La vuelta a Galicia en 80 paseos

Una completísima red de senderos señalizados permite al viajero descubrir cada secreto natural y cultural de esta preciosa región.

La naturaleza es la protagonista indiscutible de Galicia. Sus numerosos ríos, la geografía de sus montes y la suerte de estar bañada por dos aguas distintas se complementan con los tesoros que guardan en su interior: vestigios de romanos y castreños, molinos y fábricas testigos de otras épocas, cascadas y pozas repletas de leyendas y más enclaves por explorar. El hechizo de estos paisajes, que envuelve de sonidos su belleza, se enredan y entremezclan con senderos que no pueden por más que enamorar a quienes los atraviesan. La armonía de verdes, azules y ocres de mar y montaña, de ríos y llanos e incluso de sus principales ciudades se pueden disfrutar por una red de 80 senderos que son capaces de robar el corazón a cualquier caminante que abra los sentidos y se deje cautivar por la magia de esta tierra única.

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Fociño do Porco. Contemplando el mar

Turismo de Galicia

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Contemplando el mar

El océano Atlántico y el mar Cantábrico se disputan la atención en los 22 caminos que muestran la belleza de una costa accidentada y abrupta, donde acantilados y llanos, puertos y desembocaduras se entremezclan para dar lugar a un paisaje singular. En las orillas de las Rías Baixas, siete rutas se despliegan para mostrar al visitante castillos, como el de Monterreal, en Baiona, convertido en Parador Nacional, además de fantásticas vistas de las Illas Cies, las Illas Ons o el Cabo Home. Bañadas por el océano, playas de dunas se aparecerán al visitante en Sanxenxo, Boiro y Porto do Son, donde se sitúa, ya en la ría da Estrela, el Parque Natural do Complexo dunar de Corrubedo e Lagoas de Carregal e Vixán.

La serra do Barbanzo y el macizo de O Pindo, el Olimpo celta de Galicia, son el telón de fondo de un paseo por esta ría, que deja atrás zonas de gran biodiversidad, como el lagoa de Congorza y las playas de O Grove, donde cormoranes, currucas o albatros conviven con patos y garzas. Antes de llegar a la Costa da Morte, un paseo del faro de cabo de Cee al faro de Lariño permite conocer uno de los hórreos más largos de Galicia o la historia de algunos naufragios, como el del buque Ariete.

Más allá del conocido faro de Fisterra, vale la pena desviarse de los caminos para conocer las ruinas de la ermita de San Guillerme, relacionada con antiguos ritos de fecundidad donde los romanos hicieron ofrendas que aún se conservan. La panorámica del litoral desde aquí es una de las mejores de toda Galicia, donde playas, rías, pueblos, montes e islas se disputan las miradas. Antes de llegar a la Costa Ártabra donde nace Ferrol, los alrededores de A Coruña esconden muchos senderos con lugares con tanta historia como la fonte do Santo, de la cual se dice que tiene propiedades milagrosas. En cuanto a los amantes de los paseos en bicicleta, están de suerte: tanto la Praia de O Curro, con su paisaje de dunas y aves, como el recorrido por las playas con bandera azul de Arteixo están condicionadas para visitarlas a dos ruedas.

No muy lejos del Cantábrico, el Atlántico da sus últimos coletazos en senderos que dan muestra de la importancia pesquera y naval de la zona con su arquitectura tradicional y los castillos defensivos de Mugardos y Cedeira, donde los restos de un castro también supone un punto clave del pasado que orienta su silueta hacia la Estaca de Bares, el extremo septentrional de la Península Ibérica y el lugar donde Atlántico y Cantábrico disputan sus aguas. Desde aquí, la mariña lucense se estira hasta Cantabria no sin antes recorrer a lo largo de cuatro rutas zonas como el Fuciño do Porco y sus impresionantes pasarelas de madera en zig-zag, los acantilados de Morás y los bancos de Naciente y Poniente, con algunos de los mejores amaneceres y atardeceres de la geografía gallega.

Boborás. En la ribera del río

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En la ribera del río

Cuando el escritor Álvaro Cunqueiro definió a Galicia como “el país de los mil ríos” dejó claro que la hidrografía de la zona es rica en número, y también en caudal. Esto hace que los paseos junto a estos cauces sean tantos o más en cantidad, resguardados junto al arrullo de las aguas a lo largo de toda la geografía gallega. Molinos harineros restaurados y pozas naturales se concentran en un paseo de tan solo un kilómetro por Oia, a orillas del río Tamuxe, pero quizás uno de los mayores atractivos del sur gallego sea el puente colgante de Soutomaior, que permite disfrutar de las vistas sobre la pequeña playa de la poza das Bestas.

En la vecina Ourense, el río Arenteiro marca un par de rutas en las que se entremezclan símbolos monásticos grabados en piedra, antiguas fábricas, molinos y cascadas como la de Pozo dos Fumes y su piscina natural, unos recorridos que en otoño se cubren con los característicos ocres de la temporada. A pesar de que el Camino de Santiago juega en otra liga de caminos, una parte de la Vía de la Plata forma parte de una senda junto al río Allariz que permite ver a los peregrinos en su empeño por llegar a Compostela. Aún así, si lo que se busca es un recorrido llano donde disfrutar de una ruta a dos ruedas, nada mejor que las piscinas de aguas hipotermales de Barbantes o un circuito por el embalse de Cachamuiña.

