El caer de las hojas

Otoño es la excusa perfecta para conocer los paisajes de Navarra

En busca de los secretos más escondidos y hedonistas del Reyno.

Antes de que los montes se tiñan de colores y las ramas de los árboles se queden desnudas, hay mucho que hacer y que ver en Navarra. Su suerte de naturaleza combina distintos parajes en los que perderse recorriendo los senderos que pueblan sus bosques y hayedos. Ya sobre asfalto, sus villas y principales ciudades se conforman como parada obligada para reponer fuerzas, disfrutar de la gastronomía local y conocer parte de su historia.

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Tesoros naturales

Cascada del Cubo, en la Selva de Irati © Iñaki Tejerina

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Tesoros naturales

La llegada del otoño se convierte cada año en el motivo perfecto para visitar una de las joyas de Navarra: la Selva de Irati, un extenso bosque cuya paleta de colores empieza a evolucionar hacia los ocres, rojos, amarillos y naranjas con la llegada del solsticio de otoño. Y es allí, en medio de esa basta naturaleza donde se encuentra un hayedo Patrimonio de la Humanidad, el hayedo de Lizardoia, ubicado entre los montes de La Cuestión y Zabaleta.

Color esmeralda

Nacedero de Urederra © Turismo Gobierno de Navarra

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El secreto mejor guardado

En la pequeña localidad de Baquedano se esconde otro de los espectáculos naturales a visitar este otoño. Un lugar cuasi bucólico, solo apto para amantes de los paraísos terrenales. Y es que, entre un frondoso bosque de hayas, en un recorrido que parte desde el pueblo y que no supone más de dos horas y media, se llega a un espacio natural protegido en el que nace el río Urederra. Un nacimiento atípico de colores turquesas que conforma el acuífero natural del Parque de Urbasa-Andia, muy cerca de donde se encuentra el Hayedo Encantado de Urbasa, donde se pueden ver árboles que alcanzan los 20 metros y que se combinan con piedras calizas dando lugar a un característico paisaje.

Bosques por doquier

Vista aérea de un hayedo en las montañas navarras © Turismo Gobierno de Navarra

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Bosques por doquier

Esta naturaleza, de sobra conocida en Navarra, se entremezcla con otros lugares menos populares, más frecuentados por locales que por forasteros. Uno de ellos es el bosque de Basajaunberro en Orreaga/Roncesvalles, con parada obligatoria en la colegiata de Roncesvalles, una de las primeras iglesias góticas de España inspirada en el modelo de Notre-Dame de París. No se queda atrás el hayedo-abetal de Aztaparreta, un Patrimonio de la Humanidad ubicado en el precioso Valle del Roncal, ni el parque natural del Señorío de Bertiz, localizado en los Valles Cantábricos de la montaña navarra.

Micoturismo a flor de piel

Camino de Postaran © Javier Campos.

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Micoturismo a flor de piel

En todos estos lugares, además de en el bosque de Quinto Real, el de Orgi en Ultzama, entre los robles monumentales de Jauntsarats o Etxarri Aranatz, crecen entremezclados con la humedad y la sombra una de las delicias de la comarca, los hongos y las setas. La riqueza natural de esta región tiene una ventaja indudable dentro del área gastronómica de la zona y es que, donde hay bosque, hay hongos y setas. De ahí que no sorprenda que una de las actividades de ocio más habituales en la época otoñal sea el micoturismo en su sentido más amplio.

Un maridaje ejemplar

Uno de los manjares del otoño, el revuelto de hongos © Turismo Gobierno de Navarra

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Un maridaje ejemplar

Estos entornos naturales permiten recoger durante esta estación todo tipo de ejemplares -como níscalos, boletus edulis, trompetillas o amanitas-, además de la posibilidad de disfrutarlos en los fogones navarros combinados con otros productos de temporada como el pimiento del piquillo de Lodosa, las pochas de Sangüesa o las migas típicas de Ujué. Sin olvidar el maridaje, que se encuentra en una de las épocas más esperadas del año, la de la vendimia. Un momento único para el enoturismo, que permite conocer al completo el trabajo de la bodega y, además, disfrutar de una colorida postal con las hojas de las parras transformándose hacia una tonalidad rojiza.

Desconexión física y mental

Peregrinos en el puente de Zubiri

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Desconexión física y mental

Además de comer y beber, Navarra oferta actividades de turismo activo como senderismo o rutas en bicicleta a través de las cinco vías verdes que recorren la provincia. Incluso se puede hacer un trozo del Camino de Santiago. Y es que Navarra es el inicio del camino -en el sentido físico- y su ruta más transitada comienza en Luzaide/Valcarlos hacia la emblemática Colegiata de Roncesvalles.

Navarra también forma parte de la ruta principal del Camino francés y cuenta con otros “caminos” como el aragonés que entra desde Sangüesa y se une al principal en Puente La Reina o el Baztanés, una alternativa mucho menos conocida, que recorre este bonito valle desde Francia. Es una forma de conocer la Comunidad Foral de norte a sur, descubriendo una a una las etapas navarras y siendo el abreboca de lo que viene en 2022, el Año Santo Jacobeo -que se ha extendido un año más de manera excepcional a causa de la pandemia.

artajona

Artajona © Javier Campos

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Combo perfecto

La naturaleza en Navarra nunca termina, de hecho, faltará tiempo para verlo todo. Sin embargo, hay lugares emblemáticos en parajes excepcionales que no pueden faltar en una visita, como el Santuario de San Miguel de Aralar, la ermita de Muskilda en Otsagabia, el desierto de las Bardenas o los monasterios de Irantzu, Fitero o Leyre. Y si lo que se busca es mimetizarse en un escenario de cuento, el Palacio Real de Olite, el Castillo de Javier o el Cerco de Artajona serán los encargados de trasladar al visitante a la época medieval.

ochagavia

Ochagavia © Turismo Gobierno de Navarra

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Ruta rural obligada

Todos estos entornos, ubicados en su mayoría en áreas rurales, acogen a su vez pueblos de una belleza extrema, como Estella-Lizarra, una villa con gran riqueza histórica donde se pueden ver todavía sus murallas medievales y recorrer su antigua judería. O Ochagavía, un pueblo que se define a sí mismo como la postal perfecta del Pirineo navarro por el contraste entre su verde valle y las casas del pueblo. Pero hay muchos más: Elizondo, plagado de palacetes y casas señoriales, Olite y sus casas medievales y otros como Amayur/Maya, Lizaso, Eugi, Auritz/Burguete, Aribe, Puente La Reina, San Martín de Unx, Ujué, Gallipienzo o Viana, y estos son solo el comienzo.

Escapadas urbanas

Recorrido por el castillo de Pamplona © Javier Campos

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Escapadas urbanas

La parte urbana tampoco se queda atrás. Entre las escapadas por excelencia están Tudela, la capital de la Ribera y de la verdura, en donde es obligación quedarse a comer y hacer una ruta a pie por el casco histórico de la ciudad. Y, por supuesto, Pamplona, en donde no falta una visita a sus murallas, su catedral y el famoso recorrido de los encierros por el centro de la ciudad bajo la atenta mirada de San Fermín. Este es el broche final de cualquier viaje embriagándose de las bondades de la Comunidad Foral de Navarra.