Entre peñascos recubiertos de helechos y ríos que terminan en cascadas de agua fina se elaboró la primera taza del llamado ‘alimento de los dioses’. Así se refirió el conquistador español Hernán Cortés al chocolate al descubrir este manjar durante su viaje por tierras mesoamericanas. Le acompañaba Fray Jerónimo de Aguilar, un monje cisterciense que al probar aquella delicia decidió enviar un saco de cacao al abad del Monasterio de Piedra, en Zaragoza.
Fueron los monjes de este templo quienes siguiendo las recomendaciones de Fray Jerónimo de Aguilar, elaboraron en 1534 la primera taza de chocolate líquido de Europa. Como este producto no aparecía en el antiguo testamento, no interfería en su desayuno litúrgico, por lo que se convirtió rápidamente en el tentempié estrella. Más tarde, aquella delicia se extendería por toda Europa, llegando a las cortes más populares del viejo continente, como el Palacio de Versalles de Luis XV.
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