Esta pequeña localidad de la costa de Barcelona ha conseguido lo imposible como destino turístico: cambiar para que todo siga igual. No ha estado sola en este proceso: locales, bohemios, turistas y una comprometida comunidad gay internacional han hecho de Sitges lo que es hoy, un destino cosmopolita cuya alma de pueblo mediterráneo permanece intacta.
Y que aunque solo fuera por un paseo a través de la costumbrista calle de Fonollar, que conduce a los tres museos de Sitges, que cuentan con la obra del pintor Santiago Rusiñol, o un baño en cualquiera de sus playas, ya merecía la pena una visita. ¿Lo bueno? Que esto es solo el principio.
Los 17km de costa de Sitges condensan 26 playas para todos los gustos. Pero aquí la cosa no va solo de tomar el sol; en este microcosmos de arena y sal se puede pasar el día, tomar algo, comer, cenar y sobre todo disfrutar en, por ejemplo, cualquiera de sus nuevos chiringuitos instalados sobre la arena. Para aquellos amantes del turismo más activo como el surf, en la playa de Aiguadolç es donde están las mejores olas, mientras que un apasionado de los animales no puede dejar de ir a la playa de Vallcarca. Hay más. Paddle surf, paddle yoga, kayaks, escuelas náuticas, navegar sin título o salidas en barco. En el Port de Sitges – Aiguadolç se encuentra condensada la oferta para navegantes. El mar aquí es un estilo de vida.

Foto: Turismo de Sitges
Meca del modernismo
Abierto 24 horas, Sitges no descansa nunca. Por eso, al simple placer de pasear para visitar el legado modernista que se puede encontrar salpicado por el casco antiguo de la localidad se suma el placer de comprar, lo que sea y cuando sea, porque sus tiendas están abiertas de lunes a domingo incluidos los festivos. Comercios únicos, con atención personalizada, productos artesanales y mucho mimo. El abanico es amplio: desde ropa a productos de artesanía, galerías de arte, cosmética, productos gourmet, espardilles tradicionales.
La reputación de Sitges comoun lugar al que acudía la intelectualidad europea fue sellada cuando, a finales del siglo XIX, Picasso y sus coetáneos comenzaron también a relajarse aquí. Y aquí sigue su legado. Sitges es conocida internacionalmente por la herencia de los modernistas, que, de la mano de Santiago Rusiñol y su Cau Ferrat, dejaron una muestra extraordinaria en forma de cuadros, hierro forjado y cristal. Santiago Rusiñol fue el pintor y escritor que a finales del siglo XIX revolucionó Sitges con sus fiestas modernistas y su casa taller, el Cau Ferrat, y el pueblo en sí mismo era punto de encuentro de los intelectuales y artistas del Modernismo.
De ahí el factor sorpresa que siempre acompaña a la localidad cuando se descubre que de sus históricas paredes hasta cuelga obras de Picasso. ¿Dónde? En Museus de Sitges.

Foto: Turismo de Sitges
El vino de sitges
El sabor de la tierra aquí se come, pero sobre todo se bebe. Sitges es la ciudad de la malvasía, el tipo de uva más característico de los viñedos de la comarca y de donde se extrae la denominada ‘Malvasía de Sitges’, la uva autóctona con la que se producen diferentes tipos de vinos. Un dato interesante relacionado con su producción es el proyecto de turismo regenerativo que se desarrolla en paralelo. Y es que desde la Fundació del Hospital Sant Joan Baptista y su bodega, el Celler del Hospital, a través del Centro de Interpretación de la Malvasía de Sitges, los ingresos de las visitas al centro se revierten directamente en cuidado de las personas de su residencia de ancianos.
Todo son buenas noticias en torno a esta característica uva: la Malvasía de Sitges en su versión de vino dulce ha ganado diferentes premios a lo largo de los últimos años, como la medalla de oro del Concurso de Bruselas de 2022. Es de visita y degustación obligada.

Foto: Turismo de Sitges