Las casas palaciegas gallegas, las fincas nobles, los castillos, jardines o monasterios, especialmente en Pontevedra, empezaron a vestirse de colores cuando en el siglo XVII los comerciantes portugueses llevaron a tierra gallega las camelias. Una flor considerada hoy día la flor gallega por excelencia, cuya introducción ha hecho que forme de lleno parte de la historia y la cultura de las Rías Baixas.
El motivo de la perfecta adaptación de estos árboles ornamentales hace ya tres siglos se consiguió gracias a los suelos ácidos y bien drenados de la zona, que también cuentan con un cierto grado de humedad ambiental y se aprovechan del suave clima gallego para crecer y florecer, incluso, en invierno. Tal es su belleza, y la importancia que estas flores tienen dentro de las Rías Baixas que cuentan con su propio recorrido, la Ruta de las Camelia, un itinerario a través del cuál deslumbrarse con la belleza de unas flores que visten lugares patrimoniales únicos en la zona.