Atlas Medio asoma Midelt, rodeado de gargantas, cañones y senderos que atraen a senderistas, pero también a geólogos y exploradores por sus ricas minas. Combinando casas de adobe con construcciones más modernas, esta tranquila población, con mercadillos tradicionales y una larga tradición agrícola que se refleja en sus fiestas y costumbres, tiene muy cerca el Parque Nacional de Tazekka, que ofrece senderos naturales, cascadas y una rica biodiversidad.

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La cercana Errachidia hace las veces de antesala del Sahara, por lo que es bastante famosa entre los que buscan la paz y el exotismo de este desierto. Aun así, la ciudad también tiene otros atractivos, como su rica historia y su patrimonio cultural – asentamientos y ruinas romanas – pero también por sus oasis y palmerales. Pero la verdadera puerta al Sahara es Erfoud, tan diversa que entre sus riquezas se cuentan los fósiles, el cultivo de rosas y también rica en fósiles y el paisaje dunar de Merzouga.
Garganta de Todra
La Garganta del Todra es un impresionante desfiladero que formó a lo largo de millones de años el río Todra. Este enclave natural se ha convertido en uno de los más visitados del país, sobre todo por los amantes de la escalada y del senderismo.

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Sus altos acantilados de roca caliza, que cambian de color según la luz del sol, se elevan hasta 300 metros de altura, creando un estrecho cañón donde crecen palmeras y huertos, caen cascadas y se levantan pequeños puentes y aldeas beréberes, ofreciendo una combinación única de belleza natural y vida tradicional.
Ouarzazate y Ait ben hadDou
Conocida como ‘Hollywood de África’ por su importante papel en la industria cinematográfica y con el marco que le ofrecen las montañas del Atlas y el desierto del Sahara, la fama del lugar se ha disparado.

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Uno de los puntos visuales que más destaca del conjunto es la Kasbah de Taourirt, una antigua fortaleza de barro rojo con pasillos laberínticos, que se complementa con una visita a los Estudios de Cine Atlas, donde es explorar los decorados usados en famosas producciones, como Gladiator o Juego de Tronos.
Ait Ben Haddou, a las afueras, es un fascinante y antiguo pueblo fortificado ubicado en la región de Ouarzazate, en el sur de Marruecos. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es famoso por su impresionante ksar, un conjunto fortificado de casas de adobe construidas en lo alto de una colina.

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Desde ellas puede verse el río Ounila y las montañas del Atlas, y en su interior se encuentran mezquitas, graneros, torres defensivas y algunas de las casas convertidas en pequeños museos, donde se exhiben objetos y artefactos tradicionales.
Marrakech
Entre carruajes de caballos, terrazas al sol y artistas ambulantes, la vida que fluye en Marrakech es diferente cuando el sol sale que cuando se esconde. La Plaza de Jemaa el Fna, declarada Patrimonio de la Humanidad, es uno de los mejores lugares para corroborarlo. En ella, el ir y venir de personas no cesa, tanto aquellos que visitan los zocos, con sus brillantes colores y olores orientales, como los que salen a probar las delicias que se preparan en los puestos nocturnos que llenan de luz y sonido el lugar.

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Pero más allá de la famosa plaza y las terrazas que la circundan y que son uno de los mejores lugares para disfrutar del atardecer, se encuentran otros atractivos, como los Jardines de la Menara, con un estanque del siglo XII, el majestuoso minarete de la mezquita Kutubia o el Palacio de la Bahía, con sus bellos azulejos y mosaicos, además de la farmacia Berebere, una de las tiendas tradicionales donde venden productos naturales como cremas, hierbas, flores y ungüentos.
Casablanca
La ciudad más grande de Marruecos se aboca al océano con un ambiente vibrante. La prueba está en el Boulevard de la Corniche, lleno de restaurantes, teterías y cafés junto a la playa, donde grandes y pequeños van a pasear, bañarse o incluso pescar.

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De fondo, la imagen de la gran Mezquita de Hassan II, una de las más grandes del mundo, impresiona tanto como su inmensa plaza donde los niños juegan con cometas y pompas de jabón.
Cercano al paseo marítimo se encuentra también el barrio de Anfa, con lujosas villas, amplios jardines y campos de golf que conforman todo un oasis. La cara opuesta se encuentra en su pequeña medina, repleta de estrechas calles, o el Mercado Central, lugares donde la gente de a pie frecuenta tiendas de comestibles, telas o alfarería, entre otras. No muy lejos, en el corazón de la ciudad, la plaza de Mohammed V atrae por su arquitectura colonial y por la magnificencia que imponen sus edificios gubernamentales.
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