
Pocos lugares tan malolientes tienen la suerte ser tan visitados como el barrio de las curtidurías en Fez, Marruecos. Situado en pleno centro de la Medina, aparece en los tejados un auténtico entramado de pozas circulares que cubre la ciudad de un sinfín de colores. En este contexto, es más sencillo guiarse por el olfato que por la vista debido a que los tintes que utilizan los artesanos para dar color a los tejidos se elaboran a partir de orina de vaca, aceites de pescado y excrementos de ave como por ejemplo, las palomas.
La curiosa mezcla termina resultando en una amalgama cromática digna de ver, y es que es posible presenciar el trabajo en vivo de los artesanos que trabajan con pieles desde las terrazas anexas a la curtiduría. Eso sí, es recomendable hacer caso a los propios habitantes y colocarse un ramillete de menta bajo la nariz antes de asistir a tan apestoso espectáculo.
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