Cuando el escultor Eduardo Chillida (1924-2002) llegó al cerro de Santa Catalina supo que estaba ante el lugar que llevaba tanto tiempo buscando. “Es un espacio extraordinario y sorprendente”, dijo al visitarlo en 1987. Aquel lugar frente al Cantábrico sería el escogido para instalar su monumental Elogio del horizonte, un símbolo de Gijón, una ciudad marinera que mira de frente al mar, que sabe de su poder contemplativo, de su belleza y de su bravura. Precisamente estas son las bases del tercer principio de la Gijonomía, un tratado que demuestra que en esta urbe asturianas se vive y se disfruta de una forma única.