
Las calles del centro histórico de Antequera están exaltadas por las iglesias barrocas más valiosas de la provincia, consagradas a la Virgen del Carmen, San Juan, San Miguel y Santiago. La primera, la iglesia del Carmen, guarda en su altar uno de los mejores exponentes de este estilo en Andalucía.
Construida a finales del siglo XVI, su sencilla fachada y portada manierista son la puerta de entrada a esta iglesia morisca granadina -con algunas variantes-, de una sola nave, capilla mayor y capillas laterales totalmente independientes entre sí. Es aquí donde se encuentran los tres enormes retablos que constituyen uno de los más interesantes ejemplos de la retablística barroca andaluza del siglo XVIII, en especial el central.
Destaca por el color rojizo de la madera de pino con la que el maestro retablero Antonio Primo de la Rosa diseñó el altar central y que, todavía a día de hoy, no ha conseguido ser eclipsado por el dorado de sus dos altares adyacentes. Uno de los motivos por los que no llegó a cubrirse de oro fue por voluntad de los frailes, quienes temían que colapsara debido a las grietas que se apreciaban en la cúpula y los muros como consecuencia de su ubicación en el escarpe. En esa época, además, el rey Carlos III había promulgado varios decretos que prohibían la construcción de retablos de madera dorada para evitar incendios y el coste del pan de oro.
A pesar de que hoy el templo es Bien de Interés Cultural, la historia de la Iglesia del Carmen de Antequera y de su importante retablo está marcada por periodos de ruina debido a diferentes causas históricas, sobre todo durante el siglo XIX con la llegada de las tropas napoleónicas y la Desamortización de Mendizábal, y al difícil terreno sobre el que está edificado sobre el río de la Villa.
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