La calzada del gigante nórdica

Grandes columnas de basalto en forma hexagonal se levantan, unas pegadas a otras, sobre la playa de arena negra, a escasos metros de la orilla.

Hálsanefshellir

Foto: Shutterstock

Si algo se espera de un viaje a Islandia, no es otra cosa que empaparse de esa naturaleza salvaje que cubre cada rincón de la isla. Un ejemplo es Reynisfjara, una playa de arena negra situada en la costa sur. Dos menhires de origen volcánico se erigen como faros desde el mar y miran de frente a las columnas de roca que dominan el arenal. Cuenta la leyenda que son dos troles que quedaron petrificados al no poder esconderse de la luz solar.

A lo largo de la playa, el relieve escarpado deja a la vista multitud de grutas y cuevas fascinantes, aunque la atracción por excelencia es Hálsanefshellir. Al pie del acantilado, tocando prácticamente el mar, crecen columnas de basalto en forma hexagonal como si de un organillo se tratara. Las formaciones se levantan, unas pegadas a otras, y un simple vistazo hace falta para recordar otro monumento natural, la Calzada del gigante, en Irlanda del Norte.

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