Contemplando el mar
El océano Atlántico y el mar Cantábrico se disputan la atención en los 22 caminos que muestran la belleza de una costa accidentada y abrupta, donde acantilados y llanos, puertos y desembocaduras se entremezclan para dar lugar a un paisaje singular. En las orillas de las Rías Baixas, siete rutas se despliegan para mostrar al visitante castillos, como el de Monterreal, en Baiona, convertido en Parador Nacional, además de fantásticas vistas de las Illas Cies, las Illas Ons o el Cabo Home. Bañadas por el océano, playas de dunas se aparecerán al visitante en Sanxenxo, Boiro y Porto do Son, donde se sitúa, ya en la ría da Estrela, el Parque Natural do Complexo dunar de Corrubedo e Lagoas de Carregal e Vixán.
La serra do Barbanzo y el macizo de O Pindo, el Olimpo celta de Galicia, son el telón de fondo de un paseo por esta ría, que deja atrás zonas de gran biodiversidad, como el lagoa de Congorza y las playas de O Grove, donde cormoranes, currucas o albatros conviven con patos y garzas. Antes de llegar a la Costa da Morte, un paseo del faro de cabo de Cee al faro de Lariño permite conocer uno de los hórreos más largos de Galicia o la historia de algunos naufragios, como el del buque Ariete.
Más allá del conocido faro de Fisterra, vale la pena desviarse de los caminos para conocer las ruinas de la ermita de San Guillerme, relacionada con antiguos ritos de fecundidad donde los romanos hicieron ofrendas que aún se conservan. La panorámica del litoral desde aquí es una de las mejores de toda Galicia, donde playas, rías, pueblos, montes e islas se disputan las miradas. Antes de llegar a la Costa Ártabra donde nace Ferrol, los alrededores de A Coruña esconden muchos senderos con lugares con tanta historia como la fonte do Santo, de la cual se dice que tiene propiedades milagrosas. En cuanto a los amantes de los paseos en bicicleta, están de suerte: tanto la Praia de O Curro, con su paisaje de dunas y aves, como el recorrido por las playas con bandera azul de Arteixo están condicionadas para visitarlas a dos ruedas.
No muy lejos del Cantábrico, el Atlántico da sus últimos coletazos en senderos que dan muestra de la importancia pesquera y naval de la zona con su arquitectura tradicional y los castillos defensivos de Mugardos y Cedeira, donde los restos de un castro también supone un punto clave del pasado que orienta su silueta hacia la Estaca de Bares, el extremo septentrional de la Península Ibérica y el lugar donde Atlántico y Cantábrico disputan sus aguas. Desde aquí, la mariña lucense se estira hasta Cantabria no sin antes recorrer a lo largo de cuatro rutas zonas como el Fuciño do Porco y sus impresionantes pasarelas de madera en zig-zag, los acantilados de Morás y los bancos de Naciente y Poniente, con algunos de los mejores amaneceres y atardeceres de la geografía gallega.