Planes otoñales para disfrutar de la Val d’Aran

Baños de bosque, micoturismo, senderos idílicos... este rincón de Cataluña se convierte en un auténtico paraíso cuando caen las hojas.

De la Val d’Aran a Josep Pla le llamó la atención “los grandes bosques de abetos de sus importantes laderas”, le parecieron árboles prodigiosos de una esbelta elegancia. Si hubiera tenido oportunidad de visitarlos en otoño le habrían fascinado aún más. Escoltado por montañas sublimes, el valle guarda celoso toda la esencia del Pirineo catalán con un paisaje alpino que alcanza en el otoño un esplendor especial.

 

Antes del invierno, cuando la nieve atrae a multitud de aficionados al deporte del esquí, los días claros y aún soleados del otoño brindan la oportunidad de disfrutar de forma agradable de todos los encantos del valle. Sólo basta con calzarse unas buenas botas, llevar ropa cómoda y guardar algún que otro libro en la maleta, el resto lo ponen sus paisajes, los caminos, la explosión de color de los árboles y una deliciosa gastronomía con la que reponer energía.

 
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Foto: @Valdaranphotos

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Baños de bosque

El otoño convierte la Val d'Aran aún más si cabe en la tierra de los mil colores…La hojarasca húmeda de tonos rojizos, ocres y dorados, que dejan caer hayas y robles centenarios orquestan una sinfonía cromática con la que conectar íntimamente con la naturaleza. Una colección de bosques ofrece la oportunidad de disfrutar de todo ello. Está el bosque de Conangles en Vielha, uno de los bosques de hayas y abetos más importantes de la Península ibérica; el bosque de Toran, un espléndido espacio de avellanos y fresnos; el bosque de Baricauba y sus espesuras de abetos; y, por supuesto, el hayedo de Carlac, espectacular extensión de hayas milenarias con formas retorcidas que le dan un aire de bosque fabuloso.

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Foto: @Valdaranphotos

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Un mundo para caminar

A las puertas del Parc Nacional d'Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, la Val d’Aran ofrece naturaleza en estado puro. El territorio se abre como una galaxia de alta concentración de biodiversidad, cuidada y conservada en estrecho equilibrio con la vida humana. La fauna y la flora convergen en una colección excepcional de paisajes que se pueden otear gracias a la amplia red de caminos. Hay planes senderistas para todos los públicos y más o menos complicados. Desde rutas fáciles y accesibles para toda la familia como el sendero que lleva al paraje de Artiga de Lin que, a pesar de su facilidad guarda la esencia del paisaje; y también, rutas para quienes buscan algo más potente, como el circuito de los 7 lagos de Colomèrs o el Camin Reiau, que con sus 150 km recuerdos, conecta a los 33 pueblos del valle.

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Foto: @Valdaranphotos

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fauna salvaje y berrea en familia

Unas pasarelas elevadas dan inicio a la aventura familiar en Aran Park, un parque que permite una inmersión total en la naturaleza de los Pirineos con todas las comodidades. Un recorrido de unas dos horas de duración deja al alcance de cualquiera la observación de hasta una quincena de especies de alta montaña. Merece mucho la pena aprovechar los últimos meses que Aran Park abre sus puertas al público durante el otoño para poder disfrutar sin muchas complicaciones del fascinante espectáculo de la berrea, la época de celo y de la brama de los cérvidos que se caracteriza por ese potente sonido breve, ronco y repetitivo que repiten y que amplía el eco de la montaña.

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Foto: @Valdaranphotos

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¡A por setas!

Hay muchas buenas razones para darse largos paseos por alguno de los magníficos bosques de la zona de la Val d’Aran durante el otoño, pero la de recolectar setas es la favorita de muchos viajeros. Los bosques mixtos de pino negro y abeto, húmedos y cálidos, reúnen las mejores condiciones para que crezcan abundantes y variadas especies, por lo que con la llegada del otoño se convierten en un hábitat ideal donde encontrar gran cantidad de hongos comestibles. Los meses de septiembre y octubre son los de máximo apogeo de las setas, por lo que los recolectores salen al bosque con sus cestos mientras que los restaurantes abren sus cartas a multitud de platos donde las setas tienen el máximo protagonismo junto a los foies, los magrets y el confit de pato o, en días de especial frío, una buena y típica òlha aranesa.

valdaranphotos- DSC1240. Maridaje de románico otoñal

Foto: @Valdaranphotos

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Maridaje de arquitectura otoñal

Los espectaculares paisajes otoñales con su explosión cromática de rojizos, granates, ocres y dorados son el marco ideal para disfrutar de una arquitectura tan singular como la que se encuentra en Val d’Aran. Aquí los pueblos destacan todos como conjuntos monumentales donde se agrupan casas con tejados de pizarra alrededor de la torre de una iglesia. Las características de un románico lombardo tardío son evidentes. Ir a Val d’ Aran y no hacer un recorrido por sus iglesias románicas es como ir a París y no visitar la Torre Eiffel o viajar a Roma y no entrar en los museos del Vaticano. En ese sentido, las iglesias Sant Miquèu de Vielha y Santa Maria de Les Tredòs son auténticos emblemas. Pero hay muchas más sorpresas arquitectónicas, como el Santuario de Montgarri, la Iglesia Santa Maria de Cap d'Aran, la Iglesia Santa Eulàlia de Unha. Hay una ruta románica para no perderse ninguna.