El convento de Valdeflores, Monumento Nacional, y el pozo de Piago, repleto de leyendas, son una buena excusa para bordear el río Landro y la ría de Viveiro en una de las rutas más mágicas de Lugo. A la zaga va el Paseo dos soños de Vilalba, donde se suceden las estatuas en honor a los habitantes de la comarca que llevaron a cabo importantes labores culturales. Es, sin embargo, la naturaleza y la tradición la que reina en los caminos lucenses, donde pasarelas colgantes sobre el río Miño, cuevas con historias sobre la Guerra Civil, y ríos como el Cabe, donde disfrutar de un paseo en barca, se funden con restos de molinos, antiguos hórreos y ouriceiras.

Entre castaños y alisos, huertas y pequeñas cascadas discurre el río Grande de Xubia, un recorrido incluido en el Catálogo gallego de Paisajes que bien vale una escapada desde A Coruña. En esta comarca se pueden seguir varios ríos en senderos donde dominan los bosques de ribera, las zonas agrarias y ganaderas y los parques llanos, como los que acompañan al río Anllóns, el río Negro en Muxía o al río Grande a la altura de Vimianzo. Sin embargo, la cultura también toma parte a la orilla de estos caudales coruñeses, donde se puede conocer la etnografía del río Mandeo o alojarse en el antiguo e histórico Molino da Pena.

iStock-1311775950. Descubriendo cascadas

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Descubriendo cascadas

En esta región existe un dicho popular: “Galicia es tierra de brujas y de cascadas”. Sin duda, una de las que más llama la atención de quienes se acercan a la región es la catarata de O Ézaro, uno de los pocos ríos de Europa que desemboca en el mar, situado en la provincia de A Coruña. Las rutas que van en busca de las mágicas cascadas gallegas están repletas de molinos, centrales eléctricas y embalses. Un ejemplo es la cascada del río Belelle, de más de 40 metros de altura, y que se puede observar tanto desde su base como de su parte superior, dos perspectivas que dejan sin palabras a quienes deciden visitarla.

Doblándola en altura se alza la cascada de O Escouridal, donde el río Guilfonso, tras su recorrido por la serra do Xistral, brinda una imagen asombrosa de la naturaleza lucense. Como se apuntaba antes, no hay que olvidar que Galicia es mágica, algo que se puede comprobar en saltos y fuentes de estos caminos, algunos con propiedades curativas, según la tradición. Alrededor de estos impresionantes fenómenos de la naturaleza, no es extraño ver aldeas tradicionales, como la de A Seara, o edificios abandonados, como una bodega en Pantón.

Para aquellos que quieran sumar un poco de aventura a sus rutas en busca de las cascadas más bellas de Galicia, el sendero circular del río Firbeda es una buena opción. El recorrido, a tramos algo difícil de recorrer y con puntos muy resbaladizos, ofrece tesoros a modo de recompensa, como un puente de piedra tradicional, antiguos canales y molinos, el punto de observación de Forxa y su torre medieval y, por supuesto, su cascada.

Pontevedra también es tierra de cascadas, y los paisajes que llevan hasta ellas son todo un deleite para los amantes de la historia, la arquitectura y la naturaleza. Monasterios cistercienses, puentes y miradores, antiguos poblados castreños, como el de Calobre, confluencias de caudales y saltos de agua de hasta 30 metros, como el del río Toxa, son solo algunos de los motivos por los que iniciar una ruta por la provincia. La cascada del pozo dos Mouros, donde se dice que habitan seres mitológicos o la de Segade, con su puente romano, su antigua fábrica de luz y sus 30 metros de caída, animan a sus visitantes a darse un buen chapuzón.

iStock-1298602969. Entre bosques y montañas

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Entre bosques y montañas

La tierra de ciervos, aunque también de jabalís, zorros y lobos de la comarca de Os Ancares tiene entre sus montes la localidad de Cervantes, en la frontera con Castilla y León. Águilas, culebreras, gavilanes y azores, además de numerosas especies de reptiles y anfibios y gran variedad de flora acompañan al visitante por un sendero que lleva hasta la cima de Tres Bispos, de 1.793 metros, donde se cree que se reunían los obispos de Lugo, León y Astorga. Antes de alcanzarlo, el camino ofrece grandes vistas del val do Ortigal.

Unos kilómetros más al sur se encuentra la serra do Courel, la zona con mayor diversidad vegetal de Galicia, donde un recorrido cruza la Devesa da Rogueira, un paraíso para los amantes de la botánica, y donde se pueden avistar comadrejas, gatos monteses o lirones. Comenzando por el alto do Couto, a 1.311 metros, la ruta pasa por miradores, arroyos y cascadas hasta las fontes do Cervo. Allí, dos manantiales, uno de agujas calcáreas y otro de aguas ferruginosas que, según algunos, hacen entrar hambre si se beben, y que son el paso previo al final de la ruta, en el mirador de Polín.

Camino a Ourense vale la pena parar en el monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, en el corazón de la Ribeira Sacra, desde donde un recorrido de un kilómetro se adentra en un castañar salpicado de riachuelos y cascadas y con el telón de fondo del cañón del río Sil, que se observa aún mejor desde el final de la ruta, en la aldea de Paradela.

No muy lejos de allí, en Parada de Sil, un itinerario parece pasear por encima de los árboles. Desde la Fábrica de Luz, reconvertida en albergue, una pasarela de madera en el cañón del río Mao conduce por un camino techado de vegetación que termina en un mirador con vistas al valle, desde donde se recorre el último tramo de la ruta, que baja hasta el punto de la orilla del río Mao cerca de donde este desemboca en el río Sil.

iStock-483070148. Patrimonio oculto

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Patrimonio oculto

Si es cierto que pensar en Galicia es pensar en el verde de sus montes, bosques y prados, es porque gran parte de su belleza reside en este aspecto natural, que en muchas ocasiones también esconde un patrimonio arquitectónico e histórico desconocido para muchos de sus visitantes, o incluso para los propios habitantes. Uno de los ejemplos más conocidos se halla en la Fábrica de loza de Sargadelos, punto inicial de una ruta por el Conjunto Histórico-Artístico del recinto creado a inicios del siglo XIX por Antonio Raimundo Ibáñez.

Más allá se ha de remontar el caminante en un recorrido por el paseo fluvial del río Ulla, donde el molino do Cura, uno de los pocos ejemplos de molino de marea que se conserva, marca el punto de partida hacia las Torres de Oeste, una fortaleza medieval declarada Monumento Histórico-Artístico construido para defender Compostela de las incursiones vikingas y sarracenas que pretendían arrasarla.

Patrimonio de pueblos anteriores son los que se pueden descubrir en una de las minas de la antigua Gallaecia, donde toneladas de oro se extraían mediante una curiosa técnica de pozos y galerías subterráneas con el telón de fondo de la Serra Seca y el embalse de O Vao. Y siguiendo los pasos de los romanos, en la frontera con Portugal, el Parque Natural da Baixa Limia-Serra do Xurés invita a caminar sobre los pasos de la antigua Vía XVIII del Itinerario de Antonino, una excusa para acercarse a las piscinas naturales de aguas termales del río Caldo.

El patrimonio oculto de Galicia, como no podía ser de otro modo, también cuenta entre sus joyas construcciones religiosas como la iglesia de Santa María de Pesqueiras, un antiguo monasterio de monjas con importantes tallas y pinturas murales de la vida de la Virgen y de Jesús, mientras que en la villa de Ribadavia, de camino a la desembocadura del Miño, se puede visitar la iglesia de San Xes, del siglo IX, con sus capiteles prerrománicos y sus ventanas de celosía, que ofrecen unas magníficas vistas de las tierras que baña el río.

iStock-1264785678. Paseos urbanos

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Paseos urbanos

Los núcleos urbanos de Galicia no solo guardan la esencia gallega más pura más allá de las sierras y los montes, sino que hacen de los prados, los ríos y los parques parte esencial de su geografía, creando así zonas donde tanto el visitante como el que vive en ellas puede sentirse rodeado de naturaleza a pesar de estar en la ciudad. Ferrol es una de ellas, una localidad donde disfrutar de las vistas de la ría y de su gran biodiversidad de fauna, sino también de la estampa lejana del barrio de Canido, el puerto comercial y la zona militar de A Graña, una importante base naval del siglo XVIII.

A Coruña tampoco pierde oportunidad de mostrar, desde su litoral, la visión permanente del Golfo Ártabro y la Torre de Hércules, un faro de origen romano declarado Patrimonio de la Humanidad en funcionamiento desde hace casi dos mil años, y que en su recorrido hasta ella permite conocer las esculturas de mitos y héroes vinculados a la tierra. Otra de las capitales, Lugo, estira su figura junto al río Rato entre huertas, bosques autóctonos y campo abierto con un recorrido salpicado de puentes, bancos, fuentes y pequeñas cascadas donde ver patos, ranas y garzas reales, muy similar al que Vigo vertebra junto al río Lagares.

Pontevedra ofrece, además, junto al río Lérez, un balneario de más de 100 años que llegó a ser un importante centro cultural de reunión, un punto de interés termal que comparte la ciudad de Ourense, cuya área termal de Outariz es solo el inicio de un camino entre zonas de cálidas aguas ricas en minerales y con propiedades medicinales conocidas más allá de las fronteras gallegas. Por último, y no menos importante, Santiago de Compostela, cuya naturaleza también aflora en una ruta de casi tres kilómetros que circunvala la zona urbana y une varios espacios verdes de la ciudad, como el campo de Santa Isabel, el parque de Galeras, el Carme de Abaixo y el pazo de San Lourenzo de Trasouto.